Jorge Herrera Valenzuela
En los inicios del constitucionalismo que promovió y encabezó el coahuilense Venustiano Carranza, combatiendo al usurpador Victoriano Huerta y apoyado en el Plan de Guadalupe, se procuró restablecer la vida cotidiana en el Distrito Federal, escenario de la incruenta “Decena Trágica” que culminó con el asesinato de Madero y de Pino Suárez. De febrero de 1914 a julio de 1923 los militares tuvieron el dominio político y temporalmente hubo paz, tranquilidad y seguridad en la Capital el País.
Precisamente hace un siglo, el 22 de enero, el general tamaulipeco César López de Lara dejó la gubernatura para ir en busca del mismo cargo, pero en su tierra natal. Ese mismo día un revolucionario coahuilense, por supuesto general, Alfredo Breceda Mercado, asumió el mando político-administrativo del Distrito Federal. Su principal programa se sustentó en la reorganización y estabilización de los servicios públicos, así como lo relacionado con el buen funcionamiento de las escuelas.
Entre otros importantes sucesos, figura la firma de los Tratados de Teoloyucan, mismos que dieron por terminada la presencia del Ejército Federal en la Ciudad de México, dándose paso a la entrada del Ejército Constitucionalista. Todo esto ocurrió el 13 de agosto de 1914, con la intervención de Álvaro Obregón como jefe del Ejército del Noreste y de Venustiano Carranza, del Constitucionalista. México era gobernado, interinamente, por el campechano Francisco S. Carvajal.
Aunque carrancistas, villistas, obregonistas y zapatistas continuaban con el movimiento armado, la vida de los capitalinos era normal. Don Venustiano primero como Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo Federal, después, a partir de 1917 como triunfador en las elecciones, despachó como Presidente de México hasta mayo de 1920, cuando lo asesinan en su viaje hacia el puerto de Veracruz.
Pues bien, en los nueves años que refiero, la inestabilidad política se reflejaba en todo el país. No había estabilidad y la ingobernabilidad era algo común, porque los diversos grupos que peleaban por el poder no medían las consecuencias. En nuestra hermosa Ciudad Capital la situación no era diferente, pues en el lapso mencionado hubo 19 gobernadores, destacando un civil, el ingeniero Alfredo Robles Domínguez, uno de los artífices de los Tratados de Teoloyucan.
Del grupo de divisionarios que gobernaron, formaron parte Alfredo Breceda, redactor y firmante del Plan de Guadalupe; los diputados constituyentes Heriberto Jara y Celestino Gasca. Eduardo Iturbide, quien participó en la firma de los multicitados Tratados. Anote Usted también a José Vito Alessio Robles, a Ramón Corona, y a Manuel Chao, entre otros.
La estabilidad se dio hasta el sexenio del último presidente militar, Manuel Ávila Camacho, de 1940 a 1946. El hidalguense Javier Rojo Gómez fue el jefe del Departamento Central y el primero de los precandidatos presidenciales que en un documento histórico, explicó porque no aceptaba la postulación. Los que se dicen actualmente políticos, deberían de buscar ese documento, leerlo y entenderlo para aplicarlo.
Como dato curioso agregaré que el sonorense Ernesto P. Uruchurtu es, en toda la historia, el jefe del Departamento del Distrito Federal con más permanencia en el cargo: 14 años. Empezó con el presidente Adolfo Ruiz Cortines, siguió con el licenciado Adolfo López Mateos y terminó en 1966 con don Gustavo Díaz Ordaz. El Regente que duró menos fue don Alfonso Martínez Domínguez, político por los cuatro costados: líder de los trabajadores del DDF, presidente nacional del PRI, tres veces diputados federal y líder en la Cámara de Diputados, además de gobernador de su natal Nuevo León. Don Alfonso despachó durante 95 días, porque el presidente Luis Echeverría lo culpó de los sangrientos hechos del Jueves de Corpus, en junio de 1971.
PREGUNTA PARA MEDITAR:
¿Logrará refrendar el PRD, el próximo 1 de julio, el control político-administrativo de la Ciudad de México, que tiene desde hace 20 años?
jherrerav@live.com.mx