viernes, marzo 29, 2024

CABEZA DE PLAYA: Inmersión, el momento, el lugar…

Carlos Galguera Roiz

Salí muy temprano de Llanes, tenía planeada una visita al siglo VIII, retroceder 13 siglos tal como pintan las cosas hoy, me parecía una aventura, como mínimo, excitante…

Autopista, 28 kms, hasta Unquera, placida ruta para mi viejo Ford, luego entro en carretera de dos direcciones, pista aceptable hasta que llego a La Hermida, un tremendo desfiladero; empieza mi tortura automovilística, infinitas curvas, calzada estrecha, irregularidades múltiples…discurre la marcha paralela al Deva, conocido rio salmonero que desemboca en el Cantábrico por Unquera.

Algunos argayos en reparación, tramos renovando asfalto, pero da la impresión que las obras se quedaron sin presupuesto…; semáforos portátiles aparecen de pronto el algunos lugares, para asegurar circulación única, intermitente, imposible adelantar, en definitiva 70 kms en total que tardé en recorrer algo más de hora y media, lejos de las cifras en Fórmula 1

Llego a Potes antesala de Picos de Europa, Parque natural fascinante, pasada esta población hay un cartel: Monasterio Santo Toribio de Liébana, mi destino hoy, accedo tras superar 4 kms de subida fuerte, aparco mi bólido y entro en el recinto, una amable guía explica a un grupo de turistas las características del lugar, me uno al grupo….

Allí se venera un trozo, el más grande parece ser, de la cruz de Cristo, ante la que se consumó el Sacrificio de la figura central para muchas religiones cristianas; un lugar relajante, me pareció a mí, intenso, grato…

Beso la madera, parece ser de un ciprés, aseguran expertos que tiene XXI siglos de antigüedad; estas consideraciones no me impresionan gran cosa, la etiqueta me inspira una cierta ternura, pero poco más. Recuerdo una sentencia de mi padre, ante este tipo de afirmaciones: “Mas vale creerlo, que averiguarlo…”

Paseo hacia una ermita, 2 ó 3 kms, suave subida, se abre un panorama fantástico, lo puedes ver en la foto que acompaña esta reseña. Asoman algunos protagonistas de Picos de Europa. Grandioso lugar, valles ondulados, abiertos, rabiosamente verdes…, sensación de Paz inmensa, alegría sorprendente, intima…

Bien. En este marco, frente a este fantástico balcón de la Naturaleza, voy hilvanando esta reflexión que ahora comparto con algún lector resultante, posibilidad con la que juego…

El foco inicial de mi recorrido intelectual, en esta ocasión, arranca en La Ilustración, digamos siglo XVIII. La Humanidad, en su lento proceso evolutivo, quiso dar un salto cualitativo en sus planteamientos fundamentales, los dioses que la habían guiado, tenían sus mensajes sospechosamente estancados, parecían agotados…

Había que averiguar más a fondo, investigar donde estábamos situados, nuestra verdadera realidad, nuestras raíces, misterios que nos rodeaban, preguntas cruciales sin respuestas cabales…, todo mas allá de explicaciones mágicas, “divinas”, reglas de juego, todo con suficiente rigor, incluyendo horizontes previsibles…

Dar el salto a esta racionalidad, al Sistema Científico, exigía liberarnos de lastres, “iluminaciones”, condicionantes más o menos mágicos, que, de alguna manera, impedían avances de fondo; había, para iniciar esta aventura, que instrumentar condicionantes exclusivamente racionales o lo más cerca posible de estos, trabajar con una premisa de entrada, plantear todo como si ¡¡¡ Dios no existiera !!!

Si Dios estuviera ahí, el raciocinio humano, científico, no debía, no podría en cualquier caso, interferirle, mucho menos “molestarle”…

Así surgió la Ilustración, desde el siglo XVIII el proceso ya no se detuvo nunca; avances discontinuos, saltos enormes, cuestionamientos profundos… ya no se pudo parar esta poderosísima flecha…

Demos ahora un salto a la inversa, coloquémonos en nuestra época, estamos al otro lado del trapecio, aunque faltan seguramente muchos vuelos por completar, navegamos por rutas de muy alta racionalidad, logros fantásticos aparecen todos los días a los costados de nuestros caminos…

Es el momento, intuición personal, precisamente ahora, contemplando este maravilloso marco natural, que disfruto a plenitud, deberíamos voltear hacia esa gran premisa impulsora de la Ilustración, unos tres siglos atrás. Nuestros entramados vitales deberíamos contemplarlos y matizarlos desde el cartel impulsor: inicial, es decir ¡¡¡ como si Dios no existiese !!! buscando una dificilísima armonía vivencial, con o sin esta hipótesis de partida…

Imaginemos que ahora se demostrara, de manera científicamente irrefutable, que Dios no existe, como se demostró que el Universo no giraba en torno a la Tierra…; el cataclismo sería terrible para una buena parte de seres humanos, no tanto para los bien situados – aunque también – los que confortablemente se declaran ateos, mientras disfrutan su Whisky en el club, confesando su descreimiento en su tertulia aristocrática, como presunción intelectualoide…

Sería el caos para los desheredados del Mundo, diversas graduaciones; podrían saltar por los aires resortes muy arraigados para la convivencia, de momento precarios pero manejables. Sin nada que perder y sin Horizontes posibles a ganar, no habría ninguna razón para mantener esta espantosa conjunción, nada tendría sentido, la explosión de violencia sin límite, sería la válvula “razonable”, ante el vacío Cósmico eterno…

Besando la madera de Santo Toribio, sentí, misteriosa, casi diría milagrosamente, que mis labios habían rozado algo inmensamente coherente con la vida, todo lo que me rodea parece gritarlo, el grandioso marco de las montañas desafiantes, con sus neveros mágicos, el profundo verde de los valles, vegetales y animales desarrollando su ciclo natural, con una potente, indescifrable alegría vital…

Hasta en medio de la más rabiosa racionalidad, habría que gritar, si Dios no existe, ¡¡¡ aquí nos falta una pieza clave…!!!

Algo hay, iba musitando en mi lenta bajada al aparcamiento, hay algo, instintivamente puse la 9ª Sinfonía de Beethoven, que siempre llevo conmigo, para adentrarme en los laberintos del retorno…

Si, tiene que haber algo, el escalofriante segundo movimiento de la Sinfonía parecía responderme…

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