Roberto Fuentes Vivar
Lo “absolutamente inverosímil” a 105 años
Financial, Alatorre, Manufacturas, CIU, Chiapas
La sinrazón ha existido desde siempre, pero siempre tiene una razón.
En la página libropatas.com señalan que una de las 10 frases más buscadas del Quijote (cuyo nombre original es “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” y en cuya primera portada Miguel de Cervantes Saavedra incluye una dedicatoria: “Al Duque de Bejar, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar y Bañares, vizconde de La Puebla de Alcocer, señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillo), es la siguiente:
“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”.
Aquí, el Quijote deja muy clara la razón de su sinrazón: el amor por su musa inalcanzable, la Dulcinea del Toboso.
Incluso el encabezado de esta columna “La razón de la sinrazón” tampoco es novedoso. Nada más en años recientes, en México, la utilizó Epigmenio Ibarra para hablar de la matanza de Bavispe, en la frontera de Sonora y Chihuahua, en noviembre del año pasado: “Detrás de esta locura, de esta sinrazón aparente, hay una razón: con el terror pretenden doblegarnos, imponernos la guerra como destino”.
También la usó Ernesto Villanueva, en Proceso, en 2017, en un texto que parece haber sido escrito en estos momentos: “En las redes sociales, convertidas en la nueva plaza pública, se entreveran la forma y el fondo; se hace de lo serio algo banal y de lo trivial algo digno de reflexión. En la era digital, la ética es un concepto cada vez más inasible. En estas semanas se han generado casos que son importantes –y hay quienes buscan que se agote su tiempo de vida mediático– así como ilusiones ópticas vendidas como añagaza para moldear el clima de opinión”. En ese artículo Villanueva comentaba que se acusaba a Claudia Sheinbaum (en ese entonces, delegada de Tlalpan) de un delito basado en la sinrazón: “portación de esposo prohibido”.
Pero quizá quien más exploró el término de “la razón de la sinrazón” fue el escritor español Benito Pérez Galdós, quien en su novela más Conocida, “Fortunata Y Jacinta”, titula así el quinto capítulo. Al respecto, el crítico Ricardo Krauel señala: “En Fortunata y Jacinta (1887), Galdós nos presenta un universo social rígidamente codificado. La alta burguesía dominante sanciona y legitima su preeminencia político-económica, apoyándose en un severo sistema de valores éticos, morales y religiosos al que han de someterse las relaciones interpersonales que se desarrollan en ese universo social. La propia burguesía rectora, en tanto que parte integrante del conjunto de la sociedad, y para no mermar la legitimidad que habrá de invocar al exigir de las otras capas sociales una conducta acorde con los valores de ese sistema que le sirve para justificar y perpetuar su posición de poder, debe presentarse como obligada también por él”.
Con la verdad, no hay negocios
Pero no solo fue ese capítulo, sino que en 1915, ciego y dictándola, el propio Benito Pérez Galdós, escribió su obra teatral (para algunos más novela que obra dramatúrgica) “La razón de la sinrazón”, subtitulada por el autor como “Fábula teatral absolutamente inverosímil”.
Esta novela-obra teatral, transcurre en “Ursaria”, ciudad imaginaria y onírica que forma parte del ¿país? llamado “Farsalia Nova”, y que, según texto sacado de Wikipedia está “poblado por demonios (Arimán, Nadir y Zafronio) y brujas (Celeste y Rebeca) empeñados en restablecer el caos con el triunfo de la sinrazón y la mentira. La heroína de la trama será Atenaida, maestra de escuela del lugar (síntesis galdosiana de serenidad, progreso y justicia) junto con Cintia-Pascuala, y el malvado contrincante Dióscoro, político hipócrita, astuto zorro viejo y padre de tres hijas (Protasia, Calixta y Teófila); el personaje a redimir esta vez será Alejandro, marqués de Rodas, frustrado terrateniente y político”.
Según algunos críticos, “el cenit argumental puede colocarse en el incendio del Palacio de Don Dióscoro, cataclismo con cierto simbolismo fáustico, y el mágico nadir en la transformación de los magnates de Ursaria, los Señores de Cucúrbitas y Cylandros en vegetales (que consecuentemente vegetan). “Pero tras lo inverosímil resulta fácil identificar el entorno político, económico y social de la España de los primeros años del siglo XX; y en el discurso literario sobresalen de nuevo la profunda religiosidad de Galdós y su despiadado -y quizá históricamente justificado- anticlericalismo”.
Hasta aquí Wikipedia y transcribo mis ideas, con los entrecomillados de la obra original: En este híbrido de novela y obra de teatro del autor canario, Atenaida, la heroína presenta a Alejandro (el personaje bondadoso pero a quien la vida ha tratado mal): “Alejandro es bueno, es honrado, y observa las leyes morales y sociales con un rigor absoluto”.
En otro momento, en plática con Dióscoro, a quien podría considerársele el jefe de mafia política de Ursaria, Alejandro dice: “Las penas mías ya las conoces. He llegado á la extrema perdición. Estoy en las últimas ansias, harto de sufrir golpes y reveses; ya no puedo más. Tú sabes que he consagrado lo mejor de mi vida á negocios lícitos; he sido guardador escrupuloso de los deberes sociales y esclavo de la verdad”. A lo que Dióscoro responde: “Con la verdad pura, querido Alejandro, con la verdad neta, no siempre obtenemos el éxito en nuestros negocios”.
Alejandro le responde: “Tú lo has dicho. Yo he venido á comprender que es error grave en los hombres de negocios el ajustamos ciegamente á las leyes divinas y humanas. En mis tristes insomnios he visto claro que, hallándose nuestra sociedad fundada en la mentira ó en las ficciones inveteradas, es locura mantenerse dentro de la razón y de lo que llamamos deberes; otros tantos artificios inventados por la turbamulta humana…; más claro: el que se ajusta estrictamente á la verdad y á la razón, tropieza, cae y se precipita en los profundos abismos”.
Dióscoro, replica… “cierto que la verdad y la mentira son términos elásticos y convencionales; sin embargo, conviene guardar ciertas formas y no proclamar el imperio de la Sinrazón”.
No soy su criado ni ordenanza
Luego de la plática y paseando por el jardín, Alejandro reflexiona: “Lucido estaría yo si esperara mi salvación de este maldito Dióscoro, que es la personificación del egoísmo. Allá está con Hiperbolos practicando el sistema del aplazamiento de todas las cosas y de echar el anzuelo en las aguas turbias de esta sociedad para pescar incautos… Yo me salvaré solo; me entrego en cuerpo y alma á lo imprevisto, á lo desconocido. (Queda suspenso, meditabundo.)”.
Alejandro, luego de haber negociado con los sinrazón comandados por Dióscoro, se convierte en hombre de poder y en una plática con su musa, dice: “Ya ves: este hombre, este maldito Cocodrilo me manda que venga…, que vaya…, como si fuera yo un criado, un ordenanza. Si, estoy fatigado… de no hacer nada. En los días que llevo de este ajetreo, mi única labor ha sido atender al cúmulo de recomendaciones que llueven sobre mí. Sólo Dióscoro y Pánfilo me llevan diariamente unas notas verdaderamente aterradoras. Que ascienda á fulanito; que conceda tal prórroga á un contratista; que modifique el reglamento A, para que pueda hacerse el chan- chullo B. Pero no hay más remedio que complacer á los amigos que nos sostienen en el Ministerio contra viento y marea”.
A final, cuando Atenaida y Alejandro están solos, tras haber derrotado a los sinrazón, Galdós escribe: “Somos los creadores del bienestar humano. El raudal de la vida nace en nuestras manos fresco y cristalino; no estamos subordinados á los que lejos de aquí lo enturbian. Somos el manantial que salta bullicioso”.
En una reseña de Yvan Lissorgues, en la biblioteca Cervantes, se dice: “En La razón de la sinrazón la finalidad es la misma: mostrar que la razón no rige el mundo, sino que reina, tanto en Ursaria como en el campo, la sinrazón, es decir, el afán ciego y sin freno de poder, de riqueza; lo cual engendra corrupción, engaño, injusticia.
Otra reseña señala: “la obra retrata tanto a los diablos y brujas, como también a los negociantes estafadores, como incapaces de efectuar dicha síntesis, y por ende ineficaces para llevar acabo sus proyectos, a pesar del relumbrón de sus palacios, de sus palabras finas y, en caso de los diablos y brujas, de los efectos mágicos que consiguen para convencer a quienes, como Alejandro, están indecisos entre la Razón y la Sinrazón. Una cualidad que caracteriza a los diablos es su falta de solidaridad, como también lo es en el caso de Dióscoro y sus socios. El cataclismo que impele a Atenaida y Alejandro a escaparse de Ursaria es resultado de que, según Atenaida, “Los dos bandos de la Sinrazón se despedazan entre Sí” (385). Antes en conversación con Alejandro ella había previsto la división de los dos bandos diabólicos “que pronto andarán a la greña en esta zona rastrera”.
Hasta aquí la obra de Pérez Galdós, que personalmente creo que 105 años después de escrita, ilustra lo que sucede en México cuando algunos poderes fácticos, por fuerza del dinero o por la simple razón de haber perdido privilegios y canonjías, utilizan noticias falsas y llamados a la rebelión para instaurar el imperio de la sinrazón, en plena emergencia sanitaria. Dice el filósofo del metro: cuando la única razón es tener razón, se cae en la sinrazón.
Tianguis
Con relación a mi columna del pasado 15 de abril (https://almomento.mx/diario-