Fernando Irala
Se cerró el ciclo de conferencias vespertinas de prensa, en que durante casi quince meses se dio cuenta de la evolución de la pandemia del covid en México.
La epidemia no ha terminado, es más, desde hace un mes vive un ligero repunte que, habida cuenta de su comportamiento en el planeta a lo largo de año y medio, no deja de preocupar por lo que aún puede ocurrir.
La línea oficial es que la normalidad está a nuestras puertas, y por lo tanto hay que ir apagando todas las señales de alerta que todavía se encuentran encendidas.
De todas formas, los datos reales más bien se han ocultado a lo largo de todo este tiempo, a grado tal que en las cifras oficiales se ronda los 230 mil fallecimientos, mientras la mortalidad excedente durante el mismo periodo rebasa el medio millón de casos. De éstos una parte es Covid y otra son las muertes derivadas del dislocamiento que sufrió el sistema de salud, más el efecto de recortar los presupuestos del sector para dedicarlos a otras prioridades.
A la información truqueada, a los datos falseados, seguirá el silencio.
Lo que no se entiende muy bien es el tono festivo con el que se cerró el ciclo de conferencias transmitidas en vivo. Estamos ante la mayor tragedia que ha vivido el país en un siglo, que como ya dijimos aún no termina, y están un poco fuera de lugar los mariachis, las flores y los pasteles, donde más bien tendría que haberse recurrido a los crespones y a la circunspección que impone el luto.
Pero ya sabemos que para nuestros gobiernos se trata de incidentes y no de tragedias. Las cosas pasan y hay que tener resignación.
Tragedia, lo que se dice tragedia, es perder las elecciones. De eso mejor hablamos otro día.