Luis Alberto García / Moscú
*Los ucranianos votaron en unas elecciones presidenciales “calientes”.
*El estudio de Daria Marchenko refleja la cara sucia de ese fenómeno.
*Más de cuarenta candidatos y únicamente tres finalistas.
*Fueron Petró Poroshenko, Yulia Timoshenko y Volodímir Zelenski.
*Solamente llegaron un chocolatero, una ex Primera Ministra y un cómico.
El rostro de la corrupción devora casi toda la pared del estudio de Daria Marchenko, -en un barrio al sur de Kiev, la bella y muchas veces heroica capital de Ucrania-, quien así ha llamado al retrato de Petró Poroshenko, derrotado en las elecciones del 21 de abril de 2019.
Es una obra en forma de tableta de chocolate, elaborada con balas recolectadas en la conflictiva región del Este del país y en envoltorios de caramelos y bombones de las empresas del político, magnate de un emporio de dulces.
Daria Marchenko y su compañero, Daniel Green, han usado muchos kilos de golosinas para crearlo, y todavía les queda un cargamento azucarado sobre la mesa de la sala: “Simboliza las promesas vacías a los ucranianos de quien ha lucrado con la sangre derramada en las movilizaciones de 2013 y se ha enriquecido con la guerra”, asevera la artista.
La artista Daria Marchenko con su obra “El rostro de la corrupción”, hizo un video con el cual su patria celebró elecciones presidenciales, con una obra pictórica conocida por otros polémicos retratos: del presidente ruso, Vladímir Putin, hecho con balas; y de Donald Trump, con monedas, que es un colorido reflejo del enojo de la sociedad.
El 91% de los ucranianos creen que la corrupción en el gobierno saliente fue un problema generalizado, según datos de Gallup y es, sin duda, su principal preocupación —unida a la guerra latente en el Este con los separatistas respaldados por Rusia—; un escollo que está desempeñando un papel determinante.
Ucrania, con 44 millones de habitantes, se sitúa en el puesto 122 de 188 en el índice de percepción de la corrupción de la organización Transparencia Internacional, ha mejorado, pero aún sigue cerca de países como Níger o Malí.
Así que, el país más pobre de Europa —por detrás de Moldavia—, según el Fondo Monetario Internacional, está bajo la lupa de sus socios internacionales, con ansias de democracia y transparencia que alimentaron en 2013 y 2014 las protestas europeístas que derribaron al prorruso Viktor Yanukóvich.
Pese a las reformas que han llegado desde la que los ucranianos llaman la Revolución de la Dignidad, no se ha logrado desterrar la corrupción, y para Inna Borzylo, experta en buen gobierno y transparencia, el panorama no es tan sombrío como indicaban los sondeos.
“La percepción de la corrupción es alta, pero eso no significa que haya más ahora que antes. Hoy está en los medios de comunicación, se puede investigar y los ciudadanos son conscientes que se debe hacerlo”, señala; sin embargo, apunta, la persecución de estos delitos deja mucho que desear.
El gobierno nacionalista Petró Poroshenko había puesto en marcha varias agencias anticorrupción; sin embargo, esos organismos se han visto envueltos en escándalos resonantes, además de que el Tribunal Constitucional anuló una ley sobre enriquecimiento ilícito de funcionarios de alto rango.
El mandato de la corte dio carpetazo a más de 70 investigaciones de altos funcionarios y los ciudadanos ucranianos salieron a la calle, de nuevo, hartos e indignados debido a los permanentes sobornos y conflictos de interés.
“Como en otros países, al final no pasó nada, la impunidad es generalizada”, recalca el periodista de investigación Denis Bihus, cuyos trabajos premiados en numerosas ocasiones han destapado escándalos mayúsculos en los últimos años.
El último, que revolucionó una agitada y movida campaña electoral, reveló que el hijo del presidente del sensible Consejo de Defensa y Seguridad, que además es uno de los socios comerciales de Poroshenko, vendió componentes militares rusos de contrabando a fábricas ucranianas.
“Y que lo hizo, además, a precios inflados”, incide el periodista, apurando un té, justo después de la reunión semanal de coordinación editorial de su publicación, activa en los días preelectorales, luego de que la investigación de Bihus y su equipo dieran directamente en la línea de flotación de la administración de Poroshenko.
Ésta incrementó de manera considerable el presupuesto de defensa del país—de los 3.300 millones de dólares anuales en 2014, a unos 7.800 millones de dólares anuales a 2019—; pero no se señala al presidente ucraniano, pero si lo exhiben como alguien que consolidó su poder en un sistema de corrupción generalizada.
El magnate del chocolate no fue el único candidato que afrontó escándalos en los últimos meses, ya que otras investigaciones señalaron al favorito en la primera vuelta, el famoso Zelenski, actor que hizo de la lucha anticorrupción su bandera electoral, quien tiene una millonaria villa en Italia no declarada y negocios en Rusia.
También a Yulia Timoshenko, que disputó codo a codo con Poroshenko la segunda posición en los sondeos y la posibilidad de pasar a segunda vuelta –fue dos veces primera ministra- fue investigada por financiación irregular de su partido y por compra de votos.
Con una reforma de la justicia aún pendiente para luchar contra la corrupción, son los medios independientes y organizaciones de derechos civiles quienes en gran medida destaparon los casos y presionaron para cambiar las cosas.
Sin embargo, en los últimos años, los ataques contra activistas y periodistas críticos se han incrementado: en julio de 2018, la activista anticorrupción Yekaterina Handziuk fue rociada con ácido cuando se dirigía a su trabajo, falleció meses después a consecuencia de las quemaduras y la agresión alertó a organizaciones internacionales.
Esos ataques muestran que las cloacas del sistema están aflorando porque se avanza, y con los datos en la mano, se ve que en los últimos años, Ucrania ha mejorado al cerrase varios bancos sospechosos de lavado de dinero, además de que se ha lanzado un programa de compras gubernamentales que garantiza que todo el dinero público se gasta de manera transparente.
Las reformas que exigidas para otorgar préstamos internacionales, señalan los expertos, han sido posibles sobre todo por la presión y el trabajo de la sociedad civil, que tras las movilizaciones de 2013 y 2014 pusieron esfuerzos mayúsculos en reparar el sistema.
Su brío y su pasión suplieron entonces la falta de red y de medios y algunos de esos activistas se han incorporado al sistema; pero otros siguen tratando de reinventarlo.
Casi cuarenta candidatos se presentaron el domingo 21 de abrl a las elecciones presidenciales en Ucrania, y si ninguno de ellos obtenía más de un 50% de los votos habría una segunda vuelta, considerándose que sería carrera de tres caballos por dos puestos: Petró Poroshenko, Yulia Timoshenko y Volodímir Zelenski.
La campaña estuvo plagada de denuncias de fraude y manipulación, de juego sucio como que dos aspirantes tienen nombres similares al de Yulia Timoshenko, así que, hubo esos aspirantes clonados y quejas de engaño, por lo que los expertos alertaron de existió el riesgo de que los partidarios del perdedor no aceptaran el resultado y eso derivara en movilizaciones y disturbios.
“En Ucrania, en contra de lo que suceden en otros países de la región, estuvimos ante unas verdaderas elecciones donde la competencia fue real”, señaló también un observador electoral extranjero.
La violencia potencial preocupó a los diplomáticos occidentales, que enviaron una carta al gobierno, alertando de que integrantes de la llamada Milicia Nacional, vinculada a la extrema derecha, estaban acreditados como observadores electorales.