CIUDAD DE MÉXICO.- En medio de un ambiente post-pandémico y ante una inminente desaceleración económica global, especialistas en nutrición buscan reavivar una filosofía alrededor de la producción, distribución y degustación de alimentos con el objetivo de garantizar el acceso de estos a toda la población, al tiempo que su producción sea sustentable para el planeta.
De acuerdo con información consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) en el sitio web de la organización internacional de Slow Food, hay en la actualidad más de 160 países, incluido México, adheridos a esta no tan nueva conceptualización de lo que significa comer, pues su origen data de la década de 1980.
Para comprender un poco más al respecto, sobre esta tendencia que empieza a recobrar fuerza en las principales ciudades europeas, estadounidenses y en algunas de Latinoamérica, su Manifiesto precisa que deben existir por lo menos tres condiciones: bueno, limpio y justo.
Cuando la organización internacional Slow Food explica el primer precepto, el de lo “bueno”, hace referencia a la calidad del alimento en donde se busca garantizar que los productores cumplan con no alterar el carácter natural de las frutas, verduras y granos.
Respecto al enfoque de lo “limpio”, se pretende que toda la cadena agroindustrial se oriente a preservar el ecosistema y no contamine; mientras que la visión de lo “justo” se determina por las condiciones de trabajo de las personas que participan en dicha producción, así como en buscar que todos tengan la posibilidad de acceder a estos alimentos.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), que ha diseñado e implementado proyectos de slow food en distintas partes del mundo, publicó en 2020 un informe denominado “Sistemas agrícolas hereditarios con importancia global” en donde destaca que esta filosofía es una herramienta para alentar a los agricultores y a los gobiernos a preservar los sistemas alimentarios locales, tradicionales y sostenibles.
Recientemente, el italiano Carlo Petrini, considerado el fundador de este movimiento y Embajador especial de la FAO para el programa “Hambre Cero”, en una entrevista con el diario español The Objective, atajó la creencia de que dicho movimiento es solo aplicable en países con dinero como los europeos, pues uno de sus ejes es el de promover la sinergia de los productores, agricultores, pescadores, ganaderos, académicos, cocineros y consumidores en pequeñas comunidades mediante un enfoque de “globalización positiva” que los ayude a empoderarse, mediante la producción sustentable de sus alimentos.
Entre los principales problemas a resolver, advirtió Petrini, está el desperdicio de comida en el mundo. “Producimos comida para 12 mil millones de personas y somos 7 mil millones. El 30% va a parar a la basura y esto conlleva a un aumento de CO2”. Y aseguró que si se continúa de esta manera, será el desastre.
Finalmente, el experto, al comentar el informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre el “Hambre Cero” de 2019, en el que se señala que el número de personas que padecen hambre en el mundo sigue creciendo lentamente, pone énfasis en que para combatir la pobreza, la desigualdad y la marginación, se necesitan políticas valientes de los gobiernos de todo el mundo; políticas que adopten y promuevan un modelo agroecológico, inclusivo y socialmente justo de producción de alimentos.
AM.MX/fm