Luis Alberto García / Moscú
*Dirige a Croacia rezando y hablando, con un rosario en la mano.
*Creyente y católico practicante, su abuela ha sido su inspiración.
*Sorpresiva derrota ante España por 6-0, a dos meses del subcampeonato.
*”Bora” Milutinovic elogia la confianza que tiene en sus futbolistas.
*No solamente calificó a los croatas, sino que los llevó a la final.
*Finlandia, Ucrania y Grecia, duros rivales para llegar a Rusia.
No habían pasado ni dos meses de la obtención del subcampeonato mundial en la Copa FIFA / Rusia 2018, cuando, el martes 11 de septiembre de ese año, Croacia sufría la más estruendosa derrota ante España, que había salido del torneo entre bostezos, anestesiada y finalmente eliminada (4-3) por el equipo anfitrión.
Haber sido designado director técnico a dos días de que la selección nacional -que ha contado con Luka Modric como su motor y genio- para afrontar un partido decisivo y clasificarse a un torneo de porte mundial, amerita ponerse a rezar como lo hace siempre Zlatko Dalic, quien logró no solamente la participación de los croatas en Rusia, sino que la hizo submonarca absoluta.
Por eso nadie se explica que, esa tarde septembrina y ante 30 mil asistentes, el conjunto del uniforme ajedrezado en rojo cayera (6-0) en el estadio Martínez Valero de Elche, permitiendo que una España diferente a la que actuó en Rusia bajo el mando de Fernando Hierro, hubiese cambiado tanto, mostrándose otra, distinta, como la que en esa fecha manejó con maestría Luis Enrique Martínez.
Dejando atrás la nostalgia de la XIX Copa del Mundo de Sudáfrica, con Andrés Iniesta como director de un concierto futbolístico y autor de un gol que valió el trofeo en 2010 –y ya anunciado su retiro de la selección para irse a jugar a Japón-, los de Luis Enrique mostraron una pegada desconocida, con Marco Asensio por encima de sus otros diez acompañantes.
El 15 de julio de 2018 por la mañana, horas antes de la gran final en el estadio Luzhnikí, Dalic exaltó la gesta de su equipo que, tras un recorrido épico y sorprendente –inesperado diría la prensa croata- consiguió llevar a los representantes de su pequeña nación a batirse resueltamente contra Francia.
Marcada favorita y con grandes exponentes -Lloris, Pavard, Varane, Mbappé, Griezmann, Giroud, Pogba y Umtiti por mencionar sólo a algunos-, Francia cumplió con las expectativas planteadas por Didier Deschamps, sin cometer las equivocaciones de 2016, cuando cayeron (0-1) dolorosamente en París, como finalistas frente a Portugal, acabando en Rusia con muchas sonrisas.
Hay un detalle extradeportivo para entender de dónde viene la fe que caracteriza a Zlatko Dalic: lleva siempre un rosario en la mano, cuyo uso se remonta a su niñez en Bosnia-Herzegovina, cuando asistía a misa como monaguillo, en el monasterio de Livno, el pueblo donde nació el 26 de octubre de 1966.
Ahí iba diariamente en compañía de su abuela –su inspiración-, quien lo enseñó a rezar; pero, además de su muy católico fervor religioso, el entrenador de Croacia –a donde emigró después de la guerra de los Balcanes de la década de 1990- siempre mostró respeto por el buen futbol.
Y también por el equipo que heredó de Ante Cacic en octubre de 2017, decaído e inmerso en un repechaje que lo llevó a enfrentar y vencer (4-1) a Grecia, y así acceder al mundial ruso, gracias a Dalic.
En septiembre de 2017, había terminado su contrato como entrenador del Al Ain de Arabia Saudita, al tiempo que Croacia participaba en la fase eliminatoria que la puso ante Finlandia para fortalecer sus esperanzas de clasificar directamente a Rusia; pero un empate (1-1) puso en la calle a Cacic, asumiendo Davor Suker –presidente de la Federación de Futbol de Croacia- la decisión de sustituirlo por Dalic.
“Todo fue tan rápido y la renuncia de Ante Cacic tan fulminante, que parecía el capítulo de una novela surrealista o una broma de buen gusto”, dijo Zlatko, quien tras vencer a Ucrania en la última fecha eliminatoria y acabar con Grecia en la repesca, obtuvo el pasaje a Rusia, necesitando catorce juegos para hacer subcampeona del mundo a Croacia.
En las eliminatorias ordenó desplegar un estilo de toque para lucimiento personal de sus jugadores, especialmente de Modric, quien reveló que ni siquiera conocía a Zladko, al contrario de Iván Rakitic y Mario Mandzukic, integrantes de la selección Sub 21, que lo vieron trabajar detalladamente como auxiliar técnico.
Con el rosario de su abuela, pocos llamados de atención o gritos desde la orilla de la cancha y mucha confianza en ambos, se hizo evidente que la selección croata tenía fuerza y talento en el medio campo, con la pelota pasando por ellos y finalizando en los pies privilegiados de Modric, su mejor futbolista, ganador del “Balón de Oro” de 2018.
Velibor “Bora” Milutinovic -el serbio que ha conducido a las selecciones de México, Costa Rica, Nigeria, China y Estados Unidos en otras tantas justas mundialistas, imponiendo marcas como director técnico debido al conocimiento de todos los estilos de juego posibles, mostrados por cuadros tan diferentes-, aseguró que Dalic confía a ciegas en la dinámica y desequilibrio de sus alumnos.
“A sus hombres más dotados, a los de mayores cualidades –Subasic, Modric, Rakitic y Mandzukic, sumados Vida, Perisic y Kovacic- les dio libertad total, basándose en las influencias de Vicente del Bosque y Johan Cruyff”, afirmó Milutinovic, quien dice haber aprendido a jugar futbol con su hermano Milosh.
Considerado uno de los grandes jugadores de todos los tiempos de la antigua Yugoslavia, compañero de Milutin Soskic, Dragoslav Sekularac y Drazen Jerkovic, Milosh Milutinovic convivió y jugó posteriormente con Miljan Miljanic, quien sería entrenador del equipo nacional yugoslavo y del Real Madrid en la década de 1970.
Antes del juego contra Francia, Dalic dijo que Croacia se había hecho historia: “Carecemos además de infraestructura deportiva, y por eso somos un milagro de Dios, en espera de ganar el cetro mundial (que horas después levantarían los franceses), en espera de enfrentar a Inglaterra en la Liga de las Naciones de reciente creación, sin siquiera contar con un estadio para un juego de ese nivel”.
Para Dalic, esa es una oportunidad única en la vida, y no puede haber excusas al referirse a la sobrecarga de sus jugadores respecto a los de Francia, que tiene figuras estelares, de gran dimensión, y concluye:
”Con la diferencia de que ellos participan en la élite europea, mientras nosotros apenas vamos en el quinto mundial, sin haberse cumplido aún tres décadas de nuestra independencia política, que ha sido otro obsequio divino”.