Miguel Tirado Rasso
El Partido de la Revolución Democrática tiene un rato ya con el rumbo perdido. De aquel partido que logró sumar a las principales fuerzas de izquierda en un proyecto político con grandes expectativas y posibilidades reales de alcanzar el poder, no queda más que el recuerdo. La pura nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, como dice la canción. A unos meses de cumplir 28 años (el PRD fue fundado el 5 de mayo de 1989), el Sol Azteca se opaca ante lo que han sido, históricamente, sus principales retos, inalcanzables: la unidad y la gobernabilidad.
A lo largo de su existencia, este partido ha tenido 15 presidentes, entre electos e interinos, pero únicamente seis han logrado concluir sus períodos estatutarios. Su muy sui generis conformación, a base de diferentes corrientes políticas o tribus, que no necesariamente comparten ideales y objetivos, ha sido el principal obstáculo para la integración y consolidación de este instituto que, en dos ocasiones estuvo a un paso de llegar a Los Pinos.
Y si en sus mejores momentos, el PRD llegó a ser la segunda fuerza política del país, ahora tiene que conformarse con un cuarto lugar en el escenario político, porque entre sus diferencias internas y las desbandadas, se ha debilitado, perdiendo militantes, preferencias y posiciones. Y es que, la lucha por el control del partido ha podido más que la voluntad por fortalecerlo y, tantos años de enfrentamientos en su interior, ahora le están pasando la factura.
Su mayor amenaza se llama Morena, el partido que su otrora dirigente y dos veces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, creó para convertirlo en una nueva y atractiva opción para las izquierdas, sin los inconvenientes de tener que compartir el poder y el control del partido. Así, el tabasqueño se alejó de las disputas tribales que, por lo visto, no tienen remedio, sin desechar la posibilidad de incorporar militancia perredista o de cualquier otro partido, en una operación hormiga que lo va fortaleciendo conforme avanzan los tiempos electorales.
Y si a la estrategia del dueño de Morena, se añade la escasa institucionalidad, la falta de sentido de pertenencia, el desprecio a la unidad, la ausencia de lealtad, el oportunismo y, en particular, la ambición política, el ex Jefe de Gobierno de la capital tiene aseguradas nuevas y considerables incorporaciones de cuadros de buen nivel de otros partidos.
El más reciente, es el caso del coordinador de los senadores perredistas, Miguel Barbosa, quien, recientemente, sorprendió con el anuncio de su respaldo a la candidatura presidencial del líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, bajo el argumento de ser la mejor opción. Con esto, y porque además señaló que habrá de promover esa candidatura entre la militancia perredista, el senador Barbosa, rechaza cualquier otra opción que proponga su partido en lo futuro. En pocas palabras, el senador se brincó las trancas.
La seducción del coordinador Miguel Barbosa por Morena, no dejó de llamar la atención, en particular por algunas expresiones no precisamente muy favorables a la figura de Andrés Manuel, que habría formulado el senador en el pasado. En algún momento lo llegó a calificar de soberbio infinito, además de acusar, al tabasqueño y a su partido, de ser “solo representantes de la izquierda dogmática”. Pero algo hizo cambiar de opinión al senador, que llegó a decir “nadie le va a rogar a López Obrador con esa soberbia”, porque, si bien, ahora no le ruega, lo respalda y lo promueve.
La bancada del PRD en el senado se ha visto afectada por la deserción, desde hace ya un tiempo. Si originalmente estaba integrada por 22 legisladores, ahora cuenta con 19 miembros, de los cuales, al menos nueve han expresado su deseo de tomar otros rumbos políticos. Siete, abiertamente morenistas, se inclinan por el mesías tabasqueño, aunque no están dispuestos a abandonar las comodidades y ventajas que representa continuar en la bancada perredista. Los otros dos, por el momento prefieren seguir un rumbo independiente, aunque tampoco se atreven a abandonar el barco del partido que los postuló.
Por lo pronto, el Comité Ejecutivo Nacional del PRD acordó cesar a Barbosa como jefe de la bancada en el Senado, además de suspenderle sus derechos partidistas, además de revisar los casos de los otros senadores que rinden lealtad a la dirigencia de otro partido, pero que disfrutan de las prebendas que les provee el hecho de continuar en la bancada del partido que los postuló y que ahora desprecian.
Por su parte el senador Barbosa declaró que va a acudir a los tribunales para impugnar la resolución de la dirigencia de su partido, porque no está de acuerdo en que lo quiten de la coordinación de la bancada del Sol Azteca, alegando que al expresar sus preferencias electorales, no incurre en ninguna violación a los estatutos de su partido, en una interpretación muy a modo a sus intereses.
La realidad es que existen dos razones muy poderosas para que el senador haga lo imposible por conservar el cargo de coordinador.
La primera es que para Morena, Miguel Barbosa tiene mayor peso político, como pastor de los senadores perredistas que como simple legislador. En esa calidad, le aporta más al proyecto de López Obrador y puede negociar en mejores condiciones su incorporación a Morena.
La otra razón de Barbosa para no renunciar a su coordinación, tiene que ver con los recursos que maneja en su calidad de coordinador de los senadores, y que, por cierto, no son pocos. Apoyos económicos, dietas, vehículos y asesores. Una considerable bolsa que le permite llegar a Morena y ofrecer algo más que su respaldo personal al proyecto presidencial del tabasqueño, justo cuando más lo necesita para su permanente campaña “no electoral”, como la ha considerado la autoridad electoral.
Miguel Barbosa se siente tranquilo, porque afirma que su bancada lo protege y no permitirá que lo destituyan de la coordinación. Hay que recordar que de los 19 senadores que en teoría tiene el PRD, nueve no responden a los llamados de la dirigencia perredista.
Por otro lado, en el Sol Azteca, como es su costumbre, y con un notable sentido de la oportunidad, aprovechan cualquier coyuntura para moverle el tapete al dirigente en turno. Los Chuchos, los de la Nueva Izquierda, Los Galileos y Foro Nuevo Sol, se distraen reclamando la cabeza de su presidenta, Alejandra Barrales, en lugar de concentrarse en resolver el desastre que tienen en el senado y en otros campos.
Así, mientras unos perredistas por conveniencia promueven la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, los dirigentes de las tribus, en sus pugnas por el poder, siguen cavando la fosa de su partido.