Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Al ex presidente se le endosa la
responsabilidad del decepcionante
resultado electoral, pues varios de los
candidatos derrotados a posiciones
claves, habrían sido elegidos y
apoyados por él.
Ningún otro expresidente de los EUA ha tenido que enfrentar tantas y tan variadas investigaciones judiciales luego de haber concluido su período presidencial, como es el caso de Donald Trump. Este personaje, también hizo historia como el único mandatario norteamericano sometido a dos juicios políticos (impeachment). El primero, por abuso de poder y obstrucción al Congreso y el segundo, por incitación a la insurrección contra el gobierno.
Hay que decir que en los dos casos no se aprobó la procedencia del juicio, cuestión de votos y cierto prurito político, por lo que el magnate pudo concluir su mandato, aunque en un ambiente inusualmente accidentado, por reclamos, sin fundamento, de fraude electoral.
Como empresario de profesión y ajeno al quehacer político, Donald Trump gobernó ajeno a las formas y reglas no escritas de la política ni menos a códigos diplomáticos que regulan las relaciones internacionales. Su estilo de gobernar fue un trasplante del modo en que el magnate maneja sus empresas, en las que solo su voz se escucha y su voluntad prevalece.
El megalómano neoyorquino, no aceptó ni respetó normas o acuerdos que contravinieran sus proyectos, políticos o de gobierno. Además de imponer siempre una particular interpretación de los hechos y circunstancias de acuerdo a su personal conveniencia, lo que significó que, las más de las veces, desechara la realidad para manejarse con alternativas ficticias.
Su candidatura a la presidencia, en 2015, con un discurso populista y nativista, cayó como anillo al dedo a diversos sectores de la población estadounidense, inconforme con su circunstancia, hartos del establishment y deseosa de un cambio. La posibilidad de que un “exitoso” empresario tomara las riendas del gobierno para sustituir a una clase política desgastada, animó a muchos, que imaginaron que, con el productor del programa televisivo The Apprentice, “América (EUA) volvería a ser grande”, como rezaba su lema de campaña.
La presidencia de Trump fue una mala experiencia para el país vecino, que, además, dejó profundamente polarizado al pueblo norteamericano. El balance de sus cuatro años de gobierno no es positivo y quedarán para la historia sus acusaciones infundadas, de fraude electoral, con lo que puso en riesgo la democracia de los EUA, al incitar a sus simpatizantes a tomar por asalto El Capitolio.
Para el profesor de gobernabilidad de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky, la toma de El Capitolio, fue la respuesta al discurso de Trump, repetido una y otra vez durante cinco años, diciéndole a su base que los demócratas “están arruinando el país y subvirtiendo la democracia…Las palabras tienen significado, tienen poder.” Señalaría el politólogo en una entrevista para el portal BBC News Mundo.
Pero resulta que Donald Trump, con todo y seis investigaciones a cuestas: por intento de revertir los resultados de las elecciones de 2020; obstruir o retrasar la certificación de la elección presidencial; instigar el asalto al Capitolio; falsear información para obtener préstamos; mal manejo de información confidencial, y fraude fiscal, decidió postularse, por tercera ocasión, como aspirante a la candidatura presidencial. Un destape, un tanto precipitado, que no cayó muy bien entre algunos republicanos.
Importantes donadores de ese partido manifestaron ya su inconformidad con la pretensión del ex presidente al que, han dicho, no respaldarán con financiamiento. Y es que, con los resultados de la elección de mitad de mandato, en la que se esperaba una barredora republicana, el partido les quedó a deber a sus simpatizantes. Si bien, recuperaron el control de la Cámara de Representantes, el resultado fue muy apretado y, en la de senadores no pudieron evitar que los demócratas retuvieran el control.
Al ex presidente se le endosa la responsabilidad del decepcionante resultado electoral, pues varios de los candidatos derrotados a posiciones claves, habrían sido elegidos y apoyados por él, para los que resultó el beso del diablo. Esto ha hecho que el ambiente entre los republicanos no le sea tan favorable como hace siete años, cuando arrasó para su candidatura.
Republicanos de peso han expresado su desencanto por ese nuevo intento por participar, cuestionándolo y recomendando su retiro. Además, ahora hay quien le dispute la candidatura, como es el caso del gobernador electo por Florida, Ron DeSantis, quien ha surgido como un fuerte contrincante.
Parece que, en esta ocasión, a Trump no le será fácil alcanzar la candidatura republicana.