jueves, abril 18, 2024

San Ignacio de Loyola a 463 años de su muerte

CIUDAD DE MÉXICO, 31 de julio (AlmomentoMX).-  «Por este nombre de Ejercicios Espirituales se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente y de otras actividades espirituales según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, de la misma manera todo modo de preparar  y disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman Ejercicios Espirituales>>, esta es la primer anotación que hace San Ignacio de Loyola, a sus Ejercicios Espirituales, razón por la cual es reconocido como uno de los más fervientes católicos que lo llevo a ser santificado en 1622 por Gregorio XV, a quien recordamos hoy a 463 años de su fallecimiento en la ciudad de Roma.

Ignacio de Loyola nació en Loyola el 23 de octubre de 1491. Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Sin embargo, tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.

Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios espirituales (1522). Luego peregrinó a los Santos Lugares de Palestina (1523). De regreso a España comenzó a estudiar (ya con 33 años y para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado) en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.

Las primeras actividades de San Ignacio de Loyola difundiendo el método de los ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los «alumbrados» o a los seguidores de Erasmo de Rotterdam): en Castilla fue procesado, se le prohibió la predicación (1524) y hubo de interrumpir sus estudios.

En cambio en París (1528-34), donde se graduó como maestro en Artes (aunque no terminó los estudios de Teología), San Ignacio de Loyola consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza y apostolado en la Cueva de Montmartre. Ante la imposibilidad de marchar a hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se ofrecieron al papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes (1537).

En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la enseñanza, el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540; San Ignacio de Loyola, cuyo fervor y energía inspiraban al grupo, fue elegido por unanimidad su primer general.

La Compañía reproducía la estructura militar en la que Ignacio había sido educado, pero al servicio de la propagación de la fe católica, amenazada en Europa por las predicaciones de Lutero, que habían puesto en marcha la Reforma protestante. Las Constituciones que Ignacio le dio en 1547-50 la configuraron como una orden moderna y pragmática, concebida racionalmente, disciplinada y ligada al papa, para el cual resultaría un instrumento de gran eficacia en la «reconquista» de la sociedad por la Iglesia en la época de la Contrarreforma católica.

Aquejado de graves problemas de salud, San Ignacio de Loyola alcanzó a ver, sin embargo, en sus últimos años de vida, la expansión de la Compañía por Europa y América, con una fuerte presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de San Francisco Javier). Muerto Ignacio, le sucedió como general de los jesuitas su más estrecho colaborador, el castellano Diego Laínez. Fue canonizado en 1622 por Gregorio XV.

 

Los Ejercicios Espirituales. ¿Qué son?

Los Ejercicios Espirituales nacen de la experiencia personal de San Ignacio de Loyola, peregrino en búsqueda de la voluntad de Dios.

Puso por escrito algunas de las cosas que le habían ayudado personalmente, para poder así ayudar a otros. Por eso los ejercicios son también un libro escrito en un estilo conciso, dirigido sobre todo a quien los da. Tienen mucho de método y de pedagogía.

Desde hace cinco siglos han sido un modo de ayudar al encuentro con Dios en la propia vida, en el camino único e irrepetible de cada persona. Por eso los ejercicios acaban siendo una experiencia que marca un antes y un después en quien los hace.

 

Para qué

Los Ejercicios Espirituales se hacen para tomarse el Evangelio de Jesucristo en serio.

Para romper las ataduras interiores que nos impiden ser verdaderamente libres para amar.

Para descubrir el verdadero rostro de Dios, el que nos enseña Jesús.

Para percibir el modo concreto en que Dios nos invita a amar y servir.

Para no contentarnos con una vida mediocre, a medio gas, y llenarla de todo el sentido.

Para ir más allá de las ideologías, de las buenas intenciones, de las emociones pasajeras y saborear una verdad gozosa que permanece…

 

Para quién

Los Ejercicios Espirituales no son para «gente buena», que además así lo considera. No son para espíritus conformistas, ni para aquellos que lo quieren todo sin renunciar a nada.

Son para gente capaz de poner en juego lo que tiene para perseguir lo que ama, con un talante emprendedor y arriesgado en correspondencia con una apuesta existencial de gran alcance.

Gente sedienta de conversión profunda porque sabe que necesita algo más y algo distinto, o está convencida de la búsqueda y el anhelo de lo que Jesucristo promete.

Los Ejercicios requieren de la persona cierta estabilidad emocional, compromiso para mantener los tiempos de oración personal y capacidad para interiorización.

 

Cómo

Los Ejercicios son moldeables como el barro, se acomodan a quien los hace, a lo que busca y necesita. Por eso existen varias modalidades: en retiro y en la vida diaria, con acompañamiento personal o grupal, online o presencial. Los procesos pueden durar desde unos días hasta un mes en silencio, o varios años en la vida cotidiana.

Siempre hace falta reservar un tiempo para la oración personal, para la intimidad con Dios, con la ayuda de las orientaciones que proporciona la persona que los acompaña. Reposar las experiencias vividas, examinarlas para descubrir su significado más profundo.

El acompañamiento personal ayuda a orientar el proceso, descubrir la voluntad de Dios en la propia vida, animar y fortalecer al compromiso.

(Fuente: Biografías y vidas)

AM.MX/fm

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