Pablo Cabañas Díaz.
Con miras al primer informe de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, vale la pena revisar algunas cifras preliminares y los retos a los que se enfrenta su gobierno de cara al resto de esta administración. Horas antes del informe el Banco de México, dio a conocer que la economía mexicana no creció en el segundo trimestre del año. Hay elementos para no ver esto una catástrofe, ya que la deuda pública no se ha incrementado, como sí sucedió con Enrique Peña Nieto.
Un crecimiento nulo no es algo que alguien desee, pero no se debe hacer una crítica a la ligera. Como ha mencionado el Presidente, no sólo importa el crecimiento sino la distribución, y eso es algo en lo que ha estado trabajando esta administración: se han entregado más apoyos a la gente de escasos recursos. Aunque es del conocimiento del Presidente que es necesario crecer para poder distribuir, porque sin crecimiento no habrá bienestar. Consecuentemente se busca incentivar el crecimiento económico para el segundo semestre del año, con medidas como las que anunció el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, que alcanzarán un monto aproximado del 2% del PIB.
El Presidente, llega a su Primer Informe de Gobierno con un 69% de aprobación, de acuerdo con la encuesta que publicó El Universal. Los mismos resultados muestran que el 20% de los encuestados desaprueba el gobierno de López Obrador, mientras que el 9.5% ni lo aprueba ni lo desaprueba.
Estamos en un escenario de presiones y retos similar al que vivimos en el proceso electoral del 2018. Aunque López Obrador casi duplicaba la intención de voto de Ricardo Anaya —48% y 26% respectivamente—, su coordinador de campaña, Jorge G. Castañeda, afirmó que si Anaya se tornaba competitivo los «votantes blandos» de AMLO se irían acercando. Sin embargo, la estrategia de Anaya fue errónea, ya que se centró en atacar al PRI sin darse cuenta de tres cosas: a) que no estaba en 2000, cuando ese discurso funcionó; b) que el PAN no representaba ninguna renovación sino parte del establishment vinculado a la corrupción que denunciaba; y c) que el enemigo a vencer era fundamentalmente AMLO.
En cuanto al desempeño de campaña de AMLO, su estrategia puede dividirse en tres aspectos: la estrategia territorial, mediática y la alianzas. En cuanto a la primera, AMLO llevaba años recorriendo el país, teniendo una amplia presencia tanto en el México rural como urbano; en segundo lugar, AMLO evitó ser frontal ante los ataques mediáticos de sus contendientes, transmitiendo tranquilidad, incluso frente a la campaña sucia que lo tildaba de amenaza castrochavista; en tercer lugar, AMLO emprendió una extensa agenda de reuniones cerradas con diversos actores políticos, sociales, religiosos y empresariales, por ejemplo, se realizaron acercamientos, a través del empresario Alfonso Romo y la expanista Tatiana Clouthier, con el Consejo Coordinador Empresarial, un grupo abiertamente hostil a AMLO en 2006.
A pesar de que López Obrador siempre fue puntero en las encuestas, las campañas desempeñan un papel determinante, en este sentido, tanto el PRI como el PAN y los grupos de poder p, sabiendo de su desventaja inicial, buscaron capitalizar los resquicios para mejorar su desempeño. Acudieron a las llamadas “campañas negras” y las han seguido. No tuvieron éxito y el resultado fue el triunfo de López Obrador. Sigue la campaña de hostigamiento pero los efectos son evidentes la aceptación del presidente se mantiene en niveles altos gracias a su base popular y a la de haber construido una coalición en la que se encuentran representados los nuevos interés nacionales.