Sara Lovera*
SemMéxico, Ciudad de México, 15 de enero, 2024.- Muchas de las palabras y del lenguaje corporal de una persona reflejan en sentido profundo lo que se piensa; el valor intrínseco de quien dice un discurso está en sus palabras. En feminismo, luchar por el cambio del lenguaje sin una revolución del pensamiento no ha conseguido los avances esperados.
Podemos aguzar el oído y la inteligencia en 2024, cuando están en juego 20 mil cargos de elección popular. Participarán al menos 10 mil mujeres, empezando por la presidencia de la República, con dos de ellas buscando la primera magistratura. ¿Qué es lo que dicen y cómo lo dicen?
Estos días, observé a las dos mujeres buscando llegar a Palacio Nacional por primera vez en la historia, 30 años después de que nació la lucha por la representación femenina por ley; de las cuotas a la paridad. La llegada de muchas mujeres al poder no ha garantizado los cambios de fondo en la vida en la relación de los hombres y las mujeres. ¿Las nuevas podrán?
Para el feminismo, es claro que el ejercicio del poder donde vive y se reproduce la supremacía masculina genera injusticia y violencia, ambientes inseguros y discriminatorios; donde las mujeres viven con miedo pierden su libertad y están expuestas a maltratos y humillaciones. Pero no sólo ellas, el poderío masculino afecta a todos los grupos y comunidades que se han quedado atrás.
Por eso me llama la atención la simpleza del discurso de Claudia Sheinbaum Pardo: al referirse a la mitad de la población o a la crisis humanitaria, en su lenguaje corporal no se le mueve una pestaña. En cambio, habla superficialmente de que ahora, con ella, con la 4T, las mujeres podrán ser científicas, bomberas o lo que quieran. Es simple su perorata, sin sensibilidad sobre las diferencias específicas.
La especificidad de la condición social de las mujeres tampoco está bien articulada en la precandidata de la oposición. Pero Xóchitl Gálvez Ruiz, al cerrar su precampaña este domingo, reveló un punto clave en la preocupación de las y los mexicanos, atravesada por cada una de las mujeres: llamó a defender la vida y la libertad, dos de las consignas de la lucha contra el feminicidio y arengó ¡ni una más!, nombró al feminicidio y a las desapariciones, delitos en los cuales las mujeres llevan todo por perder.
De ninguna manera articuló nuestra agenda, ni cómo el poder patriarcal —más que sólo este gobierno— es el responsable de las muertes evitables, las sucedidas en las calles que dan miedo transitar o cómo afecta la escasez de medicamentos a miles de familias, donde las mujeres encabezan la indignación o frustración y son las enseñadas a cuidar de los otros y las otras.
Le falta, pero se acerca. En cambio, la precandidata oficial, sujeta al dominio de su líder, aunque lo vea y lo sepa, no pude decir nada. Se comporta como la muñeca de quien practica la ventriloquia, o sea, que ella no habla, habla quien está atrás. No logra reconocer la crisis humanitaria, ni dolerse abiertamente de cuán grande es el problema del crimen que deja sin vida diariamente a más de 70 personas, 17 mujeres, o cómo y qué significa que no se haya logrado enderezar el sistema de salud y el significado de la falta de medicamentos. No puede dolerse con las madres, ni de los desaparecidos o por el feminicidio; y de las feministas y su lucha ni una palabra. Es triste, es lamentable, pero como dicen las italianas, cuerpo de mujer no garantiza ni mejor vida, ni libertad para todas. Veremos.
*Periodista. Directora del portal informativo http://www//semmexico.mx