Rajak B. Kadjieff / Moscú
*Primera visita presidencial a Washington.
*Aplausos de pie en la colina del Capitolio.
*Fue una gira de seducción exitosamente total.
*Recuerdos de Gorbachov, desplazados y en el olvido.
*“Estadista hábil, razonable y cooperativo”.
*Parte del mundo abrió sus puertas al mandatario ruso.
En la visita oficial realizada por Borís Yeltsin a Estados Unidos del 15 al 18 de junio de 1992, preparada concienzudamente por el canciller Andréi Kozyrev y su homólogo James Baker, los presidentes suscribieron un documento sobre un “entendimiento común” (joint understanding).
Se ubicaba en el capítulo nuclear estratégico por el que los misiles dejarían de apuntar a los objetivos respectivos y los arsenales serían reducidos en un promedio del 55 % adicional al 38 % definido por el START-I, ratificado por el Parlamento ruso el 4 de noviembre de 1992; es decir, hasta las tres mil 500 cabezas atómicas para Estados Unidos y las tres mil 000 para Rusia.
El Tratado START-II debía coronar la “nueva era de amistad” entre los dos países e iba a concluirse en un tiempo récord: el 3 de enero de 1993 lo firmaron los presidentes durante el viaje oficial de George W. Bush a Moscú.
El penúltimo día de su estancia en Estados Unidos en junio de 1992, Yeltsin solicitó ante el Congreso ayuda económica para su país e hizo una profesión de anticomunismo que arrancó la ovación de unos legisladores entusiasmados puestos en pie.
La gira de seducción de los estadounidenses terminó con éxito total para Yeltsin, que desplazó y envió al olvido el recuerdo de Mijaíl Gorbachov y, según medios políticos internacionales, se proyectó como un “estadista hábil, razonable y cooperativo”.
Con la perspectiva posterior, puede decirse que ese momento, en el que Rusia aún no había perfilado una identidad autónoma en las relaciones internacionales y geopolíticamente seguía debilitada por la extinción de la Unión Soviética, marcó el punto más alto en las relaciones entre dos potencias que virtualmente carecían de disputas de entidad.
Pocos días después de la visita de Yeltsin a Washington, en junio de 1992, el Congreso de Estados Unidos aprobó conceder a Rusia el estatuto de nación comercialmente más favorecida y un paquete de ayudas por valor de 16 mil 000 millones de dólares de asistencia directa, aportaciones al fondo de estabilización del rublo y préstamos canalizados por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las contribuciones del FMI no satisficieron las expectativas rusas porque Yeltsin, habitualmente desentendido de los arcanos de la economía, no aceptó las recomendaciones de extender la liberalización de los precios a la energía y de recortar aún más las subvenciones, por temor a un estallido social.
A la gira estadounidense se sumó la presencia de Yeltsin como de invitado a la cumbre del G-7 en Munich el 7 y 8 de julio de 1992 -práctica inaugurada con Gorbachov en 1991 en la cita de Londres-; pero no se le comunicó ninguna ayuda concreta.
Hasta que no vino el cambio de administración en Estados Unidos y el nuevo presidente, William Clinton, no retomara la cuestión con una voluntad política, Rusia no iba a recibir las sumas que la gigantesca empresa transformadora precisaba.
Durante 1992, Yeltsin, animoso pese a algunas indisposiciones que continuaron su historial de salud quebradiza iniciado con la hospitalización de 1987, realizó varias salidas a las capitales europeas, en las cuales firmó tratados de amistad y cooperación regulatorios de las nuevas relaciones bilaterales.
Así, estuvo en Francia del 5 al 7 de febrero -donde François Mitterrand le acogió con todo boato para desagraviarle de la fría recepción del año anterior-, en Checoslovaquia el 1 de abril, en Bulgaria el 4 de agosto, en el Reino Unido de nuevo el 9 y el 10 de noviembre y en Hungría el 10 y el 11 de noviembre.
Con Polonia y Turquía se adoptaron sendos tratados de amistad con motivo de las visitas a Moscú de los presidentes respectivos Lech Walesa y Süleyman Demirel en mayo, y del 24 al 26 de agosto de 1993 Yeltsin realizó un histórico viaje a Polonia, ampliado hasta el 27 con paradas en la República Checa y Eslovaquia.
Yeltsin no descuidó el tercer flanco estratégico para Rusia, Asia oriental, y el 19 de noviembre y el 17 de diciembre de 1992 inició notables e históricas visitas a Corea del Sur y China.
En el primer país acordó con el presidente Roh Tae Woo un marco de cooperación en seguridad y defensa que invirtió dramáticamente el balance estratégico en la península coreana, cuando Seúl ya venía beneficiándose de la alianza militar con Estados Unidos.
Mientras, el régimen marxista de Pyongyang perdió ahora el antiguo sostén soviético que no fue sustituido por el chino, y en Beijing principió una etapa enteramente nueva en las relaciones chino-rusas, ya apuntada en el viaje de Gorbachov en 1989, por las abundantes coincidencias en la percepción de las relaciones internacionales.
Súmese la mutua voluntad de cerrar los litigios territoriales y el interés en una cooperación para intercambiar tecnología nuclear y sistemas de armamento rusos por bienes de consumo, productos industriales y asesoría en materia de transición al capitalismo chinos.