JORGE HERRERA VALENZUELA
Desde el 1 hasta el 30 de septiembre, el noveno mes del año, nos trae rememoraciones del final de 302 años de vida virreinal, de los días del Siglo XIX cuando sufrimos la invasión bélica de las tropas norteamericanas, de los cuatro devastadores sismos, uno en 1985 y tres en 2017. Ah, septiembre comienza con la instalación del Congreso de la Unión (hasta 2005, en esa fecha, el Presidente de la República rendía su Informe) y termina con el aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón, sin que olvidemos que un 27 de este mes se consumó la Independencia de México.
En este miércoles 19 se cumplen 33 años del terremoto que destruyó unidades habitacionales, parte el veterano multifamiliar Juárez, hospitales, edificios que albergaban a estaciones de radio y de y televisión, casas unifamiliares, hoteles. Eran las 7 de la mañana con 19 minutos cuando se paralizó la Ciudad de México, la Capital del País, aún denominado Distrito Federal. Los daños se extendieron a 17 Estados. Oficialmente hubo 3,192 personas fallecidas; pero se habló de que el número de víctimas se elevó a ¡veinte mil!
La sociedad civil reaccionó con tal inmediatez que oportunamente, en muchos de los casos fue valioso el auxilio que llegó a los sitios de la tragedia. La noticia se difundió a nivel mundial y recuerdo que Jacobo Zabludowski desde su radioteléfono, en el automóvil, detalló todo lo que ocurría en la Avenida Juárez, en la Unidad Habitacional de Tlatelolco, en el ala norte del Multifamiliar Benito Juárez de la Colonia Roma, así como el desplome del edificio del Hospital Juárez, donde 8 días después rescataron a varios bebés sobrevivientes.
Mientras todo eso se vivía en el Distrito Federal, en poblados de Michoacán, de Guerrero, de Jalisco, de Colima y hasta Sinaloa por el Norte y a Chiapas y Oaxaca por el sureste, los efectos del sismo de 8.1 grados en la Escala de Mercalli. En todos los hospitales federales se dio atención prioritaria a los heridos que eran rescatados entre los escombros de las construcciones destruidas. Fui uno de los dos pacientes, operados de la columna, que permaneció encamado en el Hospital de Traumatología de Magdalena de las Salinas, del IMSS, al Norte de la Ciudad.
La solidaridad de todos los mexicanos quedó de manifiesto ese día y durante dos semanas más en que se trabajó en el rescate de víctimas; se organizaron rescatistas que después fueron conocidos como “topos”. Surgió todo tipo de ayuda y los mexicanos dieron ejemplo de trabajar sin distingos de naturaleza alguna. Mientras tanto la reacción del gobierno del Departamento del Distrito Federal y de la misma Presidencia de la República, fue tardía y motivó críticas que no tuvieron una respuesta convincente. Miguel de la Madrid Hurtado y Ramón Aguirre Velázquez soportaron el juicio silencioso de la sociedad.
A 33 años de distancia, todavía quedan huellas de la tragedia. La Avenida Juárez perdió para siempre su señorial imagen. Se desplomó el Hotel Regis, ubicado en esa avenida y Balderas y en su lugar quedó la Plaza de la Solidaridad. Igual ocurrió con el Hotel Alameda y los espacios de los cines Alameda y Avenida no volvieron a abrir sus puertas. En San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, desapareció la cafetería Super Leche. La Torre Latinoamericana, de 42 pisos, ubicada en la misma avenida y Madero, no sufrió daño alguno.
La réplica, el segundo temblor, fue la noche del viernes 20 de septiembre. A pesar de que la intensidad fue menor al del día anterior, el susto también fue mayúsculo. Por supuesto que hubo infinidad de réplicas menores durante dos o tres días siguientes.
LOS TRES SISMOS DEL AÑO PASADO
La mañana del martes 19 de septiembre de 2017, previo aviso a los habitantes de la Ciudad de México, sonó la alerta sísmica y se realizó un simulacro. Se recordaba lo sucedido 32 años atrás. La gente volvió a sus actividades normales. Se hacía referencia, en las noticias radiofónicas y en algunos espacios de la programación televisiva, del sismo registrado el viernes 7 del mismo mes en municipios oaxaqueños, principalmente en Juchitán, y en poblados del Estado de Chiapas.
De pronto, al comenzar la tarde del mencionado martes 19, el año pasado, el terror volvió a estremecer a quienes estaban en sus casas, en las oficinas, en hospitales, conduciendo un vehículo, caminando en la vía pública, en los mercados y en los tianguis. El reloj marcaba las 13 horas con 14 minutos. Empezamos a sentir como se movía el piso y la alarma sísmica sonó segundos ya iniciado el temblor. El pánico se apoderó de todos. Se oyeron gritos de mujeres, de hombres mayores y el llanto de niños, además otras personas inmediatamente elevaron sus oraciones a Dios.
Hubo muchos edificios de departamentos que se vinieron por tierra; decenas de familias quedaron sin hogar. Una escuela del sur de la Ciudad al derrumbarse atrapó a los niños y casi una veintena quedó sin vida entre los escombros, igual murieron profesores y personal administrativo. En poblados de Oaxaca nuevamente causó estragos, pues el epicentro se localizó en las costas de Ixtepec.
Como punto final, la noche del sábado 23, el tercer temblor en el mes patrio del año 2018. Lo triste y lamentable que la asistencia gubernamental duró unas horas, porque al paso de los días y politizada la situación, los damnificados pasaron –y continúan sufriendo—horas de angustia, de dolor, “viviendo” en tiendas de campaña colocadas sobre las banquetas y recibiendo alimentos, ropa y cobijas, en una acción solidaria de todos los sectores de la sociedad.
PREGUNTA PARA MEDITAR:
¿El Presidente Enrique Peña Nieto antes de tocar retirada, podría rendir un informe sobre los millones de pesos que se recaudaron para auxiliar a los damnificados, construir y reconstruir las viviendas?
jherrerav@live.com.mx