Pablo Cabañas Díaz.
A lo largo de los años, muchos son los documentos que siguen sin resolver. El manuscrito Voynich, las cartas de Zodiac o los Beale Papers, son libros escritos en código que, a pesar de las concienzudas investigaciones de los expertos, aún siguen sin tener un significado que podamos interpretar. La biblioteca Beinecke de Libros Raros de la Universidad de Yale conserva en sus fondos el manuscrito Voynich marcado con el número de catálogo MS 408. El libro fue donado en 1969 por un anticuario de Nueva York llamado H.P. Kraus tras fracasar en sus reiterados intentos de venderlo por una suma elevada. Kraus lo había adquirido a su vez unos años antes a Ethel Boole, viuda de Wylfrid Voynich, el librero que para la posteridad transfirió su nombre al célebre manuscrito. Voynich había nacido en Kaunas, Lituania, el 31 de octubre de 1865 con el nombre de Wilfryd Michal Habdank-Wojnicz.
En 1912, Voynich hizo un viaje a Italia con el ánimo de encontrar volúmenes antiguos para su negocio. En el curso de ese viaje llegó a la biblioteca del Colegio Jesuita de Villa Mondragone en Frascati, cerca de Roma. Revisando un arcón que contenía los libros que los curas estaban dispuestos a vender, le llamó la atención un volumen escrito en unos extraños signos que Voynich no pudo identificar. Voynich fotografió cada una de las 246 páginas por el anverso y el reverso y envió copias a los más reputados lingüistas de su tiempo: ninguno de ellos fue capaz de identificar la lengua, como tampoco el juego de caracteres con el que el libro está escrito. Era sólo el comienzo de una de las historias más increíbles y uno de los enigmas más sorprendentes de la historia de la ciencia humana.
El volumen tiene un tamaño reducido: mide apenas 15 por 22 cm. Sus páginas son de pergamino, hecho de cuero de cordero muy trabajado y fino, y todo el libro ha sido escrito por la misma mano con una caligrafía denominada “cursiva humanista”, un estilo de escritura que estuvo en boga en Europa durante un par de décadas en el siglo XV. El texto contiene más de 40 mil palabras y la mayoría de las páginas incluye ilustraciones. No consta título, fecha ni indicación del autor. No está tampoco dividido en secciones ni capítulos pero, en base a la naturaleza de las ilustraciones, los expertos lo han dividido tentativamente en cinco partes, denominadas Herborística, Astronómica, Geográfica, Biológica y Farmacéutica. El origen del libro se remonta al reinado de Rodolfo II, monarca de Hungría, Bohemia y Alemania, que a la muerte de su padre en 1576 fue coronado además emperador, ocupando el serenísimo trono del Sacro Imperio Romano Germánico.
En 1940 Joseph M. Feely y Leonell C. Strong, ambos criptógrafos aficionados, intentaron aplicar una técnica llamada “cifrado de sustitución”, que se reduce a asignar a cada carácter del texto una letra del alfabeto latino. Equivale a la simple técnica utilizada en El escarabajo de oro, de Poe. En 1978 el filólogo aficionado John Stokjo aseguró que el texto estaba escrito en una variante del ucraniano al que se habían eliminado las vocales.. A principios de los años 90 un equipo multidisciplinar de lingüistas, criptógrafos y especialistas en computación del Massachusetts Institute of Technology, lo intentaron sin resultados una vez más.