Moisés EDWIN BARREDA
Aunque es temporada de fiesta en la “tierra de los muertos” que preside Mictlantecuhtli, y sale a relucir la “calavera garbancera” de Posadas, llamada Catrina por Diego Rivera por el lujoso sombrero orlado con plumas de avestruz que luce, no olvidemos a los vivos y, sobre todo, los más vivillos.
Obligado por el aviso de exceso en el cementerio de mi correo electrónico decidÍ depurarlo hurgándolo y hallé vieja edición de la columna “Acento” del colega periodista Salvador Flores Llamas (QEPD en el Mictlan), que relata información que le aportó el general Miguel Ángel Godínez, quien fuera jefe del estado mayor presidencial en el régimen de José López Portillo, la que me confirma que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari buscaba reelegirse o ser el poder tras el trono. En otra entrega la leerán.
No cabe duda que Salinas hizo obras como buen taumaturgo, pues su trasfondo: conseguir la reelección, pasaba inadvertido para todos. Desistió por dos razones: Colosio le dio la espalda manifestando su propósito de democratizar a su partido y hacer efectiva la tan cantada justicia social, y temor a lo que le sucedió a Álvaro Obregón. Enfrentó la alternativa el poder político o vivir gastando la fabulosa fortuna que amasó mediante su perverso gobierno espurio. Optó esto último
Como ya he dicho, ya avanzado su régimen Salinas lanzó el buscapiés de la reelección para ponderar las reacciones y posibilidades de lograrla. Incluso sucedió que en una fiesta de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión un charro con arrastre popular contratado para animarla, al terminar su espectáculo le pidió gritando “¡Reelíjase, señor presidente!”. Entusiastas aplausos rubricaron el desaforado grito
En ese entonces yo era director ejecutivo de Siglo XXI, semanario editado por el periodista Guillermo Ayala Ortiz. En él critiqué el grito del farandulero y publiqué caricatura de Salinas arrojando tomates a estatua de Madero. Al rato afirmó que no se reelegiría y ordené la misma caricatura de Salinas limpiando a Madero. Además recordé que designó a Colosio para sucederlo a pesar de su pacto con Camacho Solís y el padre del corrupto comprado por Odebrecht.
Brotaron especulaciones: que si Camacho, que si Lozoya. y de allí la famosa “No se hagan bolas, el bueno es Colosio” de Salinas Por eso me vino a la idea de que eligió a Colosio para imitar a Porfirio Díaz, quien designó a su compadre para que modificara la Constitución del 57 y poder reelegirse, como luego hizo obregón con calles. Éste le frustró la idea de perpetuarse en el poder y la adoptó. Pero Lázaro Cárdenas le salió al paso.
Me llamaba la atención el que siempre en los actos públicos durante toda su campaña y al principio de su gobierno, Salinas vestía chamarras o camisas con hombreras, como las prendas militares. Desistió de esa costumbre, quizá porque alguien le hizo ver que ese hábito desnudaba su afición al poder y su tendencia al autoritarismo.
Adelanto algo de la entrega II de la columna, donde queda claro que el ejército zapatista fue creación de Carlos Salinas, pues antes de 1994 fuerzas del ejército ubicados a alzados del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), su presunto “comandante” obispo Samuel Ruiz García (lo dice Godínez) y su subcomandante “Marcos”. Parte de la hueste iba armada con rifles de madera y algunas escopetas “güiloteras”. Los podían capturar en cualquier momento; pero Salinas ordenó que no lo hicieran. Por eso murieron tantos de ellos el primero de enero de 1994 en Ocosingo, Chiapas.
Al ocuparse del tema, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), creada por el propio Salinas como parte de la demagogia de su régimen, asienta que “Los orígenes político-militares del EZNL se encuentran en las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), una organización clandestina formada a finales de los años 60 en el norte de México (…)
“A principios de los setenta, las FLN dieron fin a sus actividades de manera abrupta cuando su estructura en la ciudad de México fue descubierta por las fuerzas de seguridad del Estado y muchos de sus militantes, tanto en Chiapas como en la Ciudad de México, fueron brutalmente asesinados. Sin embargo, sus sobrevivientes no se dieron por vencidos y lograron reorganizarse e instalarse en 1983 en Chiapas, persiguiendo los mismos objetivos, para finalmente formar el EZLN.”