viernes, abril 19, 2024

CONCATENACIONES: La maltrecha economía

Fernando Irala

Van a la baja de manera sostenida las previsiones de crecimiento económico para el año que transcurre en México.

A lo largo de estos primeros meses, los pronósticos formulados por instituciones financieras internacionales y por las autoridades del ramo aquí –Banco de México y la Secretaría de Hacienda– coinciden en la tendencia con diferencias mínimas, de un par de décimas, en su vaticinio.

En todos los casos, de un cálculo ya de por sí muy modesto, apenas por encima del dos por ciento, ahora la previsión se sitúa por debajo del dos, en los datos más optimistas en el 1.7, y en los menos alegres, incluso por debajo del punto y medio.

La expectativa dista de ser buena. Lo es menos cuando se reflexiona que el incremento del producto requiere ser contrastado con la dinámica demográfica. Si un país no crece, o crece muy poco en lo económico, en realidad se está empobreciendo, si reparamos en que la población no deja de aumentar, y el producto se divide entre todos.

En el escenario mexicano, el crecimiento demográfico es superior al uno por ciento anual. Cuando la economía se ralentiza y sus números se aproximan a los poblacionales, entonces hay un estancamiento que tarde o temprano se notará en el poder adquisitivo.

No nos hemos referido a las causas de la caída del ritmo de crecimiento. En los medios de comunicación muchos analistas han desmenuzado el tema. La cancelación de proyectos como el nuevo aeropuerto de Texcoco o la postergación del tren a Toluca, la eliminación de programas y de miles de empleos en las dependencias de gobierno, el retraso en la puesta en marcha de nuevos proyectos y hasta en el pago a proveedores de la administración gubernamental, son factores que se van sumando y empiezan a tener un efecto.

Pero el problema de la economía es el mismo de cualquier maquinaria en movimiento: una vez que por cualquier motivo se ha frenado, el esfuerzo requerido para que vuelva a adquirir dinamismo es mucho mayor.

Con otra peor: no se ve que ese esfuerzo se esté haciendo.

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