Juicio penal post mortem al sanguinario Díaz Ordaz
Moisés EDWIN BARREDA
Ahora que en nombre y representación del Estado Mexicano el nuevo régimen popular da disculpa pública al pueblo por el asesinato cobarde e indiscriminado a decenas de personas en la plaza Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, me sentí obligado a destapar el tintero, que tape definitivamente por razones de salud.
Mas esa disculpa pública será efectiva y se aceptará social y políticamente cuando se juzgue y sancione penalmente post mortem a ese criminal según su peor hecho, lo que es incontrovertible, como la historia y la nación siempre han reclamado y exigido aunque en silencio y la Constitución impide abrir causa a ex Presidentes.
Además ese juicio a díaz ordaz sería consecuente y aun los complementaria, con los artículos cuarto y quinto del acuerdo de la presidente Claudia Sheinbaum Pardo para dar esa disculpa, virtual petición de perdón, que a la letra dicen:
“Artículo 4°.- Quedan a salvo los derechos que legalmente les asisten a la víctimas y a sus familiares (los deudos).
“Artículo 5°.- Este reconocimiento político servirá para la materialización de actos subsecuentes – como el juicio penal que propongo– de impulso a la justicia, la preservación de la memoria histórica y la no repetición de los hechos.”
Y de no menor importancia es el sexto, que reza:
“Artículo 6°.- Como comandanta suprema de las fuerzas armadas, asumo el compromiso solemne y giraré las correspondientes órdenes formales para que sus estructuras y elementos nunca más sean utilizados para atacar o reprimir al pueblo de México.”
Así no se repetirán los sangrientos y muchas veces fatales ataques de la soldadesca a trabajadores mineros, textiles, ferrocarrileros, profesores… En resumen, las fuerzas armadas ya no serán lanzadas contra grupos u organizaciones de disidentes, con lo que al fin se cumplirá con la legislación castrense: “no obedecer órdenes que impliquen la comisión de crímenes.”
Afirmo lo que seguramente desde entonces piensan muchos: la falta de ese juicio es otra de varias razones para reconocer que tiene lagunas la lucha contra la impunidad, hija de la corrupción, o viceversa, preconizada y emprendida por el gobierno de la Cuarta transformación.
Destapo el tintero para manifestar que me mató la extraña mezcla de indignación y risa la inverecundia, la desfachatez con que gustavo díaz ordaz declaró al rendir su penúltimo informe a la nación, asumir íntegramente “la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”.
Ese verdadero ogro por mentalidad, apariencia y acciones se refería al crimen de lesa humanidad siempre vigente, cometido cobardemente por soldados del Ejército Mexicano en agravio de decenas de jóvenes, adultos y niños de ambos sexos y totalmente inermes; cargaron contra ellos cobardemente a bayoneta calada, como si se tratara de “…extraño enemigo…”
Y sí, aceptamos que ese “extraño enemigo” fue el conjunto de estudiantes, maestros y ciudadanos participantes en el movimiento popular que exigía se instaurara en el país democracia real, efectiva y todo lo que conlleva. Era “extraño enemigo”; pero de la pridictadura longeva que considerable fracción del pueblo decidió al fin aniquilar en julio del 18.
Esa cobarde carga se suma a las muchas que han manchado indeleblemente al Ejército Mexicano como institución porque sus dirigentes jamás rechazaron las órdenes de sucesivos comandantes supremos que implicaban la comisión de crímenes, cuyo único objetivo fue salvaguardar intereses de empresarios nacionales y extranjeros, de éstos sobre todo.