Pablo Cabañas Díaz/
Cientos de migrantes indocumentados han sido detenidos en las nuevas redadas llevadas a cabo, en la semana pasada, en varias ciudades de Estados Unidos. Las redadas han tenido lugar en Atlanta, Nueva York, Chicago, Los Ángeles y sus zonas aledañas. El triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos el 8 de noviembre del 2016, fue una sorpresa por su retórica y por el cumplimiento de la agenda propuesta en su campaña electoral.
Trump retomó de la abogada de extrema derecha Ann Coulter , la idea de la construcción de un muro entre Estados Unidos y México y la exclusión de la comunidad islámica. Para Coulter la estadounidense es la cultura más exitosa de la historia del planeta (…) y está en peligro, porque a su parecer se integran culturas campesinas, en las que la violación a niños y los crímenes de honor son la norma”.
Además, en el pensamiento de Trump se percibe el libre comercio como algo perjudicial para Estados Unidos, mientras que para México, por el contrario, se ha convertido en su principal valor para el desarrollo económico del país. Peor aún, este mismo equipo es hostil hacia la migración —que sigue siendo una importante válvula de escape para muchos mexicanos y benéfica para México en materia de remesas.
También, ven en la frontera una fuente de amenazas a la seguridad nacional —amenazas que van más allá del flujo de migrantes y drogas ilícitas. Michael T. Flynn, el nuevo Consejero de Seguridad Nacional percibe a la línea divisoria como una zona insegura. Flynn cree que terroristas islámicos y cárteles de drogas colaboran.
El general John F. Kelly, quien dirige la Secretaría de Seguridad Nacional, estuvo a cargo del comando militar responsable de la guerra contra las drogas en México y Colombia. En su designación, el general Kelly manifestó que México y los demás países de Centroamérica tienen una responsabilidad por la seguridad fronteriza porque son corresponsables de los problemas que vienen de esa región hacia Estados Unidos.
Es de esperarse entonces que México siga siendo el blanco de la retórica presidencial y de acciones políticas concretas difíciles de predecir, precisamente porque lo impredecible es la característica más pronunciada de Trump. La frontera norte es la zona con mayores probabilidades de alto impacto negativo en la nueva relación binacional.
La extensa frontera entre Estados Unidos y México alberga a una población de más de 10 millones de personas, la mayoría viviendo del lado del sur. México se transformó en una zona tapón, es el paso obligado para miles de centroamericanos que cada semana arriesgan sus vidas afrontando la odisea de la entrada clandestina.
Por el corredor que atraviesa México hacia Estados Unidos pasan 13 millones de inmigrantes al año, el 6% mundial, según el informe de las migraciones en el mundo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)”.
En la campaña electoral de 2016 reapareció con fuerza un discurso racista, encarnado en Trump, quien escaló en las encuestas denigrando a los inmigrantes hispanos. Cuando lanzó su candidatura, en junio de 2015, eligió poner a los mexicanos como blanco de sus ataques: “Están enviando gente que tiene muchos problemas, nos están enviando sus problemas, traen drogas, son violadores, y algunos supongo que serán buena gente, pero yo hablo con agentes de la frontera y me cuentan lo que hay”.
Una de sus provocadoras propuestas es obligar al gobierno mexicano a financiar la expansión del muro que delimita la frontera. A la par de deportar a 11 millones de ilegales en su primer año y medio y regular y controlar el envío de remesas.
Trump representa a una parte de la sociedad estadounidense, que lleva al límite la idea del destino manifiesto y de pueblo elegido. Para evitar la destrucción del sueño americano que enarbolaron los blancos anglo protestantes que fundaron el país, argumentan, es necesaria una depuración de la sociedad estadounidense, expulsando a los indeseables. De este tamaño es el problema .