Por Mouris Salloum George*
La prioridad con que se encabeza este tema, no corresponde a un jacobino trasnochado. Es conseja popular que se acompaña con la metáfora del gato en la hornilla, señal de que nada hay que hacer en la cocina por falta de insumos alimenticios.
Curioso asunto: A Jesús se le atribuye el milagro de la multiplicación de los peces y los panes. Sus vicarios ahora, predicadores de la resignación, le dicen al pobrerío que el amor a Dios debe ser preferencial.
Contrarreforma agraria y Tratado de Libre Comercio
Dicho lo cual, vamos al grano: Quitado el merengue demagógico, la contrarreforma agraria de Carlos Salinas de Gortari fue concebida para liquidar la propiedad social de la tierra -rural, si se requiere más precisión-, operación previa condicionante en la negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC). La primera se legisló en 1992 y el segundo se firmó un año después.
En lo sucesivo, el Estado neoliberal puso en ejecución una política de tierra arrasa. Ya para la siguiente década, se diseñó bajo el título de El Sur también existe un programa cuyo núcleo fue la iniciativa de desaparecer la propiedad comunal de la tierra, régimen existente particularmente en los estados indígenas del sur-sureste. Ese proyecto fue placenta del Plan Puebla Panamá (PPP).
Durante ese período, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha sido reiterativa en su preocupación por el abandono del campo por los gobiernos neoliberales, que en México han ejercido el poder durante seis sexenios.
El depredador ataque a nuestra riqueza forestal
La propia ONU, en sus asambleas generales y específicas para determinados asuntos, ha planteado como prioridad la defensa y protección de La Naturaleza a partir de la aparición de la hambruna que asuela los territorios del Tercer Mundo.
El Cambio climático, fenómeno generado por la depredación de los recursos naturales, está en la agenda de la samaritana Organización desde hace al menos dos décadas. Por supuesto, esa devastación se presenta en las cuencas hídricas y forestales.
México/ creo en ti, dejó escrito el poeta: De su superficie total, teníamos 138 millones de hectáreas de rica y diversa vegetación, santuario de 34 por ciento de fauna endémica. La FAO advirtió desde hace tiempo que 12 por ciento estaba condenada a su desaparición.
A los tecnócratas neoliberales, la advertencia de la FAO les ha valido: De 1990 a 2000, fueron destruidas nuestras fuentes de biodiversidad a un ritmo de 174 mil hectáreas por año: 3 millones 480 mil hectáreas en el periodo. Por cuenta de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, se devastaron otros 3 millones 200 mil hectáreas.
Todavía, en la década de los setenta, se inculpaba a los campesinos del sureste de esa irresponsabilidad en una época en que se hablaba de la milpa que camina, proceso derivado de la quema de montes, selvas y bosques en pequeñas parcelas, como recurso de subsistencia alimentaria.
No se culpa igual de la depredación a los taladores, autorizado o clandestinos, que extinguen año con año nuestra riqueza forestal, incluyendo maderas preciosas, hasta en un ocho por ciento al año.
Por supuesto, en esa perversa obra han participado con mexicana alegría, Pemex, la Comisión Federal de Electricidad, las trasnacionales de la Energía y hasta la Secretaría de Turismo y sus dependencias.
Lo que está en juego es el Derecho a la Vida
Los estados más depredados, legal o ilegalmente, son preferentemente los del sur: Chiapas, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Tabasco, Veracruz, Puebla, Guerrero, Michoacán, en las regiones de la Sierra Sur y las Mixtecas y Huastecas.
La cuarta transformación, para serlo de veras en su función reconstructiva, debe empezar por el rescate de la Naturaleza, en la que sus defensores hacen radicar el Derecho a la vida.
Un compromiso rescatamos por hoy de la secretaria de Bienestar, María Luisa Albores: Recuperar para los mexicanos la autosuficiencia alimentaria.
La funcionaria incluyó ese imperativo en una de las tres etapas del programa Sembrando vida, puesto en marcha en febrero pasado en el estado de Tabasco.
Si se trata restituir la soberanía alimentaria, la buena intención debe transitar por el infierno que han inaugurado en México las grandes corporaciones extranjeras que monopolizan el sector agropecuario y controlan semillas, fertilizantes, herbicidas, tecnología para la siembra y cosecha, su comercialización, etcétera.
Son, algunas, portadoras de muerte con la invasión de productos transgénicos, de alta rentabilidad, pero también contaminación, principalmente, de nuestras semillas autóctonas. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.