jueves, abril 18, 2024

DESCONCENTRAR SIN COSTO NI IMPOSICIÓN

Siegfried Hitz

Sí se puede…

 

El pulpo que succiona recursos del resto del país y se ahoga a sí mismo en su magnitud, es un monstruo urbano llamado Ciudad de México. Sufre problemas de sobrepoblación, exceso de burócratas, transporte ineficiente, carencia de agua, drenaje, desechos y contaminación. La idea de descentralizar la dinámica del país es irrebatiblemente correcta. Pero no necesariamente sacando a las dependencias federales.

Los españoles encontraron la gran Tenochtitlan, corazón del imperio mexica, con una población cercana a 250 mil habitantes, una de las mayores concentraciones del mundo de entonces, comparable con las principales urbes europeas. Con la conquista era icónico y coherente mostrar quién era el amo y asentar ahí la sede de lo que fue el virreinato por los trescientos años de colonia.

Ya para 1821, en la vida independiente, a ningún gobernante se le hubiera ocurrido mudar la residencia del gobierno a otra ciudad, por la sencilla razón de que en la mente de todo mundo la ciudad era la sede del poder legítimo.

Dudo que sea funcional y conveniente desconcentrar hoy al gobierno federal, y quizá nunca lo será. El costo al erario sería enorme y dispersar las dependencias del poder ejecutivo, con miles de kilómetros en algunos casos, podría ser más problemático que benéfico.

Sin duda, las ciudades del interior tendrían muy serios problemas para acoger al enorme grupo de burócratas y oficinas que la mudanza implica y pondría en crisis a los servicios públicos locales: agua, vigilancia, aseo, recolección de basura… podrían tornarse insuficientes. Por otro lado, muchos trabajadores federales no aceptarían mudarse dados sus intereses personales, familiares o patrimoniales. Pero desconcentrar la vida del país es necesario y de grandes beneficios.

Hay en el mundo ejemplos de capitales sede de los poderes, que no son la ciudad más poblada ni su centro económico. Uno es la ciudad de Austin, centro político y académico del estado de Texas, pero no del poder económico que está instalado principalmente en Houston, San Antonio y Dallas. Si se aglomeraran estas ciudades en la capital estatal, sufrirían el mismo síntoma de centralización caótica de la nuestra. Tampoco Washington, capital de Estados Unidos, es de relevancia económica.

Si desde los mexicas existía concentración en la ciudad, resulta muy difícil reducir la concentración del país en corto plazo. Pero podríamos en cambio incentivar a las industrias y demás actividades económicas a salir de la ciudad, con alicientes o bien con castigos fiscales por permanecer en ella, de manera que perderían competitividad.

A más de demográfica y económica, nuestra concentración también ha sido históricamente política, hemos concentrado el poder desde el Tlatoani mexica hasta el presente, pues la elección de julio pasado prácticamente borró la separación de poderes y minimiza la representación de los grupos opositores.

La intención de López Obrador de mover las dependencias federales responde a esa concentración de autoridad y decisiones sin estudio previo ni consulta a especialistas. Esto luce como una decisión autoritaria y caprichosa, sin evaluación previa.

En un régimen democrático y republicano el papel del gobierno no consiste en ser actor sino más bien ser el director de la obra, dedicado a crear las condiciones y estímulos para que las cosas ocurran orientadas al bien de la comunidad. Su función es motivar a los actores para alcanzar los objetivos. En regímenes autoritarios, quien tiene la última palabra en asuntos mayores o menores, se convierte en actor supremo.

La propuesta del Presidente electo persigue un objetivo sano y constructivo. Reenfocado, crecería su posibilidad de éxito a mediano plazo y aún largo plazo si se mantiene. Lograría un país más equilibrado con una capital menos congestionada y sin afectar al presupuesto federal. Por otra parte, desaparecería la inquietud de los burócratas que hoy se sienten amenazados de recibir la imposición de mudarse, y romper su esquema de vida.

 

Sí se puede… descentralizar y adelgazar, sin costo ni imposición.

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