Pablo Cabañas Díaz.
Emilio Lozoya Austin, fue educado en los principios de la soberbia, la prepotencia y la impunidad. Lozoya era requerido por la justicia mexicana para enfrentar cargos de lavado de dinero, soborno y conspiración. Entre ellos, un fraude en la compra de una planta de fertilizantes por un precio inflado de 280 millones de dólares y otro relacionado con la constructora brasileña Odebrech, de la que habría recibido diez millones de dólares en sobornos para la concesión de contratos.
El fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, negoció un acuerdo con su padre, para que viniera a México en calidad de detenido. Se accedió a darle todos los privilegios posibles. Se le colocó un brazalete en el pie mediante el cual podría moverse con libertad por cualquier lado, siempre y cuando permaneciera dentro de la jurisdicción del juez que tenía su caso. Disfrutó de un trato de quien se sabe que es intocable, pero el diez de octubre de 2021, fue fotografiado mientras cenaba en el restaurante Hunnan, de las Lomas de Chapultepec. La frivolidad y la prepotencia lo llevaron a dormir a la cárcel.
Nieto del general Jesús Lozoya Solís, gobernador de Chihuahua. Hijo del ex secretario de Energía, de Carlos Salinas, empresario, millonario y amigo cercano de importantes personajes de la élite internacional. Lo tenía todo y soñaba con ser presidente. Enrique Peña Nieto, lo puso al frente de la empresa más poderosa del país. Manejó Pemex como su negocio personal. Su matrimonio con Marielle Helene Eckes, conocida como “la heredera Granini”, le permitió acceder a la aristocracia europea. Su familia política es propietaria del Grupo Eckes-Granini Deutschland, líder en producción y venta de jugos de frutas procesados en Europa que tuvo ventas por mil millones de euros en 2019.
Lozoya no tenía límite, en octubre de 2017, en un encuentro en la Academia Mexicana de Derecho Internacional, donde estaba acompañado por quien era su abogado Javier Coello Trejo, expresó, ante un pequeño grupo de reporteras, que no se sentía intimidado por las diligencias que se realizaban en su contra, pues, dijo, ” tengo recursos y tiempo para romperles la madre”.
Bertha Becerra, reportera de El Sol de México, señaló que ese día, Lozoya: “Mostraba una tranquilidad pasmosa, no pasaba nada. Tranquilo era poco, “tenía una (gran) seguridad de que no iba a pasar completamente nada”, describió la periodista. No obstante, a cinco años de aquel encuentro en el que se mostraba inmutable ante las acusaciones vertidas en su contra, la prepotencia y su ausencia de la realidad de nuevo lo hicieron perder el juicio.
El pasado, martes estaba preparado para salir de prisión , eran las diez de la mañana con un cigarro electrónico en la mano, un libro abierto sobre sus piernas cruzadas, una botella con agua sobre la mesa y una cara sonriente de perdona vidas. Se alejaba de sus problemas judiciales y creía que estaría por volver a su casa. Pagaría 10 millones de dólares y devolvería algunas propiedades para cerrar no solo este caso, sino el proceso por Odebrecht que también pesa en su contra. De nueva cuenta la vida le esperaba. Lo ganado era mucho y unos pocos meses en prisión eran tolerables. Millones de dólares de su fortuna personal estaban a salvo.
Todo estaba perfectamente calculado. Sus abogados habían logrado aceitar la maquinaria de la impunidad. Era cuestión de horas, a lo más de varios días pero al ser cuestionado en su conferencia matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó sus dudas sobre dejarlo en libertad.” Lozoya no estaba al tanto de lo que había expresado el presidente. Por el contrario, se le observaba tranquilo, relajado, sereno, de buen ánimo. Menciona el reportero Alberto Ángel , que estaba recargado en la barandilla como si estuviera en un parque, mientras fumaba su cigarrillo electrónico rojo. Entre los bienes que reportó además de la casa de 38 millones de pesos adquirida al contado, una colección de relojes de oro y un Dalí de para acompañar su Picasso, una fortuna real que según datos confidenciales de la Unidad de Inteligencia Financiera calculan en 900 millones de dólares ubicados en paraísos fiscales.