viernes, abril 26, 2024

Tres mujeres de la Revolución

Luis Alberto García / Moscú, Rusia

* Alexandra Kolontái fue primera embajadora en México.
* Natalia Sedova: exilio y muerte de Lev Trotski.
* Larisa Reisner contó la revolución de 1919 en Alemania.
* Desempeñaron su papel de acuerdo a sus principios.
* Tuvieron diferentes orígenes, criterios y formación intelectual.
* Reivindicaron al género femenino y defendieron sus derechos.
Alexandra Mijaílovna Kolontái fue revolucionaria, mujer de Estado y diplomática, y la primera en asumir un puesto como ministra en Rusia, lo cual permitió que, gracias a sus iniciativas y a su actividad política, las ciudadanas adquirieran una importante cantidad de derechos.
Nacida en Ucrania, creció en San Petersburgo y se inclinó por la pedagogía al trabajar en las instituciones educativas recién fundadas por el gobierno bolchevique, estudiar historia en Zúrich y vivir en Finlandia durante varios años, hasta que en 1915 se unió a la Revolución para volver a Moscú y ser asignada al Ministerio de Bienestar Social.
Alexandra Kolontái ingresó al movimiento revolucionario, aunque hubiese sido educada como una heredera rica; pero sin asumir el rol oportunista de otros personajes procedentes de una condición social similar que, hipócritamente, y se asimilaron al proceso que culminó con el triunfo del 25 de octubre de 1917.
Dándose tiempo en medio de los avatares de un movimiento de esas dimensiones, se atrevió a escribir una novela sobre Vladímir Ilich Lenin e Inessa Armand como personajes de ficción basados en una historia real.
No obstante que el líder bolchevique estaba casado con Nadezhda Konstantínova Krúpskaya, Alexandra Kolontái sostuvo que ésta permanecía al tanto de su relación amorosa con la activista francesa Inessa Armand, por lo que el nombre de su obra se llamó Un gran amor, al tiempo que cumplía tareas políticas importantes.
Realizó estudios sobre los derechos de las mujeres y comenzó reformas que reclamaban la igualdad con los hombres, además de tener cargos fuera del país durante la época de Iósif Stalin como embajadora en México, al reestablecerse los nexos diplomáticos con Rusia, así como en Finlandia, Suecia y Noruega.
Tuvo un papel principalísimo y trascendental en las crisis internas que padeció el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), aunque inicialmente estuviera con las posiciones mencheviques minoritarias, que acabarían sometidas a la conducción y gobierno de los bolcheviques tras la victoria de la Revolución.
Natalia Sedova fue otra revolucionaria que desde su juventud se comprometió con la Revolución soviética, reconocida por su valor intelectual y por tratarse de la segunda esposa de Lev Davídovich Trotski, ideólogo bolchevique, compañero de Lenin en los años más intensos de la revolución, fundador y jefe del Ejército Rojo, asesinado en México el martes 20 de agosto de 1940.
Provenía de una familia de comerciantes ricos y fue educada en Moscú, y posteriormente conocería a Trotski cuando contaba poco más de veinte años de edad en una exposición de arte, apoyándolo con decisión al escribir y distribuir el periódico Chispa (Iskra en ruso), cuando Lev Davídovich era corresponsal en Londres.
Ambos participaron en la primera Revolución rusa de febrero 1905, y durante la Primera Guerra Mundial ella viajó con Trotski por Europa, de Viena a París pasando por Zürich para volver a Rusia en mayo de 1917.
Tras la Revolución de octubre que derrocó al gobierno de Alexander Kérensky y aniquiló al zarismo, trabajó con Inessa Armand y Anatoli Lunacharski en el comisariado de Educación, encargada inicialmente de la conservación de los museos y los monumentos históricos hasta que, en 1929, Trotski y Natalia Sedova fueron expulsados del país.
Sus vidas se habían vuelto una persecución permanente: vivieron exiliados en Turquía, Francia, Noruega y, acogidos al refugio que les dio el general Lázaro Cárdenas de Río en la Ciudad de México –considerándolos huéspedes personales- residieron ahí hasta el atentado que causó su muerte en 1940 en una casa que mandaron fortificar, en la esquina de las calles de Viena 19 y Morelos, en el barrio de Coyoacán.
Tras prolongados preparativos y un plan bien elaborado, Trotski fue asesinado por Ramón Mercader, agente estalinista español, quien haciéndose pasar por ciudadano belga bajo el falso nombre de Jacques Mornard, fingió interés en que Trotski lo ayudara a revisar un escrito para llegar hasta él, manipulando a Sylvia Ageloff, asistente de teórico bolchevique.
Tras la muerte de su marido un día después, a consecuencia de la herida en el cráneo provocada por un piolet de alpinista que Mercader había introducido entre sus ropas, Natalia Sedova se trasladó a París, en donde mantuvo contacto con intelectuales trotskistas exiliados.
Antes de morir en 1982, a los cien años de edad, escribió una obra biográfica sobre Trotski bien aceptada y reconocida, de tanta calidad y buen contenido como la elaborada por Víctor Serge, autor de El profeta armado y El profeta desterrado, que traza los perfiles más dramáticos de la vida del pensador e ideólogo nacido en Yukovka, Ucrania, en 1879.
Larisa Reisner también brilló en la política de Rusia, y algunos contemporáneos la llamaron la “Valkiria de la Revolución”, adecuada al prototipo e imagen de una mujer revolucionaria en la teoría y crítica del arte, estudiándolo en serio y al que, en sus pocos años de vida, aportó valor y trascendencia.
Nació en 1896 en Varsovia, capital de Polonia, en el seno de la familia de un profesor judío de Derecho, y tras estudiar en San Petersburgo, Larisa comenzó su carrera literaria, época en la que publicó en el diario antibélico Rudin, y luego de la Revolución de febrero de 1905, trabajó para Nóvaia Zhizn, el diario del escritor Máxim Gorki, fallecido en 1936, al morir también su hijo Alexéi.
En 1917 había participado en la preservación de los monumentos artísticos dentro del Instituto Smolny, como secretaria particular del comisario Anatoli Lunacharski; pero luego de unirse al partido bolchevique, se colocó en posiciones militares y políticas importantes, algo poco habitual en la época.
En 1919 estuvo en el Comisariado del Cuartel General de la Armada en Moscú, y en octubre de 1923 viajó a Alemania para ser testigo directo de la Revolución en contra del kaiser Guillermo II, y escribió dos reportajes memorables, publicados con los títulos Berlín, octubre de 1923 y Hamburgo en las barricadas.
Durante su estancia en Alemania se unió al dirigente revolucionario internacional Karl Radek; pero en 1926, Larisa Reisner murió en Moscú a los treinta años de años de edad, sin haber desarrollado su potencial como militante y activista de un proceso político que solamente tenía nueve años de haber nacido.

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