Por Mouris Salloum George*
Existen dos tendencias en la sicología del mexicano o, dicho con más propiedad, de los políticos a la mexicana: 1) Una memoria selectiva, y 2) El conveniente olvido de sucesos históricos, para “no alborotar la caballada”.
Es pertinente, desde luego, no tomar a la ligera acontecimientos, como el del 2 de Octubre de 1968, porque la impunidad incita la tentación de repetirlos.
La fecha está en el centro de gravedad de lo que se conoció después como guerra sucia, de la que nunca se cuantificó el número de víctimas mortales, aunque hay registro de miles desapariciones forzadas de militantes políticos y de activistas sociales.
Herida abierta aún, esa criminal práctica no se destierra en el México de nuestros días. Sólo de la más reciente década se computan más de 30 mil desapariciones, en las que no se vale hacer distinción de motivaciones. O peor aún: Aceptar verdades históricas, como coartada.
Prácticamente, desde principios de 2018, la memoria del 68 estuvo en la agenda política mexicana. El pasado martes se presentaron actos culminantes del cincuentenario, pero el tema continuará tratándose hasta finales de año.
3 de octubre de 1927, ejecución de Francisco Serrano
No obstante sus consecuencias políticas, pasó de noche otro aniversario luctuoso: El 3 de octubre se cumplieron 81 años de la monstruosa Matanza de Huitizilac (Morelos), en la que fueron masacrados el candidato presidencial Francisco R. Serrano y un buen racimo de militares, a manos de una partida comandada por el general Claudio Fox, quien cumplía órdenes del presidente Plutarco Elías Calles, que hasta entonces había sido jefe castrense de Serrano.
No es un asunto menor: En aquel momento estaba en cuestión el principio de No Reelección, bandera que levantaron las oposiciones políticas en contra del dictador Porfirio Díaz.
En 1927, por decisión de Calles, la Constitución se había revisado para derogar ese mandato y permitir la reelección presidencial. Entre otros postulantes de Serrano, destacó la Alianza de Partidos Antirreleccionistas.
La reforma constitucional se legisló expresamente para que el general Álvaro Obregón volviera a Palacio Nacional. Reelecto en 1928, El manco de Celaya fue asesinado en julio del mismo año.
Tortuosa vía hacia la “Presidencia Imperial”
Se restituyó constitucionalmente el principio de no reelección. El general Lázaro Cárdenas estuvo políticamente en condiciones de aspirar a un segundo mandato. Declinó.
Sólo hasta la presidencia de Miguel Alemán Valdés, la tentación estuvo en la orden del día entre 1948 y 1950. El espectro reeleccionista reapareció en las postrimerías del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. No funcionó.
No reelección como regla del sistema métrico sexenal mexicano, sin embargo la ladina astucia encontró una vía alterna: Calles fundó en 1929 el Partido Nacional Revolucionario. Como Partido de la Revolución Mexicana y Revolucionario Institucional, las tres denominaciones se alzaron hasta 1994 doce veces con la Presidencia de México.
Los detractores del sistema político encontraron otro marbete para cuestionar el poco apego a la democracia: La Presidencia imperial. Después de dos alternancias en Los Pinos en lo que va del siglo, la cortesanía palaciega no cambió la etiqueta.
Reelección de “baja intensidad”, con la mira puesta en la Presidencia
Especialmente en la década reciente, se acometieron ensayos para legalizar, legitimar es otro verbo, la reelección a nivel municipal, extendido ya a candidaturas al Congreso de la Unión.
Sólo para alertar sobre ese proceso regresivo -siempre orientado hacia lo más alto de la escala: El Poder Ejecutivo federal-, no es ocioso recordar que en las elecciones generales de 2018, en el entorno de violencia política, entre los atentados perpetrados contra dirigentes y candidatos, aparecieron como víctimas alcaldes y diputados locales que pretendían su reelección.
En sentido contrario, el Presidente electo ha propuesto una reforma constitucional por la que, a mitad del sexenio, se le someta a consulta popular, de la que eventualmente podría resultar la revocación de mandato.
El clamor multitudinario de esta semana fue, ¡2 de Octubre no se olvida! Tampoco debe olvidarse el 3 de Octubre de 1927. La Historia es madre y maestra de la política de altura. Contra la historia, es inútil luchar cuerpo a cuerpo. Es asunto de sentido común.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.