viernes, marzo 29, 2024

CONCATENACIONES: Ignorancia ante el covid

Fernando Irala

Entre otros trastornos causados por la pandemia del covid, en el lenguaje oficial los vocablos han dejado de obedecer a su significado lingüístico, para pronunciarse como una especie de conjuros contra la realidad.

Son los deseos vueltos discurso que tal vez intenta tranquilizar a la población, pretende hacer ver como acertados los pronósticos gubernamentales, y procura mostrarnos una estrategia adecuada y eficaz.

El pico anunciado para los primeros días de mayo no acaba de llegar cuando el mes se aproxima hacia su final. Los datos más recientes indican que el número diario de nuevos contagios sigue creciendo, se está acelerando, lo cual sólo puede augurar un número aún mayor de fallecimientos en las próximas semanas.

A ello se han sumado las sospechas, sobre todo en medios internacionales, de que los fallecimientos son muchos más que los admitidos en las cifras del gobierno, conjetura que ha sido aceptada a regañadientes por los voceros federales y de la ciudad de México, sin ofrecer mayor o nueva información.

Otra evidencia del caos en el área metropolitana son los múltiples testimonios de gente enferma, o que intenta llevar a sus enfermos a algún hospital, y se encuentra con que todos están saturados, pese a que sus mapas y guías en internet digan que sí hay disponibilidad; no hay manera de que siquiera les den la oportuna atención telefónica prometida, los reciban en consulta o les apliquen las muy reservadas pruebas. A estas alturas, todos tenemos gente cercana o en la familia que narra estos episodios de terror.

Lo que sí tenemos ya son planes de “retorno a la nueva normalidad”, muy bien elaborados y sistematizados, guías, protocolos e instrucciones, semáforos de diversos colores y escalonamientos muy detallados.

Pero antes deberemos esperar a que el más alto pico del contagio finalmente llegue y el aplanamiento de la curva tenga en las gráficas la forma que todos quisiéramos ver, y que baje, que manifiestamente la pandemia baje.

Mientras tanto, sólo queda refugiarse en la benevolencia de Dios, quienes tengan creencias religiosas, y en lo poco que pueden hacer los médicos, sin tratamientos, sin equipo, sin espacios, y sólo de vez en cuando recibiendo algún soplamocos, de sus gobernantes o de los desesperados demandantes de servicios, ambos tan lamentablemente ignorantes.

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