Pablo Cabañas Díaz
Eduardo García Máynez (1908-1993), fue uno de los filósofos mexicanos de mayor peso y renombre. Puede comparársele con el italiano Norberto Bobbio, por su cercanía generacional e intelectual, y por el liderazgo que ejercieron en sus respectivas comunidades jurídicas y filosóficas. Su obra fue citada y comentada por algunos de los filósofos del derecho más importantes del siglo XX. Estudió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1932 y 1933 siguió varios cursos de materias jurídicas y filosóficas en las universidades de Berlín y Viena. Fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria y en diversas facultades de la UNAM, director de la Facultad de Filosofía y Letras (1940-1942), secretario general e investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filosóficas, así como también director del Instituto Tecnológico de México (1946-1952) y de la revista Filosofía y Letras.
En el siglo XXI, son escasos los estudios sobre su obra filosófica y pocos de ellos −justo es decirlo− son profundos. Por otra parte, en los trabajos más recientes sobre la filosofía en México en el siglo XX, la mención que se hace sobre su labor académica y de su obra intelectual es mínima. Por lo que respecta a la comunidad jurídica parecería que la opinión acerca de él es mucho más favorable. Entre los expertos en el derecho no hay estudios profundos sobre su obra y las cumplidos que se le hacen a su obra, parecen más bien la reiteración de un lugar común pero no una consideración positiva de sus ideas. ¿Por qué este desdén y este olvido en el que se encuentran la obra y la figura de García Máynez? Para responder esta pregunta hay que considerar varios elementos filosóficos y extra filosóficos. Uno de ellos es que García Máynez vivió y trabajó en dos mundos académicos que, con el paso del tiempo, se han vuelto, en México, muy lejanos: el de la filosofía y el del derecho.
Su obra requiere, para ser comprendida cabalmente y, por lo tanto, para ser evaluada de manera adecuada, de conocimientos firmes en ambas disciplinas. Pero para la mayoría de los filósofos mexicanos y, en particular de los historiadores de nuestra filosofía, esta obra está demasiado cerca del derecho para que puedan comprenderla correctamente y, por otra parte, para la mayoría de los juristas, esa misma obra está demasiado cerca de la filosofía para que puedan lograr lo mismo. El olvido en el que se encuentra la filosofía de García Máynez es, en buena medida, un indicador y, al mismo tiempo, un resultado del mal estado en el que, desde hace tiempo,- se halla la filosofía del derecho en México − con algunas pocas excepciones.
La labor filosófica de García Máynez fue un proyecto estrictamente personal −hasta podríamos llamarlo obstinadamente personal. Todo su legado filosófico está en sus libros y esos libros, desgraciadamente, rara vez son consultados en la actualidad. A pesar de haber sido profesorado durante muchos años, García Máynez no dejó discípulos, ni fue abanderado de una corriente. No se rodeó de un grupo escogido de alumnos a los que guiara en sus estudios y carreras filosóficas.Su personalidad resultaba demasiado distante −algunos dirían que atemorizante e incluso hosca− para sus alumnos, hasta para los más aventajados. Debió de haberse ocupado de formar investigadores que trabajaran de manera autónoma. Pero podría decirse que la mayor obra magisterial de García Máynez está en sus libros de texto. Vistas, así las cosas, no hay ningún otro filósofo mexicano más exitoso en este plano. El casi medio millón de ejemplares vendidos de su Introducción al estudio del derecho hablarían por sí solos. La huella de García Máynez en la Facultad de Filosofía y Letras se borró pronto. Una razón de lo anterior es que en el plan de estudios de la carrera de filosofía no había, ni hay, una materia de Filosofía del Derecho.