viernes, marzo 29, 2024

¿Qué le vaya bien al presidente?

Eduardo Rodríguez Mayén

 

“Lo que los ojos ven y los oídos oyen, la mente piensa”. Lo decía Harry Houdini, el ilusionista más grande del mundo, quién también llegó a soltar un “Tengo profundo conocimiento de la ilusión y años de práctica mostrándola a todos”.

Houdini supo crear un personaje lleno de misticismo y rodeó sus espectáculos con un halo de intriga que mantenía al espectador completamente fascinado, comiendo de su mano, en sus temas, haciéndole ver lo que él quería, como él quería, cuando él quería.

Se inauguró el AIFA y fue motivo no sólo de fiesta para el presidente y su gabinete, sino también ocasión suficiente para montar un hexágono en las redes sociales donde de un lado se ubicaron los haters de la 4T y del otro lado los defensores a ultranza de la “transformación de la vida pública” de nuestro país.

Parece que tienes que pertenecer sí o sí a uno de estos dos bandos, y que formarte un criterio, generar dudas, cuestionar acciones o emitir opiniones hoy día te vuelve “clasista”, “insidioso”, “provocador”, o “malvibroso”. Y, a ver, adentrémonos correctamente al tema. Encontré en mi timeline un video del gobernador Mauricio Kuri, que muy en su papel de opositor moderado y “moderno”, emitió un punto de vista muy válido; que le vaya bien al presidente, decía.

“Si le va bien al presidente, le va bien a México” ¿debemos desear que le vaya bien al presidente? ¡por supuesto!, es no sólo una responsabilidad civil, sino también un deber casi moral, de patriotas, de buenos mexicanos desear que a nuestro presidente le vaya espectacular; que nos ponga en cada rincón del orbe como una nación chingona, en crecimiento, que desterró los pecados de pasados gobiernos y que hoy se transformó.

¡Por supuesto que sí, que le vaya muy bien a mi presidente!, perooo… un detallito. El presidente lleva gobernando este país desde hace 3 años 8 meses y ¿les confieso algo?, yo se lo deseé el 1 de julio del año 2018, por ahí de las 9 de la noche cuando todos sabíamos que ganó. ¡El primer día!, cuando nos dimos cuenta que más valía sumarnos todos con él, o las cosas podrían ponerse muy difíciles y pues aquí estamos, 3 años 8 meses después, con 4 millones más de pobres, con 1 asesinato doloso cada 17 minutos, con la cifra más alta en masacres, feminicidios, asesinato de reporteros, desapariciones forzadas, intromisiones del crimen organizado en campañas políticas, economía en números rojos, cifras exorbitantemente altas y erróneas con respecto a los verdaderos fallecidos por la pandemia, crisis en los sectores del agro, de importaciones, de construcción y venta de vehículos, del calzado, de la construcción y su cadena de producción, de vivienda, con actos cínicamente probados de corruptelas, con evidencias claras de incompetencia en muchas de las dependencias que son vitales para el desarrollo correcto de la vida pública y de programas tan importantes como aquellos que llevan alimentación y educación de tiempo completo a millones de pequeños que sin este programa se quedaron no sólo sin la oportunidad de reforzar conocimientos para su formación, ¡se quedaron también sin su único alimento del día, carajo!

Le quitaron recursos a programas tan nobles como las escuelas de tiempo completo, los comedores comunitarios, las becas escolares de aprovechamiento y ayuda en transporte, impulso a proyectos e intercambio educativo, todo por destinar al 100% de ese recurso para las obras “emblema” del presidente: un tren, una refinería y un aeropuerto que costó muchísimo más de lo que habría costado el proyecto del NAIM, más sobre precio, más indemnizaciones. ¿Tenemos que seguirle deseando que le vaya bien al presidente?, o más bien ¿ya le vamos exigiendo, no?, ¿debemos alegrarnos por un aeropuerto que costó $151 mil 966 millones de pesos y que sólo tiene 8 vuelos low cost, sólo porque “la intención es buena”?, ¿aplaudimos que se “construyó en 30 meses”, cuando se terminará completamente en los próximos 20 años?, ¿celebramos que una señora con su bicicleta de tlayudas amenizó el almuerzo de los asistentes a la inauguración como si esto fuese un logro, en lugar de que le brinden opciones de crédito y proyectos de inversión para que la misma señora pueda aperturar su proyecto de venta de alimentos, y que le permita generar dentro del marco formal una utilidad que dignifique el ingreso de su familia? Porque no nos hagamos; ¿ustedes creen que la señora de las tlayudas, el señor de las tazas de AMLO, el chavo de las playeras de la 4T, todos ellos burlaron a los militares y los cercos de acreditación que había para ingresar al evento? ¡Por supuesto que no! Fueron invitados a pasar, a vender, a generar nota, a que se armara la crítica, la discusión, por supuesto que también la división y los comentarios clasistas.

Fueron, todos ellos, parte importante del show de Houdini que una vez más nos hizo que viéramos lo que él quería que viéramos, cuando él lo quizo y como él lo quizo, que debatiéramos y que incluso peleáramos, que nos acusáramos unos a otros, dé clasistas por un lado y de arrastrados por el otro. ¿Le seguimos deseando frases bonitas al presidente o exigimos lo que por derecho ciudadano nos corresponde? ¿Qué hacemos, qué moda de redes sociales optamos, qué tendencias seguimos, nos hacemos los buenos o los malos?

Estamos todos en un acto; en el acto que Houdini nos dice, mientras afuera de la carpa el tigre se está tragando al trapecista, los payasos, los enanos, las contorsionistas, y las carpas se incendian una tras otra. Estamos en un acto de ilusionismo, aprovechando el evento del año para hablar de lo que opina un youtuber y ni un momento de las bondades que habrá de tener la obra que los convocó a todos bajo los techos de lámina galvanizada que los protegía del sol más perro del mes de marzo.

Harry Houdini fue el ilusionista más grande del mundo, el mejor. Su soberbia lo llevo a cometer su acto más grande, el que lo catapultaría a la fama mundial. El que acabó con su carrera y con su vida por jugar a ser Dios y no darse cuenta que era un simple ilusionista. Ojalá los buenos deseos de sus espectadores lo hubieran ayudado. Pero ni hablar, hay de circos a circos y de magos a magos.

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