sábado, julio 19, 2025

OTRAS INQUISICIONES: Mujeres y literatura en el siglo XXI

Por Pablo Cabañas Díaz

En el largo curso de la literatura latinoamericana, pocas intervenciones   han sido tan significativas y silenciosas como la que ha ocurrido con la irrupción de las mujeres en el espacio literario durante el siglo XXI. México, país donde la letra ha sido instrumento de orden y también de dominio, asiste hoy a un proceso de reversión que no se comprende del todo si no se parte de una constatación: las escritoras ya no solicitan entrada al canon; lo están reescribiendo.

A diferencia de los momentos inaugurales de la literatura nacional, donde la participación femenina estuvo mediada por estructuras patriarcales de visibilidad —la musa, la esposa del poeta, la educadora—, las autoras contemporáneas irrumpen como productoras plenas de discurso, como tejedoras de genealogía. Cristina Rivera Garza no es una excepción, sino el signo de una época. En su obra se desplazan las categorías genéricas —ficción, ensayo, crónica— para poner en duda no sólo las formas narrativas, sino las bases mismas del lenguaje como instrumento de legitimación del poder.

En esta nueva cartografía del campo literario, la violencia deja de ser un dato de la crónica roja para convertirse en materia estética y política. Fernanda Melchor abre con Temporada de huracanes una herida estructural: la del cuerpo violentado como núcleo de la narración nacional. Lo que en otras épocas se narraba con pudor o alegoría, hoy se inscribe con crudeza y furia. Las escritoras no representan: intervienen.

Pero esta presencia no es solamente temática. Valeria Luiselli, Brenda Navarro, Jazmina Barrera, por nombrar solo algunas, construyen un dispositivo discursivo donde la escritura es también archivo, frontera, exilio, tecnología del yo. El yo ya no es confesión, sino dispositivo para desmontar la maquinaria del olvido y de la burocracia del poder. La escritura femenina no constituye un género menor, sino una forma de resistencia, un acto de ocupación del espacio público desde la letra.

Este desplazamiento no es espontáneo. Es el resultado de luchas, de exclusiones previas, de silencios impuestos y de estrategias de reterritorialización. Como en las ciudades letradas que examinamos en otro tiempo, también aquí el acceso a la palabra ha sido un campo de disputa. Pero hoy, las mujeres escriben no para pedir permiso, sino para cambiar las reglas del juego. En su voz no hay eco, sino ruptura. No hay apología, sino fundación.

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