lunes, abril 22, 2024

PERFILES POLÍTICOS; Andrés Manuel, presidente a destiempo

Francisco J. Siller

No debería extrañarnos que se den casos como el del famoso BOA denunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo que si debe llamar nuestra atención es lo aceptable y correctas que son las criticas cuando se es oposición y lo condenables, cuando se es gobierno.

A López Obrador le llevó tres campañas presidenciales llegar a Palacio Nacional en las que criticó todo y por todo. Los gobiernos panistas y el priísta fueron objeto del más despiadado ataque del entonces candidato presidencial que no se mordió la lengua para decirles sus verdades.

Hoy, cuando el está del otro lado del escritorio, las verdades molestan y raspan. Dañan la investidura presidencial. Es el juego de la libertad de expresión y la democracia, pero en sentido inverso y se da cuando la popularidad del presidente va a la baja.

En el primer año de este gobierno se pensó que era el tiempo de la novatada, que los errores podían ser naturales de la falta de experiencia en gobernar de un partido recién nacido. Pero la suma de errores y la discordancia entre las ocurrencias y los caprichos, nos condujo a una economía precaria.

López Obrador nos prometió un México imaginario, casi un paraíso, en el que creceríamos a un cuatro por ciento. Pero vamos en caída libre. En 2019, cero y este año la caída del PIB podría ser de dos dígitos. No se ve una salida mientras que el gobierno siga negándose a apoyar a la planta productiva.

El combate a la pobreza y regalar dinero —a través de 38 programas sociales—, es algo digno de encomio. Nunca antes visto en México, pero Jugar con la economía y equiparar la acción con la inacción, solo engrosará las filas de los pobres, que crecerán y crecerán.

La oposición insiste que los programas de López Obrador son clientelares, que solo buscan cimentar el voto, cobra fuerza el hecho de que entre más pobreza haya en México y más dinero se regale, el reflejo en las urnas tendrá que tener una inclinación hacia quien los beneficia, de una u otra manera.

Esta visto que el presidente está cobrando de alguna manera la factura a sus adversarios políticos, no a los de ahora, sino aquellos que durante sus tres campañas presidenciales lo defenestraron, lo criticaron que los catalogaron como un peligro para México.

Y el tiempo les ha dado la razón. Desde el primer minuto de este gobierno la actitud de destruir fue clara y sin mayor rebuscamiento. Consultas de dedo, manipuladas sirvieron para cargar la responsabilidad al pueblo bueno, cuando la decisión se había tomado ya desde Palacio Nacional.

La Cuarta Transformación llegó con la guillotina lista. Cabezas, proyectos, organismos autónomos, y cualquier cosa contraria a la interpretación presidencial fueron cortados de tajo. Nunca se pensó en recuperar lo bueno, lo que si servía. Todo nuevo, aunque no se superaran los estándares que ya existían.

Ahora surge el compló del BOA, que el martes pasado diera a conocer López Obrador en su mañanera. Un compló que está en marcha y que crece como bola de nieve. El documento es una cortina de humo, pero tiene mucho de realidad, aunque su intención fuera quemar a instituciones y personajes opositores.

Mucho se ha escrito sobre el tema, pero lo cierto es que se trató de un documento surgido dentro de la famosa cuarta transformación, que hubo la intención de sorprender a El Universal, adelantando —un día antes— el texto y ganar las ocho columnas para darle pie a la denuncia de López Obrador.

Ya en ocasiones anteriores el presidente ha puesto sobre la mesa el asunto de un golpe de estado, sin que se tomase en serio. Más bien como una de tantas cortinas de humo que parten de su psiquis para tapar esos baches en los que ha caído su gobierno.

Hoy el BOA es precisamente eso, una distracción del debate público, de la inacción del gobierno por atender la crisis económica resultado de la pandemia, de su negativa de interrumpir sus obras faraónicas y dedicar recursos a salvaguardar a las empresas que son el motor de la economía nacional.

Lo interesante de esto es que con los días, ese pueblo bueno y sabio va entendiendo el juego político y en los meses por venir tendrá que escoger si está o no del lado del presidente. Y eso se reflejará en las urnas, aunque AMLO no aparezca en las boletas.

En la mente de millones de mexicanos está la ineficiencia del gobierno en el combate a la corrupción, a la inseguridad, al mejoramiento de los sistemas de salud y el abasto de medicamentos. A la falta de protección a las energías limpias y entre muchos otros aspectos a las intentonas por regresar a Pemex y a la CFE aquellos años de gloria.

Para muchos la Cuarta Transformación es un regreso a la década de los 70’as y años anteriores, lo que me hace pensar que el panismo debió permitir que López Obrador llegara al poder en su primer campaña, cuando era un candidato propositivo, no destructivo, sin rencores y velos que le nublaran la vista.

Hoy a sus casi 67 años de edad el presidente López Obrador, como muchos de su edad, tiene ideas que no abandona, creencias acumuladas durante los últimos años y la prepotencia de creer que es él quien es poseedor de la verdad absoluta y por ello no acepta sus errores y equivocaciones.

Estoy seguro, que el rumbo de México no habría cambiado, si Vicente Fox hubiera permitido que López Obrador fuera presidente en lugar de Felipe Calderón. Habríamos tenido a un Andrés Manuel más fresco, con mejores ideas y sin la sombra de la Cuarta Transformación… ¿No lo cree, amable lector?

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