Pablo Cabañas Díaz.
Las violencias en México desde el siglo XIX , han tenido múltiples manifestaciones. Cada una de las violencias ha tenido sus propias reglas y justificaciones, aunque las unen varios factores, como la impunidad, la incapacidad del Estado para garantizar la justicia y la facilidad con la que los delincuentes utilizan las instituciones. La vida política y social de México se puede examinar por sus violencias. Durante buena parte del siglo XIX, se mantuvo vigente en nuestro país la legislación penal heredera de la colonia; no obstante, se hicieron importantes esfuerzos por ir creando leyes que volvieron confuso el trabajo de jueces y magistrados. Fue con el Código Penal Federal de 1871, cuando se facilitaron las tareas judiciales. Siendo ya vigente el Código 1871, el escritor del siglo XIX, Hilarión Frías y Soto (1831-1905), escribió con gran agudeza en uno de sus trabajos la manera en que los delincuentes asaltaban los caminos del país. La operación comenzaba cuando el jefe de los bandidos veía avanzar el vehículo entre la polvareda del camino, los asaltantes se preparaban para salir entre la maleza y se ordenaba el alto al conductor. Lograda la detención del vehículo, los forajidos se daban a la tareas de desvalijar a los pasajeros obligándolos a ponerse en fila para despojarlos de cualquier objeto de valor que trajeran. El resto de los criminales se dedicaban a abrir cajas, baúles y sacos de noche; una vez escogido lo de mayor valor económico se iban perdiendo entre los montes.
Cuando había la voluntad políica de las autoridades para perseguir a los bandidos, principalmente en el medio rural, la tarea no era nada fácil, pues contaban, con el apoyo de amigos y parientes en los lugares en donde habían cometido sus crímenes. A la ventaja que representaba el conocimiento de los caminos y en general de la geografía y el clima de la región que asolaban, los asaltantes tenían, como ahora, a su favor la lenta acción policiaca y en la mayoría de los casos la complicidad de las autoridades locales. Un ejemplo de bandido del siglo XIX, fue José María Sánchez, criminal, guerrillero y político. Sánchez Padilla, el 2 de diciembre de 1868 fue condenado por los juzgados de primera instancia a ser pasado por las armas por haber cometido los delitos de robo con asalto y plagio. Ante este fallo, el reo solicitó indulto porque consideraba que existía un error en la sentencia. Gracias a su poder económico las “investigaciones” de las autoridades arrojaron que no había cometido abuso alguno contra la población, y que nunca recurrió a la extorsión para obtener su riqueza. Fue indultado el 23 de junio de 1877 gracias a su poder político y económico. Desde el siglo XIX, una de las principales causas que contribuyeron a sostener el estado de inseguridad es la protección decidida que las autoridades dan a los criminales y de valerse de los hechos delictivos para obtener recursos económicos.