miércoles, abril 24, 2024

CONCATENACIONES: Narcos, beneficiarios de la autonomía universitaria

Fernando Irala

Una balacera entre vendedores de droga en Ciudad Universitaria dejó como resultado dos muertos, la semana pasada.

Los acontecimientos llamaron la atención sobre un fenómeno que lleva cuando menos medio siglo en los terrenos de nuestra máxima casa de estudios, pero que en los recientes lustros se ha vuelto cada vez más violento y peligroso, como ha ocurrido con ese negocio en todo el país.

Frente a ese tema y a otros hechos que alteran la vida de la comunidad universitaria, sus autoridades se niegan a solicitar la intervención de la fuerza pública, aunque acuden a soluciones muy imaginativas, como poner un gigantesco anuncio en la pantalla del estadio olímpico.

El rector y sus asesores han abrevado de la cultura estudiantil y popular mexicana, que cuando reclama solución a alguno de sus innumerables conflictos, decide manifestarse con gritos y pancartas. Nadie resuelve nada pero todos se desahogan.

Los narcomenudistas, por supuesto, toman nota y se repliegan unos días, para después reincorporarse a sus actividades en lo que consideran sus dominios. Son los principales beneficiarios del principio de autonomía, establecido para garantizar la libertad de cátedra y una administración sin presiones del aparato gubernamental, pero que se ha corrompido para concebir al campus de la UNAM como un santuario donde la policía no puede y no debe ingresar.

Desde luego que los primeros y principales beneficiarios de esa corrupción son los delincuentes de toda laya. En CU hay robos y asaltos, violaciones, venta y consumo de estupefacientes, y ahora hasta muertos.

Las autoridades capitalinas y la rectoría se echan la bolita. Las primeras porque se niegan a actuar sin la petición expresa de la segunda. El rector porque según sus propias palabras, no piensa que la manera de someter a un grupo armado sea con otro grupo armado.

Sobre el error fundamental de equiparar a la mafia de narcóticos con la fuerza pública, se decanta la torpeza por la cual nada se solucionará. Graue acepta que en los jardines y pasillos de la UNAM opera un grupo armado y piensa disuadirlo con el puro espíritu que hable a nombre de la raza.

Eso no va a ocurrir. En realidad no ocurrirá nada. Hasta que vuelva a haber muertos.

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