Pablo Cabañas Díaz.
Elío murió en 2009, el viaje de su vida no sólo la llevó a aparecer en la dedicatoria que le ofreció Gabriel García Márquez a ella y a su esposo en “Cien años de soledad”, sino a escribir una de las crónicas más honestas del dolor del exilio, que fue el de toda una generación. Dejó España, cuando tenía trece años. No pudo volver a la tierra de su infancia hasta 1970, con 44 años. El diario de aquel viaje de regreso cristalizó en un libro titulado: “Tiempo de llorar”. Pudo escribir, “Tiempo de llorar”, después de treinta años de exilio. Volvió a España, de la mano de su hijo, Diego García Elío, que entonces tenía seis años. Fue en ese momento en que expresó: “y ahora me doy cuenta que regresar es irse”. Es decir, que volver a España es irse de España. Con estas palabras sumerge al lector en el relato de su viaje hacia el pasado, un viaje en busca de respuestas: ¿quién soy?, ¿cuál es mi lugar?, ¿qué sucedió?, ¿qué queda de aquello? Al igual que gran parte de los miembros de la segunda generación de exiliados por la guerra civil española, Elío creció escuchando en boca de sus padres, profesores o amigos, que el regreso a casa era algo inminente. Fueron esos primeros años de esperanza y ansiado anhelo de regreso a los que se llamó “los años del optimismo irracional”.
Entre los exilados muchos de ellos no quisieran comprarse casas ni muebles, así como tampoco crear ningún otro lazo vinculante con el nuevo país que pudiera entorpecer o dilatar el regreso a casa cuando llegase el momento. Este hecho añadió, una nueva dimensión al drama: la transitoriedad, el tiempo perdido y las esperanzas alimentadas, la incapacidad de adaptación al nuevo lugar. Esto provocó que Elío, así como el resto de niños y niñas, quedara en una especie de limbo flotante que, con el paso del tiempo, dio como resultado, en mayor medida, una falta de raíces. Era tal la situación de su generación que el propio Max Aub la definió de la manera siguiente: “Cogidos entre dos mundos, sin tierra firme bajo sus pies”. A esto contribuyó, entre otros aspectos, la asistencia de la mayor parte de los niños y las niñas fueran a escuelas fundadas con miras a la continuación de su educación en el sistema educativo español. Fue la ausencia de identidad, lo que generó un malestar en esa segunda generación del exilio español en México. En 2017, su único hijo, Diego García Elío, publicó el guion de la que iba a ser una nueva película de María Luisa Elío Bernal junto a Alejandro Rossi sobre la leyenda del tesoro del Vita bajo el título: “Voz de nadie”, un titulo sin duda revelador de la vida que tuvieron en un exilio que los marcó toda su existencia.