Pablo Cabañas Díaz.
En 1908, John Kenneth Turner describió a nuestro país, como “México Bárbaro”. Setenta años después Jesús Reyes Heroles, el 5 de febrero de 1978 advirtió, no que despertáramos al “México Bronco”. En nuestro país la violencia ha sido una constante. El “México Bronco” siempre ha estado presente. Sirva como ejemplo, la obra del escritor Rafael Muñoz (1899-1972), uno de los principales representantes de la narrativa de la Revolución. Su libro ¡Vámonos con Pancho Villa! su primera novela, fue publicada en 1931. Muñoz trabajó en el periódico “El Universal Ilustrado” en donde cada semana publicaba un texto en la edición dominical.
Al suspenderse esa colaboración se quedó con 80 cuartillas escritas y sin destino, por lo que decidió completarlas para formar la que sería su primera novela. En el libro se cuenta la vida de seis campesinos del Norte de México, apodados los Leones de San Pablo, que deciden unirse al ejército de Pancho Villa. Los hechos se ubican en el año de 1914, cuando Villa y su mítica División del Norte se encuentran en el apogeo de sus éxitos militares, y su figura es la del héroe popular aclamado por las masas.
Tiburcio Maya, era el único superviviente de los Leones, retirado del combate trabajando el campo con su esposa e hijos. Espera algún día volverse a unir a su antiguo jefe. La oportunidad se presenta cuando aparece el propio Villa con su tropa aniquilada y le exige que se una a ellos, Tiburcio duda y le revela a Villa que no puede abandonar a su familia, el Caudillo del Norte le responde con una de las acciones más brutales e incomprensibles que la ficción y la historia han podido atribuirle: mata a sangre fría a la mujer e hija para liberar a Tiburcio de sus obligaciones familiares.
El último león acaba uniéndosele con su hijo, demostrando una fidelidad casi sobrehumana. Esta segunda parte desarrolla un ritmo más lento que permite describir a Pancho Villa en pleno declive. En ese momento es considerado un bandolero por el régimen constitucional, los pueblos han formado cuerpos de defensa para repeler sus asaltos, se nos muestra solitario y desconfiado de sus propios hombres, siempre a la espera de la traición por la espalda. Si en la primera parte la ideología revolucionaria era difusa, inconcreta, ahora, desnudaba del oropel el éxito militar, el hábito de la vida clandestina une a estos villistas, ya sin esperanzas de triunfo, ahora dedicados al bandidaje. El pesimismo, la desilusión, el desencanto por el fracaso de los ideales con un final tan duro. ¿Qué quedaba de la Revolución con ese final?. La Revolución como tema ideológico o moral desapareció por completo en esta narrativa. Después de 89 años de haberse escrito ¡Vámonos con Pancho Villa! el “México bronco” sigue presente en toda su plenitud.