El ridículo del Ejército frente al Cártel de Sinaloa
La versión “ñoña” de Alfonso Durazo deja dudas
Operativo fallido y mal planeado de la FGR: LCS
Francisco J. Siller
Una vez más, Andrés Manuel López Obrador se equivoca. Tiene una interpretación errónea de los hechos. Le informan tarde y mal. ¿De quien es la culpa? El defiende a su Gabinete de Seguridad que metió “la pata hasta la rodilla”. Asegura que la decisión de retirarse y dejar libre a Ovidio Guzmán López fue la correcta. No se puede voltear la vista a otro lado y no ejercer la fuerza del estado.
En Culiacán –el Jueves–, el Cártel de Sinaloa mostró el músculo, no contra la población. Mostró su poderío contra la autoridad federal. La estatal la conoce, no les sorprende. Puso en ridículo a nuestra más alta institución: El Ejército y se llevó entre las patas a la flamante Guardia Nacional. Enseñaron que tienen más “inteligencia” que la autoridad de la 4T. Que están dispuestos a llegar a los extremos sin importar las consecuencias. Miedo, cuál…
La postura presidencial fue que se liberó al “Chapito”, para preservar vidas humanas, vidas del “pueblo sabio”, que estaban en peligro. Fueron seis horas y media de balaceras. Se dispararon miles de balas de diversos calibres. “El total de fallecidos son 8. Un civil, un agente de la Guardia Nacional. Un interno (del penal) y cinco agresores. Además de 16 heridos”, explicó el titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval.
Esto último solo puede significar una cosa. Los rescatadores de Ovidio no tenian órdenes de atacar a los civiles. Que uno de ellos muriera, fue un daño colateral. La intención del Cártel de Sinaloa era distraer y presionar la liberación. Ahí estan los testimonios grabados de las comunicaciones radiales. Ni una bala más, ya soltaron al patrón. En otras se escuchan las amenazas a las fuerzas federales. Que todo terminaría cuando lo soltaran.
Alfonso Durazo tiene mucho que explicar. No podemos quedarnos con la versión “ñoña” que dio sobre lo ocurrido en la capital sinaloense. Hay dudas y más dudas. Podría ser cierto que al Gabinete de Seguridad no se le informó del operativo. ¿Sera? Y mucho menos al presidente López Obrador. Eso no pasa en un país en donde nadie mueve un dedo sin conocimiento del mandatario en turno.
Primero se dijo que “por casualidad” y tras una agresión a fuerzas federales que realizaban un rondín, se había localizado a Guzmán López, Luego que fue un operativo fallido. Las ambiguedades de Durazo muestran su ineptitud al frente de la SPSC. Por dignidad él debería ser el primero en renunciar, pero dificilmente soltará el hueso porque sabe cuenta con el apoyo presidencial. La pregunta: ¿hasta cuando?
Por otra parte, el general secretario Luis Cresencio Sandoval dijo que la policía ministerial de la FGR actuó de manera precipitada, un operativo con deficiente planeación y sin tomar en cuenta las consecuencias y sin informar a sus mandos superiores. Se desestimó la capacidad de respuesta de la organización delictiva. Todo por quedar bien y “dar resultados rápidos”.
Además el flamante titular de la Secretaría de Protección Ciudadana informó parcialmente de lo que realmente ocurrió. Quizá por temor a quedar con los dos pies sobre “cáscaras de platano macho”. Él es la hebra más delgada del hilo y lo sabe. ¿Cuántos muertos hubo en realidad? El viernes aún había cuerpos sin vida yaciendo en las calles culiches. ¿Porqué si la aprehensión del capo ocurrió a las 13.30 –14.30 hora de la CDMX–, el aviso de liberacion fue pasadas las 8 –hora del pacífico– de la noche?
Hay testigos que relatan que Ovidio Guzmán fue detenido en un restaurante de mariscos, donde comía con su familia. Que se rindió a las fuerzas federales sin oponer resistencia. Que fue llevado a la Fiscalía General de Sinaloa –de donde fue liberado horas después con el rostro cubierto y vestido en uniforme militar (ahí están las fotos)– y eso de que estaba en una casa, de las fuerzas federales tuvieron que retirarse por la superioridad númerica, debe un explicación clara.
Sin embargo otras versiones relatan que Ovidio huyó del restaurante y perseguido por los ministeriales de la FGR se refugio en un domicilio de la zona de Tres Ríos, donde fue retenido por cinco horas por las fuerzas federales en espera de una orden de cateo –tampoco llevavan la orden de aprehensión– que nunca llegó. Lo que si llegó fue una orden del Gabinete de Seguridad de que fuera liberado y que los efectivos se concentraran en sus cuarteles.
Tampoco esta claro el ataque a las instalaciones militares y al complejo residencial donde habitan las familias de los soldados, o del ataque –donde comenzaron las balaceras– a la Fiscalía General de Sinaloa. Y aún más, cómo se dio la negociación para soltar al hijo del Chapo Guzmán, sobre el que pesa una la extradición a los Estados Unidos. Dudas, dudas y más dudas.
Contrasta también la postura de Andrés Manuel López Obrador quien presume tener “tranquilidad espiritual”. Él sigue sosteniendo que en Culiacán, Sinaloa se tomó una decisión acertada. Que ahí están unos delincuentes y a mandar a la policía y a mandar el Ejército, y a usar la fuerza, y a reprimir. “No, no… Nosotros vamos siempre a respetar la vida de todos los seres humanos”. Incluso la de criminales y asesinos. Eso se ve.
Lo cierto es que si bien pudo ser un error la política de los últimos dos gobiernos –panista y priísta–, también lo es la estrategia de “abrazos y no balazos” del gobierno López Obradorista. Impunidad y más impunidad para el crimen organizado, para los narcos, que cada vez tienen menos respeto por las fuerzas del orden público y se fortalecen volviéndose imparables.
Eso lo van a lamentar si no se actúa en consecuencia…