viernes, abril 19, 2024

Presidiarios y militares, mano de obra para el Transiberiano

Luis Alberto García / Jabárosk, Rusia

*El lago Baikal, obstáculo serio para trazar el tren del zarismo.

*Su electrificación arrancó en 1929 y acabó en 2002.

*Tiene derivaciones a China, Mongolia y Corea del Norte.

*La línea ferroviaria San Petersburgo-Moscú data de 1851.

*Hay vagones de gran lujo: la lucha de clases no está dada.

*Un viaje de Moscú a Vladivostok es una fantasía.

Para la construcción del Ferrocarril Transiberiano de Rusia se utilizó mano de obra a cargo de presos de la Isla Sajalín y de lugares remotísimos localizados en las tres regiones en que se divide la gigantesca Siberia; pero también trabajaron en ella soldados llevados “voluntariamente a fuerza”, para usar, en este caso, términos dramáticamente coloquiales.

Uno de los mayores obstáculos que enfrentó el trazado de la línea férrea fue el lago Baikal, localizado a setenta kilómetros al Este de Irkutsk que, con 640 kilómetros de longitud y mil 600 metros de profundidad, inicialmente se atravesaba en barco.

Un buque rompehielos fue adquirido en Inglaterra para el traslado de las locomotoras y los vagones, mientras que los pasajeros, junto con su equipaje, eran llevados en trineo de un extremo al otro del lago, método que se siguió aplicando hasta la finalización de la traza sobre el extremo Sur de tan extraordinaria masa acuática.

La electrificación de la línea comenzó en 1929 y fue completada totalmente en 2002, permitiendo de esta forma duplicar la capacidad de carga de los trenes hasta alcanzar las seis mil toneladas, cifra más que elocuente para fines de desarrollo comercial.

El Transsib sigue siendo la vía de comunicación más importante de Rusia, al punto de que cerca del 30% de las exportaciones del país ex soviético son transportadas por él, y aunque su atractivo turístico lleva a que muchos extranjeros de todo el mundo viajen en el histórico tren, y los rusos lo utilicen en sus viajes de trabajo casi a diario.

Demás está decir que el Ferrocarril Transiberiano conecta Rusia de su parte occidental a su extremo oriental, con sus dos importantes ramales: el Transmanchuriano y el Transmongoliano, que llegan a China a través de Mongolia, y Manchuria con servicio continuo a Corea del Norte.

A fines del siglo XIX, el desarrollo de Rusia en general y de Siberia en particular se vio dificultado por las malas comunicaciones y del transporte dentro del imperio zarista, que se realizaban a través de los ríos o la nieve, según la época del año.

Los primeros proyectos ferroviarios en Siberia surgieron después de la finalización de la línea ferroviaria San Petersburgo-Moscú en 1851, y ante el desarrollo desigual de vías ferroviarias en las vastísimas y variadas regiones del país, hasta la década de 1880 la autocracia rusa de Alejandro III autorizó la construcción de esa ruta.

Con expertos ingleses, el proceso de diseño duró diez años, y la ruta principal del tren transiberiano fue inaugurada el 21 de julio de 1904 con una extensión de nueve mil 288 kilómetros, de Moscú a Vladivostok, y no obstante que el comunismo se impuso entre 1917 y 1991, en esas siete décadas existieron tres clases dentro del tren.

La tercera clase se llama Platzkart, la más popular, usada habitualmente por rusos sin demasiados recursos; los vagones están divididos en secciones de seis literas -cuatro en un lado y dos en otro- con una pequeña mesa en medio.

La segunda clase es la Kupe y cuenta con compartimentos divididos y cerrados con una puerta y compartimentos con cuatro camas, y por último está el Spalny Vagon o primera clase con compartimentos cerrados para dos personas.

Y como la lucha de clases no está dada, también hay vagones de gran lujo para turistas que puedan pagar una cifra cercana a los cinco mil dólares -más el boleto de avión a Moscú- por servicios que incluyen servicio médico, visita al lago Baikal o degustaciones de caviar, vodka y nalifka de cerezas y arándanos de los Urales preparada con coñac.

En especial para los extranjeros, el viaje por el Transsib es una fantasía, desde la atmósfera dentro de los vagones del tren en los que es posible conversar y hacer nuevos amigos, aunque sean desconocidos que tal vez ofrezcan brindar con vodka, compartir la comida o contemplar los paisajes que varían con intermitencia prolongada.

Hay agencias que organizan itinerarios; sin embargo, aquellos aventureros que conocen algo o poco del idioma ruso y no le temen a las inclemencias del tiempo y el espacio podrán disfrutar la ruta del ferrocarril, que atraviesa ocho husos horarios, y ya sea que se haga un tramo corto o largo, el viaje por Transibir ruso es una experiencia que –si puede- todo viajero debería experimentar.

Es como ocurre a los musulmanes: ir a La Meca redime, y el tren más largo del mundo debe ser visitado y usado al menos una vez en la vida, que oficialmente cumplió cien años el 5 de octubre de 2016, une dos continentes y recorre más de nueve mil kilómetros, del Mar Báltico –si se parte de San Petersburgo –pasando por Moscú- hasta en Océano Pacífico, en la inquieta Vladivostok.

A propósito del centenario, Google lo celebró con una hermosa alegoría sobre la legendaria línea de ferrocarril que une Europa con el Pacífico, 87 ciudades y miles de puentes en un trabajo titánico que finalizó en aquel otoño de 1916, para el que se echó mano del trabajo forzado de casi cien mil siervos –casi esclavos-, presidiarios y soldados.

Luego de un incidente que casi le cuesta la vida por un atentado en Japón, Nicolás Romanov –futuro zar de Rusia- inauguró las obras el 31 de marzo de 1891 cerca de Vladivostok, cuando el heredero llevó simbólicamente la primera carretilla y depositó unos kilos de piedra sobre la arena.

Así empezó la obra, el portento de ingeniería diseñado a mediados del siglo XIX en un imperio de miserables que eran cada vez más miserables, como filosofó “Borís”, el perro galgo ruso que protagoniza una elocuente escena de “La dama y el vagabundo”, película de dibujos animados de Walt Disney de la década de 1950.

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