Miguel Tirado Rasso
El proceso para la renovación de la presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), avanza casi desapercibido, sin que la instrucción de la actual dirigencia de llevar una campaña positiva y de propuestas, sin ataques personales, haya sido acatada por los aspirantes que, a la primera oportunidad, se lanzan acusaciones que poco abonan a la imagen de un tricolor venido a menos.
Con tropiezos desde el principio. La salida del Dr. José Narro de la contienda para la elección de la dirigencia y su renuncia a 46 años de militancia priista, tuvo su impacto al cuestionar la transparencia y el piso parejo de una competencia en la que, por más que se quiera ocultar, el gobernador con licencia, Alejandro Alito Moreno, aparece como el favorito de quienes tienen control y recursos para inclinar la balanza a su favor.
Finalmente fueron tres los candidatos registrados para la elección de dirigente, Yvonne Ortega, Alejandro Moreno y Lorena Piñón. Esta última, rehabilitada por resolución de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que dejó sin efectos su expulsión del partido y la cancelación del registro de su candidatura que los órganos internos del PRI decretaran como sanción por haber participado como aspirante del PAN a una diputación local en Veracruz. Por extemporánea, la autoridad electoral habría anulado la sanción.
La semana pasada se llevó a cabo el primero de los dos debates programados entre los tres candidatos, y la crónica del evento no es muy favorable. El fondo, escaso y pobre. Lugares comunes y acusaciones de traición y corrupción, como si lo visto en el pasado mediato no hubiera sido suficiente para todavía insistir en aquello de que aún hay más, como diría el clásico. Y es que pareciera que la difícil circunstancia del tricolor como oposición de tercera, no da para despertar ánimos ni para definir el rumbo que lo despabile y lo reincorpore en la lucha por un reposicionamiento en el escenario político nacional.
La falta de figuras y personajes destacados, fue lo sobresaliente del debate. Si consideramos que a la nueva dirigencia le corresponderá definir el futuro de este partido, tras 90 años de existir; que lo que está en juego, sin exagerar, es su sobrevivencia, ante la gravedad de la crisis que enfrenta, sin duda, la peor de su historia, es de llamar la atención el poco interés, la escasa importancia que priistas destacados han mostrado por este proceso. Su ausencia y su silencio son un mal mensaje cuando, el otrora partido del carro completo, requiere más presencia, apoyo, compromiso y unidad de sus figuras.
O cómo interpretar la ausencia de los once gobernadores que todavía le quedan al tricolor, y la de 15 de los 17 ex dirigentes del otrora partidazo (los dos que asistieron llegaron con retraso de una hora) o la de su actual presidente, Claudia Ruiz Massieu, que según el reporte periodístico (Reforma, julio 8), tampoco estuvo presente. Tantas ausencias dan lugar a sospechosismo, sobre todo, si como se dice, hay un candidato que ven con buenos ojos en Palacio Nacional y, entonces, lo recomendable es la discreción.
Como en los mejores tiempos del PRI, algunos han operado para asegurar que su gallo no sufra ningún tropiezo rumbo a la meta, y jugar con el padrón de militantes y controlarlo, en una elección de consulta directa a la militancia, resulta fundamental. Así, además del apoyo expreso de parte de 11 gobernadores priistas en favor del ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, con todo y lo que esto significa en nuestro pragmatismo político, el padrón, en ciertos estados ha mostrado un incremento atípico de afiliados en el primer semestre de este año, justo cuando el tricolor anda de capa caída y resulta poco atractivo para el ciudadano.
Van algunos números. En el estado de donde es originaria la compañera de fórmula del candidato Alito Moreno, Coahuila, el padrón aumentó ¡270 por ciento!; en Campeche, su tierra natal, creció en casi 50 por ciento; en Oaxaca, 40.3 por ciento y en la Ciudad de México, en donde la presencia del PRI es prácticamente nula desde hace más de 20 años, el aumento fue de ¡62.3 por ciento!
Y luego dicen, que no hay gato encerrado en esta elección.