Miguel Tirado Rasso
Ni que decir que a partir de la elección presidencial del nuevo milenio, los usos y costumbres para la renovación del ejecutivo federal pasaron a mejor vida. Aquella sentencia priista que obligaba al inmovilismo de quienes aspiraban a la silla presidencial, en espera de las palabras mayores que habrían de dar paso al destape del candidato elegido, además de obsoleta, resultó ya inoperante en los nuevos tiempos políticos del país.
Vicente Fox, entonces gobernador de Guanajuato, decidió manejar sus propios tiempos y, brincándose las trancas de su partido, se adelantó por mucho a quienes aspiraban a la candidatura presidencial panista, sorprendiendo a la dirigencia blanquiazul que no le quedó otro camino que el de postularlo, en noviembre de 1999. Y es que el guanajuatense, había arrancado, prácticamente, dos años antes en su carrera hacia Los Pinos.
Siguiendo aquellos exitosos pasos, Felipe Calderón, siendo secretario de Energía, no tuvo empacho en hacer públicas sus aspiraciones políticas, adelantándose también dos años al proceso electoral. El madruguete no le gustó al Presidente Fox, que le hizo una amonestación pública, tras la cual Calderón renunció a su cargo, y se dedicó a construir su candidatura que habría de tener un final feliz.
Seis años después, y en un escenario político diferente al acostumbrado por el PRI, como partido de oposición, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, alcanzaría la candidatura presidencial de su partido y el triunfo electoral. En este caso, como en los dos anteriormente mencionados, también hubo anticipación del aspirante, quien tras una eficiente operación política, habría obtenido la postulación como candidato de unidad de su partido, evitando las divisiones internas que, en el pasado le habían costado muy caro al tricolor.
El denominador común en los casos relatados, es la actividad proselitista anticipada de los aspirantes a los tiempos que la ley y los usos y costumbres señalaban, lo que, ciertamente, les dio una ventaja sobre sus contrincantes. Esta lección de madruguete, es la que ahora han puesto en práctica varios aspirantes, ignorando los dictados de una legislación electoral lejana a la realidad política y con dificultades de aplicación. De ahí, que todos los días, el aspirante presidencial decano, único candidato oficial auto nombrado, el fundador de Morena, y los aspirantes del PAN, del PRD y los independientes que se van sumando, la violen con absoluta impunidad. Y es que, todos actúan con la seguridad de que el Instituto Nacional Electoral no se atreverá a sancionarlos por el delito de actos anticipados de campaña, que cotidianamente cometen, porque tendría que borrar de un plumazo a todos los aspirantes de esos partidos, dejando un escenario desierto.
Por cierto, el único instituto político que no ha incurrido en esa infracción es el PRI, que hace nostalgia de sus mejores épocas, y mantiene en suspenso el banderazo de arranque para quienes aspiran a la candidatura presidencial de su partido. Suponemos, sin embargo, que hay nerviosismo en el ambiente, pues los de la oposición no han perdido el tiempo y se promueven, no sólo en el país, sino hasta en el extranjero también.
No hay manera de saber en qué país estaban pensando los legisladores cuando aprobaron las reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE). Abundan disposiciones que más que resolver las fallas del COFIPE, han complicado el proceso electoral con señalamientos de detalle que fácilmente dan lugar a infracciones.
Por lo pronto, los partidos políticos ven que el tiempo se les viene encima, lo que provoca que, algunos, como el Sol Azteca entren en crisis. La indefinición sobre en cuál candidatura montarse, los tiene perdidos en la confusión y, a su estilo, se enredan en dimes y diretes, pugnas internas por hacerse del control del partido o lo que queda de él. Otros, como en el PAN, la preocupación no es por la falta de candidato, tienen por lo menos tres competitivos, sino porque les urge evitar fracturas y lograr una candidatura de unidad. En el PRI, algo sabrán que desconocemos y por lo pronto no dan color sobre sus posibles precandidatos, que están perdiendo tiempo y oportunidad. Y los de Morena, ni sudan ni se acongojan, porque en ese caso, primero fue el candidato y luego el partido.
De acuerdo a los tiempos que marca la Ley Electoral vigente, el proceso electoral para la elección presidencial de 2018 iniciará en la primera semana del próximo mes de septiembre. La selección interna de los precandidatos la deberán hacer los partidos, conforme a sus estatutos, entre septiembre y octubre. El período de precampañas arrancará a partir de la tercera semana de noviembre, con duración de 60 días. Del 15 al 22 de febrero del año que entra, los partidos deberán registrar a sus candidatos presidenciales. La campaña presidencial se prolongará por 90 días (marzo, abril y mayo), y concluirá tres días antes de la fecha de la elección que tendrá lugar el primer domingo de junio de 2018.
Como se puede apreciar, el activismo desatado de los aspirantes, nada tiene que ver con los tiempos establecidos en la ley, al menos por lo que a las precampañas y actos anticipados, se refiere. ¿Se infringe la ley? Sin duda, pero, ¿quién se atreve a lanzar la primera piedra?