jueves, abril 18, 2024

DESDE FILOMENO MATA 8: El TMEC no es un armisticio comercial

Mouris Salloum George
A lo más que llegan los pueblos pacifistas -como México- es a periódicos simulacros militares, porque saben que las guerras están muy lejos de ser una ficción y cobran sus monstruosos costos. Nomás hay que echar ahora mismo una mirada a vuelo pájaro sobre el planeta.

Casi un lugar común es la cita: La guerra es la continuación de la política por otros medios. La pronunció hace dos siglos el conde consorte Clausewitz. No es de extrañarse que la máxima forme parte ahora de los programas de algunas instituciones educativas, que la incluyen en materias como gestión empresarial y marketing.

Antes del Covid-19, estaban los remesones de la crisis de 2008

La aldea global ve con estupefacción la crisis económica universal que fractura el ya viejo orden internacional y algunos analistas la comparan con la Gran depresión de 1929.

La explosión del colapso financiero se atribuye al Covid-19. Algo puede haber de ello. Sin embargo, tanto en los Estados Unidos como en Europa, en la Academia y los medios especializados en Economía y Finanzas desde hace cinco años advertían que el tsunami se presentaría en cualquier momento y por cualquier detonante.

Esas conclusiones se formularon con base en el puntual seguimiento de la crisis financiera que se desencadenó desde los Estados Unidos entre 2008 y 2009, en que Barack Obama tuvo que apelar a un acto de Estado interviniendo algunas instituciones bancarias.

El huevo de la serpiente ya estaba incubado. Los mismos analistas volvieron a sus advertencias cuando Washington declaró su Guerra comercial contra China, bajo el comando de Donald Trump.

A fondo, contra los “que roban sus empleos” a los etadunidenses

Citamos antes a Clausewitz y señalamos que su apotegma es materia en las enseñanzas de marketing. Esta técnica se ha traslado desde hace medio siglo al campo electoral. En la primera campaña del magnate republicano, su tanque pensante la utilizó con maestría y eficacia.

En su campaña electoral de 2016, Trump se lanzó a la yugular de los que -desde el extranjero- les roban los empleos a nuestros trabajadores, con dedicatoria expresa a México.

Ya en el ejercicio del poder, a la par de la guerra comercial contra China, el inquilino de la Casa Blanca, congruente con sus compromisos, lanzó su ofensiva mediante una agresiva política de castigos arancelarios a las importaciones estadunidenses, entre ellas las procedentes de nuestro país y de Canadá.

25 productos mexicanos expuestos a la amenaza arancelaria

En ese entorno, México asistió desde 2018 a las negociaciones y firma del T-MEC, esperando de buena fe que tuviera el valor de un armisticio comercial.

No fue así: Aún antes de que ese instrumento entrara en vigor en julio pasado, dos sectores productivos mexicanos sintieron en su cogote La Espada de Damocles sobre casi dos docenas de productos agropecuarios y pesqueros. Las coartadas para mantener las hostilidades son lo de menos.

Lo demás, es que ni la Secretaría de Economía ni la de Relaciones Exteriores escucharon el desgarrador clamor de los productores nacionales.

En la fase culminante de la pandemia en los Estados Unidos, Trump ha acelerado sus permanentes jornadas electorales en pos de un segundo mandato bajo el signo de su baja aprobación popular.

En ese escenario electoral adverso para él, hace una semana Trump anunció en Ohio que desde el 16 de agosto se aplicaría un arancel del 10 por ciento al aluminio canadiense. Otawa respondió que replicará con acciones de la misma envergadura contra productos importados desde los Estados Unidos. Es, pues, la guerra.

Lo avisa la conseja: Cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Sabiduría pura. Vale.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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