Miguel Ángel Ferrer
En la constante pugna entre el antiguo régimen y el nuevo gobierno, éste se acaba de anotar otra victoria, ahora en el campo bancario y financiero. Los dueños de los bancos, casi todos de capital extranjero, han aceptado discutir y negociar una nueva regulación de las comisiones bancarias.
Esta nueva regulación ordenará y limitará los excesivos cobros que de modo unilateral cobran los bancos por la prestación de diversos servicios a empresas y ciudadanos.
Al haber aceptado la discusión y negociación, los banqueros han reconocido de hecho que estaban y están cometiendo un evidente abuso. Y no hace falta mucha ciencia para percatarse de que tal conducta abusiva contaba con la aquiescencia, por no decir la complicidad, de las autoridades en la materia del viejo régimen pripanista.
Pero, como se ve, con el triunfo electoral de López Obrador esa complicidad entre banqueros y gobierno para esquilmar a los usuarios de la banca ha cesado. Y con ello, y de paso, la autoridad, el gobierno, ha recuperado su capacidad y facultades de ordenar y conducir uno de los sectores estratégicos de la economía nacional.
Y también se ve que los banqueros se han visto obligados a negociar las nuevas reglas por varias poderosas razones. La primera es que comprenden perfectamente que ya no tienen al gobierno a su servicio. La segunda es que tienen en su contra a la totalidad de la opinión pública. A los millones de votantes de López Obrador y hasta a los que no sufragaron por él. Y porque también entendieron que sin el gobierno como aliado o sirviente los cobros abusivos eran sencillamente insostenibles. De modo que ante la imposibilidad de imponer prefirieron negociar.
Antes de doblarse, por supuesto, los banqueros intentaron presionar y chantajear tumbando la bolsa de valores y emprendiendo una masiva fuga de capitales que condujera a una nueva macrodevaluación del peso. “Con eso -habrán dicho los banqueros- lo doblamos antes de que empiece a gobernar”.
La estrategia falló porque la iniciativa de ley para regular y limitar las comisiones era sólo eso: una iniciativa, no un hecho consumado. Y al no existir la medida legal, los banqueros se quedaron sin pretexto creíble para desestabilizar al país.
Digamos que López Obrador sólo les dio, como se dice en lenguaje popular, un calambre. Fue una finta que los banqueros se tragaron completita. Y malgastaron su arma predilecta: la desestabilización económica. Digamos que López Obrador dobló a los banqueros sin necesidad de medidas de fuerza. Sólo con inteligencia.