domingo, mayo 12, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Lo que bien se aprende nunca se olvida

*Mónica Herranz

Dicen que lo que bien se aprende nunca se olvida y esperaba que fuera cierto porque de lo contrario podía llevarse un buen golpe.

No estaba sola y aunque las personas a su alrededor estaban más bien a lo suyo ella no podía dejar de sentirse observada cuál si gimnasta en Juegos Olímpicos se tratara.

Las vueltas de carro las había aprendido a hacer en su infancia y de eso hacía unos ayeres ya, y aunque las practicó hasta la adolescencia, ahora entrados sus cuarenta, hacia mucho pero mucho que no hacía una, de modo que recordaba  la teoría más no la práctica.

Miraba la arena y pensaba que si algo salía mal no podría ser fatal y aún así no se animaba.

Tomaba algo de impulso y se frenaba, no se terminaba de animar del todo. Sentía su cuerpo más pesado que hace unos años y seguramente lo era. Recuerda haber pensado en una relación un tanto absurda, algo así como que de niña seguramente le daba menos miedo intentarlo porque al ser de menor estatura, el golpe, si se caía o algo no iba bien, sería menor que ahora que era un adulto.

Reflexionó un momento en esa idea y rio para sus adentros por la poca lógica que está idea tenia. ¿Qué le daba miedo entonces? ¿Por qué le costaba tanto intentarlo?

La primera respuesta que le vino a la mente no fue tan complicada, ¡los golpes de la vida!. Pareciera que en determinado momento perdemos algo de valor o coraje y nos da más miedo intentar justo porque ya conocemos la medida de lo que un golpe puede ser, tanto en lo físico como en lo emocional.

Ahora, ¿será que perdemos valor y coraje o que nos vamos volviendo  más precavidos, es decir, que vamos aprendiendo también de la experiencia? Quizá sea una combinación de ambas.

Cómo sea, con todo y a pesar de todo ¡quería intentarlo! Ya en alguna ocasión había dejado pasar la oportunidad y no quería que sucediera de nuevo.

Se concentró en sí misma y en lo que quería hacer y eso ayudó a que se dejara de sentir observada, y fue entonces, una vez que sé sintió libre del juicio de los otros que vino el impulso necesario, un impulso primordial e irrefrenable.

Pierna derecha flexionada y hacia arriba, giro hacia la derecha, mano derecha hacia el suelo, todo junto, en coordinación, y en consecuencia mano y pierna izquierda girando a la par. ¡Una imperfecta pero linda vuelta carro!.

No hubo golpes ni nada que lamentar, ¡al contrario!, aquella vuelta vino acompañada de una asociación importante, una revelación que apreció automáticamente mientras vencía el miedo a intentarlo. Se dio cuenta de que no sólo sabía sostenerse mientras estaba de pie, sino  que podía hacerlo también estando de cabeza, sin importar que eso sucediera por estar dando una vuelta de carro o por las vicisitudes que la vida nos da.

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

Artículos relacionados