Francisco Gómez Maza
- Vive tu vida y que te importe un bledo la edad
- Volvería a publicar lo que incomoda al poderoso
Para iniciar esta nota analítica, tengo que felicitarme en ocasión de que este 28 de noviembre, pero de hace 74 años me sacaron del vientre de mi madre Esperanza. Celebro la fecha porque soy de los afortunados que trascienden el dolor.
Cuando los jovencitos de la Rebel me dicen ruco, yo les respondo: Mira. Cuando tenía tu edad era yo más guapo que tú. Ojalá que no te quedes en el camino y llegues a celebrar tus 74 años, más vigente de como estoy yo. Yo todavía y con intensidad leo muchos libros, reporteo, entrevisto, escribo mi artículo diariamente, escucho música, voy de fin de semana a cualquier pueblo de esos que ahora llaman mágicos, y tengo tres hijotes y una nieta que adoro, y adoro, admiro a la mujer que amo.
Vivo mi vida de ser humano y, sobre todo, de periodista, importándome un bledo la edad. (74 años no es nada. Puedo vivir 10 o 200 o 500). Cómo recuerdo a Adrián Castillo Román, quien a sus 80 y tantos años andaba por el mundo como un reportero de 18, yendo y viniendo por toda la ciudad.
Viví mi niñez muy feliz rodeado de mi madre, mi hermano y los hermanos de mi madre. No conocía mi padre y sólo le doy gracias por haber contribuido a darme la vida. Pero de lo demás, mejor ni hablamos. Viví mi adolescencia feliz, estudiando como alumno de la Edad de Oro, presentando entonces “exámenes públicos” que era como premiaban a los estudiantes destacados; viví mi juventud graduado de periodista en la escuela del gran ser humano y maestro, Alejandro Avilés Izunza, hombre sabio de La Brecha, Sinaloa, hurgando la realidad y destapando cloacas, como decíamos en Excélsior, aquel Excélsior que nos robó Luis Echeverría y se lo entregó a lo más mediocre y corrupto del “periodismo”.
Viví la Revista Proceso en toda su intensidad y el diario especializado en economía y Finanzas, El Financiero, que fundó Rogelio Cárdenas Pérez, aquel que creó en Excélsior la gran columna Frentes Políticos, de la que no queda ni su sombra. Fue mi maestro Manuel Seyde, a quien tanto admiro que, cuando me siento a pergeñar Análisis a Fondo, siento que él está a mi derecha corrigiéndome el estilo y la ortografía. Qué gran columnista fue Don Manuel, como todo el mundo le llamaba en la redacción de aquella nuestra casa. Me encantaba tomar las dos cuartillas que él había escrito, dizque para corregirle estilo y ortografía, pero lo único que ocurría es que yo aprehendía a escribir con bohonomía, con elegancia, con corrección, con propiedad porque el lector, me decía Manuel, no se merece un lenguaje pedestre, aunque sólo sepa leer.
Y vino el golpe. Y, junto con mi queridísimo Fernando Meraz, dijimos. Si se va Julio nos vamos también nosotros. Y se cumplió lo dicho. Nos fuimos en el grupo. ¡Cuánto recuerdo a Pepe Pagés, el gran periodista que editaba Siempre! Él nos dio posada para que viéramos que haríamos ya desempleados de Excélsior. Y fundamos la agencia CISA, donde trabajamos Paco Fe Álvarez y yo dándole notas a una decena de periódicos del interior que nos apoyaron y siguieron apoyándonos porque no estuvieron de acuerdo con el golpe a Excélsior.
Luego nació Proceso, al calor del odio del presidente y con el cariño de muchos, especialmente de Porfirio Muñoz Ledo, con quien posteriormente hicimos un programa en la radio de Tere Valle, allá por Insurgentes Sur y Félix Cuevas.
Por eso celebro mi cumpleaños 74. Porque he vivido intensamente esos 74 años. He hecho de todo, menos prostituirme en el periodismo. Nunca he vendido silencio. Y mi familia me celebra con un gran amor. Ahora me tendrán que comprar un pastel para diabéticos. Ahora me tendrán que brindar conmigo con champaña de manzana, sin alcohol ni azúcar; pero celebraremos con alegría mis 74 años, de los cuales, aunque tengo mucho de que arrepentirme, gana lo bien hecho.
Y si me preguntan qué haría si muriera y renaciera, respondería que haría exactamente lo mismo que he hecho hasta ahora. Correcto o incorrecto. Pero sería cariñoso con los demás. Y redoblaría mis esfuerzos de informar a la gente y cuestionar, cuando haya que hacerlo, a las clases dominantes, a los políticos y a los plutócratas. Generadores de la injusticia. La fuente de todos los delitos de todos los códigos es la injusticia.