Por Gabriel Pereyra
Para el maestro Luis Arturo Carcamo.
El invierno que empezó en diciembre de 2016 fue muy corto. Unas temperaturas bajas nos obligaron a sacar la ropa de invierno y después no sabemos que hacer con ella. Alguien que cuenta los días de frio, para saber si hay temperaturas bajas que maten a las plagas nos dijo este año no habrá manzanas porque no hizo suficiente frio. No bajaron las temperaturas, ni duró lo suficiente el invierno para purificar la tierra y permitir que florezcan los manzanos. Seguramente por la edad, el estado de ánimo el trabajo sentí un interno recuerdo de un invierno que no cuajo o quizás fueron esos resúmenes que uno hace cada determinado tiempo en los cuales apunta logros y perdidas. Por lo pronto cargo un sueter o una chamarra que calienta el cuerpo pero no el alma.
2016 fue un año de perdidas, intimas, personales y también de todos. Murió el Comandante Fidel Castro, dejando en la orfandad ideológica a mi generación que lo seguimos más de 50 años, Murió Leonard Cohen con el cual tenemos una deuda pendiente, le debemos las canciones con la cual enamoramos a los seres que amamos, lo mismo ocurrió con la perdida de George Michael y Debbie Reynolds, también perdimos a Muhammad Ali y los Obama que nos dejaron un excelente sabor de boca, tuvieron que dejar la Casa Blanca, no desaparecieron físicamente, pero Trump trata de matarlos políticamente. Yo perdí a Enrique Romero Fuentes, un historiador rebelde que penetro existencialmente en la intimidad y profundidad del último medio siglo.
Ahora estamos en otro siglo y en una nueva dimensión. Sthephen Kevin Bannon, el estratega de la apocalipsis , de la tercera guerra mundial y el profeta de la nueva era amenaza con un nuevo amanecer y con preludios de violencia y destrucción. Ha declarado:” soy un leninista, Lenin quería destruir al estado y ese también es mi objetivo. Quiero derrumbar por completo y destruir el establishment actual” Esta convencido y ha convencido a Donald Trump con su filosofía y concepción del mundo. La nueva vida y los capullos de una nueva civilización necesitan que la tierra se remueva y las crisis dejen espacios que ocupar.
Sin darme cuenta me llene de nostalgia. Pensé que por eso mucha gente se suicida en primavera. No entienden el cambio de estaciones y de ánimo y optan por la difícil salida. El dolor por las pérdidas intimas y los problemas personales me fue envolviendo. El nuevo siglo y la otra etapa de la vida personal y social augura dificultades no solo para uno, para todos. Lo peor llego cuando Luis Arturo Cárcamo me confeso mientras hablábamos de mujeres que es de lo único que sabemos a la perfección, que él ya las veía con nostalgia y que solo le quedaba eso: el recuerdo. Al ver pasar a las mujeres que al reventar la primavera guardaban los abrigos y dejaban a la vista sus bustos generosos y sus caderas llevaban un ritmo de Samba, volvió a cometer el error y el horror de decirme que entre ese busto generoso y nosotros había una brecha generacional de 50 años imposible de brincar. Concluyo: Solo nos queda la nostalgia maestro. Era evidente que Luis Arturo Cárcamo ese maestro oficioso y generoso de generaciones de preparatorianos estaba deprimido
Afortunadamente sin darme cuenta y sin tomar plena conciencia de ello, volvió a amanecer, el sol entro por mi ventana, volví a saborear el sabor de una fruta, el afecto de mis seres queridos y la seguridad de que no solo existe la nostalgia, sino que existe la vida. Recobre las sonrisas, admire el sol, Me puse a escribir crear y soñar con un mundo fantástico. Enfrentar los retos cotidianos, mirar la sonrisa de las personas, ver la figura femenina, ilusionarme con ellas. Volver a admirar los bustos generosos de las mujeres que han sido mi obsesión existencial. La vida es aquí y ahora.
Recordé esas palabras de Baruch Spinoza, ese filósofo panteísta del siglo XVII, que nos descubre otra faceta del dios que, si no existiera, era necesario inventarlo y que nos dice: “ deja de rezar y disfruta de la vida, trabaja, canta, diviértete con todo lo que he hecho para ti. Mi casa no son esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi morada. Mi casa son los montes, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es donde vivo. Deja de culparme de tu vida miserable. Yo nunca dije que eras pecador y que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado para que puedas expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. No me culpes de lo que te han hecho creer. No leas libros religiosos. Léeme en un amanecer, en el paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de un niño. Deja de tenerme miedo. Deja de pedirme perdón. Yo te llené de pasiones, de placeres, de sentimientos, de libre albedrío. ¿Cómo puedo castigarte si soy yo el que te hice? Olvídate de los mandamientos que son artimañas para manipularte. No te puedo decir si hay otra vida. Vive como si no la hubiera, como si esta fuera la única oportunidad de amar, de existir. Deja de creer en mí. Quiero que me sientas cuando besas a tu amada, acaricias a tu perro o te bañas en el mar. Deja de alabarme. No soy tan ególatra”. Servido Luis Arturo Cárcamo. Maestro de la vida hasta en la depresión, que el llama nostalgia