Francisco J. Siller
La renuencia del presidente Andrés Manuel López Obrador de no interrumpir temporalmente sus proyectos estratégicos –Refinería Dos Bocas, Tren Maya y Aeropuerto de Santa Lucía– y no dedicar los miles de millones que le destinó este año, para enfrentar la pandemia del COVID-19 y la tremenda crisis económica es un grave error.
Para el mandatario es preferible recortar secretarías, reducir presupuestos a las dependencias, eliminar aguinaldos y prestaciones de fin de año a funcionarios, negar apoyos a la planta productiva y otros, que dejar de cumplir con las fechas de terminación de esos proyectos multimillonarios.
Seguro de la sumisión a sus caprichos por parte del Congreso de la Unión, ahora pretende una modificación al artículo 21 de la Ley del PEF, para permitirle en estos tiempos de emergencia de salud y económica el manejo discrecional del dinero asignado y etiquetado para el gobierno federal.
Aprovecha que en México la oposición legislativa no es suficiente para poner un freno a sus caprichos, sabedor que cualquier cosa que pida será aprobada, por inverosimil que paresca. Hasta ahora no se ha visto el ingenio, ni la cabalidad en la forma de enfrentar la tormenta que nos acecha.
El de López Obrador es un gobierno de oidos sordos y tal vez miope, pues no escucha las advertencias, ni ve los nubarrones que se estan formando. No entiende que lo que nos pasa, no es a causa de sus enemigos o sus adversarios políticos. Que la crisis de la pandemia, es mundial y a ello no puede sustraerse.
No entiende que en estos momentos lo que se requiere es que los ciudadanos estemos unidos, pero él prefiere mantener el encono y la polaridad entre los mexicanos. No hay día en que no propicie una pelea, un debate, una critica, hacia sus adversarios, ya sean empresarios, políticos o periodistas a los que tacha de conservadores.
No acepta críticas a sus opiniones o acciones. En su primera parte del gobierno, ese al que denomina de la 4T, ha enseñado el cobre. Quisieramos que nos enseñara el oro, que él tiene la razón y que realmente puede impulsar un cambio para México. Nos ha mostrado la cara del cero crecimiento, del desempleo y de acciones tardías.
A López Obrador le hizo daño su periodo de oposición de 18 años para llegar a la Presidencia de México. No ha logrado superar la temporalidad de su lucha. Hoy que tiene el sartén por el mango, lo usa para dar sartenazos, no para voltear la tortilla y brindarnos un mejor panorama futuro.
Su combate a la corrupción, lo ha llevado a los extremos. Al blanco y negro que no le deja ver lo que realmente pasa en México, suspende obras e inicia otras de características similares, solo porque fueron propiciadas por otros gobiernos, esos a los que califica de neoliberales, basado simplente en que él tiene otros datos.
Cree que puede gobernar desde sus mañaneras, rodeado de un grupo de paleros pseudoperiodistas que le hacen preguntas a modo, desde las redes sociales plagadas de sus bots que lo defienden hasta la muerte. No escucha a su gabinete, a sus asesores. Tampoco al pueblo que clama apoyo.
Y así quiere medirse con Miguel Hidalgo, Juarez o Madero…