viernes, marzo 29, 2024

Populismo

“ir hacia el pueblo”
Por Rafael Serrano

“Los ciudadanos no pasan de la política: la desean más que nunca, la urgen, pero una política con políticos/gobiernos que generen confianza en lo público, en lo común imprescindible para la igualdad tan vilmente atacada y desequilibrada.”
Toni Puig
https://www.tonipuig.com/assets/s-(55)-mujeres-que-reinventan-la-pol%C3%ADtica.pdf

La narrativa de lo políticamente correcto nos habla del populismo en términos peyorativos: un “cáncer” de la democracia emanado de una visión trasnochada de la soberanía popular, de la Voluntad General. Para los defensores de la democracia formal, el populismo es una narrativa del retroceso social. Y para combatirla, nos ofrece una contra-narrativa construida en mitos tecnocráticos, prometeicos, fugada hacia adelante; anclada en una ideología hipostasiada donde no hay posibilidad de reorganizar el mundo de otra manera que no sea la que actualmente existe. Para ellos no existe el “pueblo”: the people de la democracia en América.

La crítica y el desprecio al populismo esconde una ceguera prepotente: nace de un presentismo capitalista fugado hacia adelante sin hacer una autocrítica de su fracaso histórico (económico, político, social y cultural). El populismo resurge como una novedad moderna o posmoderna, nos anuncia la emergencia de una nueva hegemonía a contrapelo de las democracias ancladas en un parlamentarismo confiscado por las oligarquías representantes de los supra-poderes del capitalismo: el sistema financiero, la industria energética, la industria armamentística, alimentaria, farmacológica; y ahora, de manera avasallante, las GAFA: Google, Amazon, Facebook y Ali Babá), etcétera. El populismo de nuestros tiempos es el producto de la secularización de demandas democráticas no resueltas.

El populismo se muestra como un movimiento contestatario que ha salido a la calle y ha echado a andar. Es un proceso instituyente (una organización embrionaria) que lucha por la hegemonía, por el poder; pero el populismo es, también, un actor político poderoso que afronta y enfrenta al statu quo de la democracia representativa y horada su legitimidad. Por ello la sociedad política (Gramsci dixit) y los medios de comunicación tradicionales critican tenaz y fóbicamente al populismo y a los gobiernos populistas. Lo exorcizan y lo estigmatizan.

El populismo no es una novedad histórica: ya en el mundo antiguo, en la Roma de Mario, apareció el el “partido del pueblo” (“factio popularium”) que “…se que se oponían a la aristocracia tradicional conservadora y apostaban por el uso de las asambleas del pueblo para sacar adelante iniciativas populares destinadas a la mejor distribución de la tierra, el alivio de las deudas de los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población” (https://es.wikipedia.org/wiki/Populismo).

Por tanto es importante identificar al populismo o a los populismos como sujetos/actores políticos (sujetos históricos) emergentes y como movimientos o procesos sociales igualmente emergentes que avivan en el imaginario de los pueblos. Surgen de la incapacidad práctica no solo discursiva de los gobiernos para resolver necesidades del pueblo (entendido como todos los habitantes, no sólo los ciudadanos, de un Estado-nación). Son una respuesta al fracaso o debilidad de la gobernanza y de la gobernabilidad.

La narrativa anti-populista no identifica que el populismo es un proceso social emergente que se organiza para disputar el poder al statu quo político. No ve la emergencia de un nuevo actor o un sujeto político, un colectivo capaz de auto-organizarse, salir a las calles, apoderarse de los medios de comunicación alternativos, expresar su inconformidad y demandar una democracia radical, más allá de la democracia representativa de elites. No observa que estamos ante una revuelta posmoderna contra las oligarquías que administran los procesos electorales, los medios de comunicación y los centros de saber. No ve el surgimiento de un nuevo orden político basado en una democracia plena ni la descomposición del sistema de la democracia formal.

Populismo en sentido negativo
El populismo con una «significación peyorativa» es el uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas planean evitarlo), sino preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.
https://es.wikipedia.org/wiki/Populismo#:~:text=El%20populismo%20con%20una%20«significación,medidas%20contrarias%20al%20Estado%20democrático.

Populismo en sentido positivo
Varios movimientos sociopolíticos a través de la historia mundial moderna han pretendido que «el pueblo» ―es decir, los agricultores y campesinos, los obreros, los pequeños empresarios, el bajo clero, las clases profesionales (médicos, maestros, profesores, contables, ingenieros, empleados públicos, etc.)― sea quien ostente el poder en los Estados democráticos, en contra así de las élites o clases dominantes.
https://es.wikipedia.org/wiki/Populismo#:~:text=El%20populismo%20con%20una%20«significación,medidas%20contrarias%20al%20Estado%20democrático.

La razón populista

Como lo ha señalado Laclau, el populismo es un pueblo que se organiza (se instituye) como potencia emancipatoria ante desigualdades y agravios de las clases gobernantes. El pueblo observa, con nitidez, que sus representantes no lo son. No creen en ellos porque éstos generalmente están desvinculados de sus representados y casi nunca someten sus decisiones al escrutinio popular. Ven que una elite de tecnócratas, supuestamente “ciudadana del mundo”, decide su destino desde Wall Street o el Fondo Monetario Internacional. El pueblo llano considera que la democracia ha sido usurpada por una clase política que parasita en los meandros oligopólicos y que incumple sus promesas de bienestar para todos, libertad y fraternidad. Las encuestas y los estudios sobre comportamiento electoral muestran un hartazgo y enojo sobre el desempeño de una democracia sujeta al “teatro” de las votaciones/elecciones que sólo reciclan a los mismos representantes. El pueblo (the people) no es soberano ni controla ni puede impugnar/revocar efectivamente a los malos gobernantes.

Para comprobar este hartazgo político bastaría con preguntar al habitante de un barrio si conoce a “su” diputado o a “su” senador; a “sus” gobernantes (presidentes, gobernadores o alcaldes) o a “sus” jueces y se dará cuenta de lo distante que están la sociedad política del pueblo; de sus habitantes y ciudadanos (de la sociedad). Se expresa en hartazgo, indignación, fobias y decepción. Pero también con deseos de cambio ejerciendo su libertad de expresión y saliendo a la calle a vituperar a los políticos que parasitan el establecimiento democrático formal.

Por supuesto, el populismo o los populismos son movimientos plurales, diversos y contradictorios, por tanto no muestran pureza ideológica sino que expresan el estado de ánimo de un pueblo, y ese estado de ánimo puede ser de aceptación//rechazo; logro//frustración; pesimismo/optimismo, etcétera; los populismos reflejan diferentes percepciones para sentir/ver la realidad: los chalecos amarillos y la Francia insumisa contienen ideologías opuestas; el populismo de FRENA no es el mismo que el populismo de MORENA; el populismo de Trump o de Bolsonaro no es el mismo que el populismo de Evo Morales, Sanders, López obrador, Boric o Lula.

Laclau habla de que el populismo se instituye y se articula en lo que Gramsci llamaba Bloque Histórico. Es una organización emergente que lucha contra la dominación de las oligarquías que se han apoderado de los sistemas democráticos, concretamente de las democracias representativas (parlamentos, congresos, jefes de gobierno e instituciones de justicia). Por su naturaleza es un nuevo poder basado en la democracia directa, participativa.

Proclama populista

Las marchas del Primero de Mayo envían un mensaje a Macron
“Decenas de miles de personas participaron en manifestaciones callejeras en las marchas del Primero de Mayo y enviaron un “mensaje” a Emmanuel Macron: debe consultar más a los ciudadanos durante su segundo mandato y revertir los planes para aumentar la edad de jubilación o enfrentar protestas. Ambientalistas, sindicalistas y partidos de izquierda y manifestantes de chalecos amarillos, marcharon en las ciudades de todo el país, en lo que se conoce como fête du Travail (Día del Trabajo) en Francia, exigiendo un aumento de las pensiones y salarios y el fin al plan de Macron de subir gradualmente la edad de jubilación hasta los 65 años.”
(traducción mía)
The Guardian Week
6 de mayo de 2022

La narrativa emergente del populismo

El discurso y las narrativas populistas son contestatarios, escépticos, polivalentes y políticamente incorrectos, tienen necesariamente una ideología de clase y no apelan a los discursos “coherentes” de la tecnocracia de los establecimientos políticos ni abrevan en los colegios invisibles de la academia ni justifican “racionalmente” la acciones políticas de una de una elite que se supone legal y legítimamente instituida. Son opinión pública en estado puro. Como dice un dicho español: “es lo que hay”; es lo que piensan y sienten las voces del pueblo: a veces racionalmente y casi siempre desde sus sentimientos, sus frustraciones y sus deseos. Los populismos repelen a los académicos orgánicos y a los opinion makers de los medios tradicionales tanto como a los banqueros, los políticos profesionales, los policías y a los que imparten justicia (abogados, ministerios públicos y jueces).

El discurso populista nace de la inconformidad y no busca justificarse sino emanciparse de la dominación de una elite que juzga ilegitima, emanciparse de una legalidad torcida y convertida en instrumento de la injusticia que salvaguarda los intereses de la oligarquía y no los del pueblo, como lo ven, lo constatan todos los días en las calles y en su vida misma. De ahí que el o los lenguajes populistas abreven en el enojo y la ira social pero también en la convivencia libre, igualitaria y fraterna; a veces, muchas, sin decoro verbal, incoherente pero llenos de insatisfacción o de deseos impostergables de vivir felizmente.

“…tengan cuidado en darle a cualquier persona que emerge en un momento de ansiedad el título de populista ¿Dónde ha estado?, ¿ha estado luchando por el bienestar del trabajador?, ¿ha creado oportunidad para más personas? No. Hay personas como Bernie Sanders que se merecen ese título, porque él realmente se ha preocupado y ha luchado por estas cuestiones y ahí simplemente podemos decir que compartimos valores y objetivos, y como lograrlos”.
Barack Obama

En el populismo hay que distinguir y desmontar los excesos ideológicos que son evidentes; pero sobre todo, prestar atención al anuncio, a la señal emergente de un nuevo orden político, más participativo, fraterno, igualitario construido desde las comunidades, por personas concretas que consideran que el poder debe ser una herramienta colectiva para prosperar y ser felices. El pueblo llano se ha empoderado y exige un espacio para ejercer su poder.

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