Jorge Herrera Valenzuela
El escenario no podía ser mejor. El momento preciso e irrepetible. Pletórico en las partes bajas como en las altas. Cientos de mexicanos y decenas de invitados procedentes de países latinoamericanos, europeos, asiáticos y de Medio Oriente. Por primera vez en nuestra Historia Patria, no era tan solo un cambio de Presidente de la República y sí el inicio de una nueva forma de gobierno, un estilo innovador que rompió las tradiciones y protocolos acostumbrados.
Sí, esa fue mi apreciación del suceso que enmarcó la solemne sesión del Congreso de la Unión, cuyo único propósito fue el de que Andrés Manuel López Obrador recibiera la banda presidencial, después ir al micrófono y sumamente emocionado rindiera protesta de respetar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Enseguida un discurso, interrumpido varias ocasiones por el aplauso de la concurrencia, donde fue directo en cada punto que tocaba. Hizo un juicio objetivo de los gobiernos del pasado y reiteró su batalla contra la corrupción y la impunidad.
Sin hacer mención de carlos salinas de gortari, impulsor de la política neoliberal, el presidente López Obrador sentenció, con voz fuerte y mirando hacia el lunetario: “En el período neoliberal la corrupción se convirtió en la principal función del poder político”. Aseguró el primer tabasqueño que es Presidente de México: “en las últimas tres décadas las máximas autoridades se han dedicado, como en el porfiriato, a concesionar el territorio y a transferir empresas y bienes públicos e incluso funciones en el Estado a particulares nacionales y extranjeros”.
López Obrador fue contundente al decir: “Mi postura, la definí, con toda claridad, desde la campaña. Dije que no es mi fuerte la venganza y que si bien no olvido, si soy partidario del perdón y la indulgencia”. Eso para después insistir en que la nueva etapa se inicia sin perseguir a nadie, “porque no apostamos al circo y a la simulación”. Precisó que no buscará “chivos expiatorios” y que no habría juzgados ni cárceles suficientes para meter en prisión empezando “por los de mero arriba, tanto del sector público como del sector privado”.
DURAS CRÍTICAS A EXPRESIDENTES
López Obrador no dejó títere con cabeza. Fue directo contra el neoliberalismo que comenzó a la mitad del sexenio del colimense Miguel de la Madrid, quien, influenciado por su secretario de Programación y Presupuesto junto con el extranjero José María Córdoba Montoya, hizo que México entrara en crisis, esto debido al “fracaso del modelo económico neoliberal” y al predominio “de la más inmunda corrupción pública y privada”. Añadió que “nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo”.
El Presidente número 65 de nuestra República federal, popular y representativa, abrió un paréntesis de su severa crítica a los gobiernos del pasado, cuando expresó que “en dos sexenios consecutivos, de 1958 a 1970, cuando fue Ministro de Hacienda Antonio Ortiz Mena, la economía del país no solo creció al 6 por ciento anual, sino que este avance se obtuvo sin inflación y sin incremento de la deuda pública. Por cierto, Ortiz Mena no era economista, sino abogado”. Cierto en su apreciación fue con los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz cuando México fue autosuficiente alimentariamente, se produjo la zafra más alta, a nivel mundial, y exportábamos maíz, arroz, trigo, azúcar, frutas y legumbres. Hoy, somos importadores de casi todo eso.
Prosiguió el tabasqueño en su crítica analítica contra el neoliberalismo que propició la inflación y el endeudamiento mayor, así como que los mexicanos emigraran masivamente del territorio nacional, buscaran la vida en el trabajo informal o tomando el camino de conductas antisociales. Han sido 36 años de ese sufrimiento del pueblo mexicano,
A Vicente Fox y a Felipe Calderón, mencionados por sus apellidos paternos, los calificó como derrochadores del cuantioso ingreso que se tuvo por la venta de petróleo al extranjero. “Todo se derrochó o se fue por el caño de la corrupción”. Obvio, los dos expresidentes PANistas no recibieron invitación para asistir a la transición presidencial. Con Fox la deuda pública era de 1.7 billones y Calderón la dejó en 5.2 billones y el saldo al término del sexenio de Peña Nieto, es de ¡Diez Billones!
Peña Nieto solamente frunció el ceño, pero más fuerte recibió el golpe, seco dirían los jugadores de ruleta, cuando escuchó una frase de siete palabras, dichas por su sucesor: “Se cancelará la mal llamada Reforma Educativa”. Minutos antes López Obrador manifestó que cuando se habló de la Reforma Energética “nos dijeron que vendría a salvarnos (y eso) solo ha significado la caída de la producción de petróleo y el aumento desmedido en los precios de las gasolinas, el diésel, el gas y la electricidad”.
“Somos la Nación que más importa maíz en el mundo. Antes del neoliberalismo, producíamos y éramos autosuficientes en gasolinas, diésel, gas, energía eléctrica, ahora compramos más de la mitad de lo que consumimos, de estos insumos”, dijo en otra parte de su discurso de toma de posesión, este sábado 1 de diciembre de 2018. Seguramente Peña Nieto, para esos momentos, ya no agradecería las palabras que el tabasqueño le dedicó al inicio del discurso: “Licenciado Enrique Peña Nieto, le agradezco sus atenciones, pero sobre todo le reconozco el hecho de no haber intervenido, como lo hicieron otros presidentes, en las pasadas elecciones presidenciales”.
PREGUNTA PARA MEDITAR:
¿Los cuatro expresidentes referidos en el texto del discurso, seguramente prefieren mantenerse en absoluto silencio, o harán alguna declaración personal o indirectamente?
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