Por Mouris Salloum George*
Concluye un clásico de la Sociología Política que, democracia, es la sociedad misma en acción. La pregunta es si el Estado tiene entendimiento y respuestas concretas y oportunas a las demandas del pueblo en movimiento. O si sólo se conforma con tomar nota de los registros del 4C, que no siempre dan reportes de saldo blanco.
Filomeno Mata 8 es nuestra sede periodística en donde redactamos estos comentarios: Desde esta atalaya en el Centro Histórico de la Ciudad de México, observamos por la avenida de 5 de Mayo el cotidiano fluir de marchas y escuchamos los clamores de los manifestantes, que culminan en la Plaza de la Constitución con la mira puesta en Palacio Nacional, o el del Cabildo Metropolitano.
Las crónicas de los medios de comunicación electrónicos invariablemente se refieren a esas movilizaciones por su efecto inmediato: El caos vehicular. Rara vez dan espacio a las motivaciones de los demandantes, mayoritariamente documentadas y justas.
Ayer, verbigracia, la agenda correspondió a representaciones de pueblos originarios, con sus vistosos atuendos y mensajes en lenguas vernáculas.
Desde la mañana de hoy y con extensión vespertina, los contingentes se desplazan desde las grandes avenidas hacia El Zócalo. Para mañana están anunciadas al menos tres desplazamientos masivos con el mismo destino.
Por el cambio del régimen político, social y económico
Por los derechos a la vida, de los indígenas, del normalismo, sindicales y sociales, a la diversidad sexual. etcétera, son los reclamos más recurrentes.
Una exigencia general escuchada parece resumirlo todo: Nuevo régimen político, social, económico, cultural, sindical, campesino e indígena, por la defensa de la educación pública y contra la corrupción, la represión, la depredación ecológica y las desapariciones forzadas. Con eso está dicho todo.
Si se trata de demandas específicas al gobierno de la Ciudad de México, desde las 16 alcaldías las comunidades marchan y claman por seguridad pública, reconstrucción ¡ya! (referida a los desastres provocados por los terremotos de septiembre de 2017), por agua, por la protección al empleo informal y al mercado artesanal, por atención a pensionados y jubilados, etcétera.
Viejas deudas sociales insolutas, los acreedores no ven la resta, sino la creciente suma de damnificados. ¡Qué abominables saldos! ha dejado el neoliberalismo económico. No se vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.