sábado, diciembre 21, 2024

EN REDONDO: Surge el Imperio Comunista Rusia-China

Por: Mario Ruiz Redondo

 

Ante los cada vez más severos embates de demostración de poder de la hegemonía encabezada por Estados Unidos y sus aliados en el mundo, la pasividad ha empezado a quedar atrás en la nueva alianza militar de China y Rusia, al dar comienzo el viernes 21 de julio en la Zona del Mar Báltico, una nueva era en la que se hacen alarde de su poderío al llevar a cabo maniobras conjuntas, en la colindancia de los dominios de la OTAN.

 

Una noticia de impacto en la historia de la mitad de la segunda década del siglo XXI, que tiene como centro neurálgico Kaliningrado, considerado como el punto más occidental de Moscú, ubicado entre Polonia y la ex soviética Lituania, miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar intergubernamental pactada el 4 de abril de 1949, como medida de protección contra los países integrantes de la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), liderada por Rusia.

 

Impresionante despliegue de buques de guerra de la segunda economía del planeta, China, que incluye un poderoso y moderno portaviones construido en los astilleros chinos, plantados en las aguas territoriales de la antigua Prusia oriental alemana, integrada a la URSS al término de la segunda guerra mundial, para ser recibidos oficialmente en tierra por los mandos de la Marina rusa, en el puerto de Baltiysk.

 

Mensaje desde Moscú, de que este ejercicio militar naval conjunto, es una respuesta a la creciente presencia de la OTAN en el Báltico. Una demostración de que Estados Unidos y sus aliados, no tienen la hegemonía total en este territorio.

 

Precisión del Ministerio de Defensa de Rusia, en cuanto a que el principal objetivo de este adiestramiento binacional, es para incrementar la eficacia de la cooperación entre las dos flotas para afrontar amenazas de seguridad en el mar, así como ejercitar la compatibilidad de las tripulaciones en los buques de guerra rusos y chinos, como signo del reforzamiento de la amistad y cooperación entre las dos naciones.

 

Sin duda, una nueva alianza que de inmediato ha tenido una respuesta indirecta pero contundente de la Casa Blanca, ante la evolución de la acción militar de las dos potencias de doctrina comunista, al encabezar el presidente Donald Trump, en Norfolk, Virginia, este domingo 23 de julio, la ceremonia de inauguración del portaaviones nuclear más moderno y más costoso de la flota de la Armada estadounidense, con valor de 13 mil millones de dólares, con lo cual advirtió al mundo que el poder militar de Estados Unidos es insuperable, mientras demandaba el Congreso incrementar el presupuesto de Defensa, para seguir refirmándolo.

 

Una clara alusión a la presencia militar naval de rusos y chinos en zona de la OTAN, con demasiado tono belicista, al afirmar que “nuestros aliados estarán tranquilos y nuestros enemigos temblarán de miedo, porque todos sabrán que Estados Unidos viene por ellos con fuerza”.

 

Tono por demás reiterativo de su condición de “policía del mundo”, al subrayar que “cuando se trata de combatir, no queremos una lucha justa, exigimos victoria y tendremos una victoria total, créanme. Será el mejor buque de guerra del mundo”.

 

Sin embargo, su visión personal de la realidad internacional entraría finalmente en absoluta contradicción, al saberse que el portaaviones “Gerald R. Ford”, surcará los mares y océanos militares en misiones militares, hasta el año 2020, que para entonces tendrá una capacidad de transportar cuatro mil 500 tripulantes y 70 aviones de combate, que se sumará a otras 12 unidades de ese rango.

 

Fiel a su estilo, recurriría a su alarde discursivo, al manifestar que “el acero estadunidense y las manos estadunidenses construyeron un mensaje al mundo de 100 mil toneladas: que el poder militar estadunidense es insuperable, y que estamos volviéndonos mayores, mejores y más fuertes cada día bajo mi gobierno”. Comentaría que de ser aceptada su propuesta de incremento de 10 por ciento al presupuesto del Pentágono, el equivalente sería a 54 mil millones de dólares en el próximo año fiscal.

 

Y mientras Trump alardea y menosprecia el poderío de las Armadas de Rusia y China en el Báltico, la información que se ha divulgado del destructor recientemente incorporado al poderío naval de Pekin, establece que tiene capacidad para lanzar misiles guiados, el cual lleva como complemento una fragata y un buque auxiliar, además de otras naves de guerra importantes.

 

Las maniobras conjuntas –“Cooperación Marítima 2017”-, se llevan a cabo en dos fases, la primera de índole costera, del viernes 21 al lunes 24, y la segunda en alta mar, del 25 al 28 de julio, en las que el idioma oficial a utilizar será el ruso, todo en las inmediaciones del puerto de Baltiysk, considerado como la principal base naval de Rusia en el mar Báltico.

 

Pero lo sobresaliente de esta nueva serie de acontecimientos militares de las dos potencias del hemisferio comunista, es que después de sus actuales operaciones en aguas de Europa, en el mes de septiembre próximo, ambas naciones volverán a realizar una siguiente jornada de entrenamiento, ahora frente a una potencia aliada de Estados Unidos, Japón, en el mar que lleva su nombre, que incluirá al de Ojotsk.

 

A diferencia del belicoso de Donald Trump, el presidente ruso Vladimir Putin y el líder chino Xi Jinping, se han abstenido de comentar la alianza militar de ambas potencias comunistas, que en el fondo tienen el interés de China por impulsar las rutas comerciales por el Ártico del litoral de Rusia, lo que le ha obligado a reforzar su infraestructura militar naval.

 

Una expansión de Pekin por demás impresionante, que en este mes de julio ha enviado contingentes armados a Yibuti, en África, donde pronto inaugurará su primera base militar en el exterior, en tanto que en abril dio a conocer la incorporación a su flota, en 2020, del segundo portaaviones fabricado en el país.

 

Nueva era en la estrategia militar del presidente Jinping, encaminada a modernizar el Ejército, al abandonar un modelo tradicional de defensa terrestre, ahora basado en una mejor capacitación de soldados para incrementar su potencia de misiles, fuerza aérea y una mejor flota operativa en aguas profundas que permitirá aumentar la firmeza de sus reclamaciones de soberanía en los mares del sur y este de la milenaria nación.

 

Medidas que han implicado la disminución de 300 mil soldados, de su Ejército de dos millones 300 mil efectivos y la reestructuración de sus mandos, para convertirse en una gran fuerza capaz de combatir y ganar guerras.

 

Fue el 26 abril de este año, cuando el segundo en la escala del poder nacional, Fan Changlong, vicepresidente de la Comisión Militar Centra, encabezaría la presentación y botadura en el puerto de Dalian, al noreste del país, del portaaviones en construcción –falta equipamiento y motores-, bautizado con el nombre de Shandong, de 315 metros de largo por 75 de ancho, que desplaza 50 mil toneladas, con velocidad crucero de 30 nudos (60 kilómetros por hora), y alojará a una tripulación de mil militares y aviones caza J-15.

 

Un acto militar que constituyó también un mensaje para Estados Unidos, en aquellos días de fuertes tensiones derivadas de los ejercicios del programa de armamento de misiles del gobierno también comunista de Corea del Norte, liderado por Kim Jong-un.

 

Programa de fortalecimiento bélico de China, que tiene programado sustentarse en el corto plazo en un total de cuatro portaaviones, aunque se contemplan seis, convirtiéndose así en el segundo país que más invierte en el renglón de defensa en el mundo, después de Estados Unidos, que actualmente cuenta con una flota de 10 portaaviones nucleares Nimitz, de 100 mil toneladas cada uno.

 

Aún así, el gobierno de Pekin no ha dejado de hacer sentir su poderío armamentista, elevando la tensión mundial, al desplazar en enero de este año su portaaviones Liaoning y un grupo de navíos de guerra de apoyo, en el estrecho de Taiwán, el cual sería inmediatamente vigilado de manera cercana por buques militares de su rival Taipei.

 

Declaración de alerta tanto de la Armada como del Ejército de la China capitalista y aliada de Estados Unidos, que días antes llevaron a cabo maniobras en el Mar de China, con la presencia del portaaviones nuclear Carl Wilson, acompañado del crucero Lake Champlain y del destructor de misiles dirigidos USS Wayne E Meyer.

 

Pero la demostración de poder militar conjunto de Rusia y China en el Mar Báltico, este fin de mes de julio, tiene una referencia muy importante también en materia de negociaciones diplomáticas en el seno del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, el 28 de febrero último en Nueva York, al vetar ambas potencias comunistas el proyecto de resolución propuesto por Estados Unidos, Francia y Reino Unido, que pretendía imponer una serie de sanciones contra el régimen sirio por el supuesto uso de armas químicas contra la población civil, en un asunto que debería ser de consenso, en el séptimo año de conflicto bélico en esa nación árabe.

 

El resultado adverso en el seno de la ONU, vendría a constituir el séptimo veto por parte de Moscú, el principal aliado de Siria, así como de Pekin. El argumento de los países que se opusieron a la resolución es que el equipo que investiga el uso de armas químicas no identificó a los responsables de los ataques. Sería el primer voto en contra de la Unión Americana y sus aliados, promovido por los presidentes Vladimir Putin de Rusia y Xi Jinping de China, ya en la administración de Donald Trump.

 

China se mantendría inflexible en su posición, al considerar que lo más importante era preservar el alto al fuego y lograr una solución pacífica de la crisis, sin dejar de advertir su oposición al uso de armas químicas en cualquier circunstancia, advirtiendo que era demasiado pronto en la investigación para llegar a una conclusión,

 

la cual debe basarse en datos y pruebas sólidas.

 

Diplomacia y expansión militar dominan el nuevo bloque Moscú-Pekín. Rusia al Igual que China refuerzan su presencia en el extranjero, como ocurre en Siria, donde el pasado 24 de enero Valentin Putin y su homólogo Bashar al-Ásad, firmaron un acuerdo sobre la ampliación de la base naval rusa en Tartús, en el Mar Mediterráneo, que opera desde 1977, y en la que tendrán cabida hasta 11 buques de guerra de la Flota del Mar Negro y del Norte, en 2020.

 

Pacto que tendrá una duración de 49 años, con la posibilidad de renovarse cada 25 de manera automática, salvo que una de las partes notifique su deseo de anulación. Hasta ahora es el único punto de control de la Armada Rusa en esta importante Región con dominio predominante de Estados Unidos y asociados europeos.

 

Una medida que dará mayor seguridad a sus aliados de Damasco e Irán, actualmente focos de interés del bloque occidental, que pretende asumir su control para seguir fortaleciendo su estrategia global en el planeta, por lo que desde ahora se observa como un freno a tales intentos.

 

El mundo vive de nuevo, vientos que anuncian el retorno del contrapeso comunista a la hegemonía estadounidense y sus potencias aliadas.

 

Otra  vez, el retorno de la Guerra Fría en un mundo de extremos peligrosos, enmarcada en el suministro ruso a China de equipos antiaéreos, mientras advierten que sus relaciones están en el mejor momento de su historia.

 

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

 

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2917 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.

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