Sergio Gómez Montero*
La calle no es lo suyo de la oposición conservadora. Suena a falso, a copia triste y desangelada. Nada que ver, absolutamente nada que ver con nuestras marchas del 68, con el júbilo retador de aquel entonces. Nada que ver, tampoco, con el reclamo en contra de los fraudes del 2006 y 2012. No, no es lo suyo oponerse hoy de aquellos que provienen de las peores y más deleznables corrientes históricas del país; de aquellas que rindieron tributo a Iturbide, que trajeron a Maximiliano y lo ensalzaron, que gobernaron con Porfirio Díaz y que con el PRI mantuvieron sometidos y hundidos en la miseria a grandes sectores de la población del país, hasta imponer la ignominia del neoliberalismo. Eso es lo que en la Historia del país significa el color rosa (que no logra encubrir al tricolor, al azul, al amarillo) que va a marchar este domingo, una tendencia que México, su pueblo, siempre ha derrotado.
¿A qué si no a derrota suenan las cacayacas del priista Alito Moreno, insultando a Álvarez Maynez porque no aceptó declinar a favor de Xóchitl? ¿Qué significa, si no desesperación por la derrota, la propuesta panista de privatizar el Metro de la Ciudad de México, para dejar caer así su máscara y mostrar su verdadera cara de ladrones pro capitalistas? Y así, con todo, ¿no les da pena salir a la calle?
Pero no solamente eso, lo del domingo parece ser la muestra y demostración fehaciente de la brutal guerra sucia emprendida para ganar la batalla electoral de este año (que tienen totalmente perdida) y que, tramposamente, contó con el apoyo no muy encubierto de agencias del extranjero que de manera impune violaron la soberanía del país, pues consideran que el nuestro, nuestro país, es una pieza clave (como lo son Venezuela, Cuba, Colombia, Brasil, entre otros) para tratar de ejercer aún hoy su dominio agresivo y rapaz en contra de América Latina, esa América Latina a la que ya desde Mariátegui se nos indicaba debíamos defender a toda costa del imperialismo yanqui. Todo ello, hoy, de nuevo, bendecido y alabado, en los templos y curatos de la Iglesia Católica.
Es cierto, en términos de elecciones ya todo está definido. Pero nos falta superar una etapa igualmente complicada del proceso electoral y que puede ser muy pesada y onerosa: el lawfare, es decir la judialización del proceso que ya se tiene ganado en las urnas, porque el pueblo va a votar mayoritariamente en favor de la candidata de Morena, pero que se busca sabotear con toda una serie de patrañas legaloides que impedirían que la ganadora en las urnas tome posesión argumentando que el proceso no se llevó a cabo debidamente. Es decir que hay que estar preparados para evitar a toda costa que esta última y ruin patraña de los conservadores se concrete, pues ello le representaría al país un costo enorme, que lo pondría al borde del desquiciamiento social.
Pero, suponiendo que todo camina en orden, la marcha rosa del domingo, será sólo la marcha que demuestre que, una vez más, la reacción y los conservadores en México están derrotados.
Profesor jubilado de la UPN/Ensenada