miércoles, enero 22, 2025

Silabario de política

Invasión no ortodoxa, entre los objetivos de R. Johnson

I/II

Moisés EDWIN BARREDA

No se requiere mucho talento o ser pitoniso para barruntar que la ominosa conversión que hizo Washington del ex soldado Ronald Johnson en diplomático a la carrera para dirigir su embajada en nuestro país, so pretexto de también colaborar con el gobierno mexicano a combatir al narcoráfico y la inseguridad, sea preludio de nada ortodoxa invasión, empezando por sondear las posibilidades y personas que podrían contribuir a hacerla sin escándalo que levante ámpula.

A esa premonición, que no tiene nada de paranoia, contribuye el que muchos años el intefecto fue funcionario de alto rango de la Agencia Central de Inteligencia –traducción de CIA— destacado para operar en América Latina.

Por como van las cosas y por los decires y acciones de los títeres del traidor apátrida carlos salinas de gortari, entre ellos el claudio xoconostle laporte y el González, no es difícil que, como escribiera María Gayón Córdova en su opúsculo titulado “1847-1848 La resistencia popular a la invasión yanqui en la ciudad de México”, quizá más pronto que tarde en el ámbito rural –inicialmente— millones de mexicanos andemos hostigando y cazando a la soldadesca gringa, como entonces en esta capital federal.

No olvidamos que el nombramiento de Johnson y sus designios es una de las evidencias más claras del fuerte disgusto de washington porque el gobierno de la Cuarta transformación ha recuperado la dignidad y la soberanía del país, algo antípoda al cínico entreguismo de carlos salinas de gortari a USA, de lo que dan certeza su Tratado de Libre Comercio de América del Norte y su orden al rapaz  Ernesto Zedillo, entonces Secretario de Educación, de eliminar de los libros de texto gratuito el pasaje relativo a los niños héroes de Chapultepec, lo que fracasó porque provocó indignación popular; pero sí se eliminó de los programas de estudio la historia antigua de México, claro afán de despojarnos de nuestras raíces y así comenzar a aceptar sin remilgos el entreguismo al vecino del norte.

Seguramente si se desclasificaran documentos de época de los vastos archivos de la cancillería de USA — Departamento de Estado– se podría confirmar que desde mucho antes del cínico y codicioso “destino manifiesto”, la embajada yanqui en México ha servido igual que en el resto de Latinoamérica, para buscar y dar oro mediante la CIA, sobre todo desde 1953, y luego también la USAID, a apátridas traidores que facilitaran derrocar gobiernos democráticos de veras, rebeldes a los dictados e intereses geopolíticos y económicos del propio Washington y las transnacionales que representa porque lo nutren y dirigen, o imponer directa o indirectamente los convenientes (Continuará

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