jueves, abril 25, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Grandes maestros: Carlos Alvarado Lang

Pablo Cabañas Díaz

Carlos Alvarado Lang (1905 – 1961) fue un pintor que dominó diversas técnicas de grabado, reconocido por su fina ejecución del claroscuro además de su actividad como investigador, innovador y divulgador de esta disciplina. Realizó los estudios primarios en su tierra natal y en 1920, siendo aún muy joven fue estudiante en la Academia de San Carlos, donde aprendió grabado al lado de Emiliano Valadez, posteriormente continuó sus estudios de grabado y dibujo en la Escuela al Aire Libre de Tlalpan al lado de Francisco Díaz de León. A sus veinticuatro años y debido a su gran técnica fue profesor de grabado, realizó su primera exposición individual en 1931 y seis años después participó en una exposición colectiva organizada por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en el Palacio de Bellas Artes con motivo del Congreso Nacional de Escritores.

Bajo su dirección, la Academia de San Carlos (1942-1944 y 1945-1949) editó varios volúmenes de estampas e ilustró dos de ellos con grabados en madera de pie: “Fragmentos de Heráclito”  en 1939 y “Canto a Cuauhtémoc” en 1959. Su material preferido para el grabado fueron la madera y el linóleo al aguafuerte. Como investigador de la técnica escribió “El grabado a la madera negra” para los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En 1947 fue miembro fundador de la Sociedad Mexicana de Grabadores y participó en las exposiciones colectivas organizadas por esta, un año más tarde también fue miembro de la Sociedad para el Impulso de las Artes Plásticas. Gracias al amplio conocimiento que tenía de los artistas europeos y a la experiencia propia, en 1950 se desempeñó como profesor de La Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda (ENPEG) y como director vitalicio a partir de 1955; entre sus alumnos se encontraban Federico Cantú, Abelardo Ávila, Francisco Moreno Capdevila y Carlos García. Se le reconoce como un gran maestro del buril, que dejó maderas, linóleos, aguafuertes, mezzatintas y puntas secas en la obra “El grabado en lámina en la Academia de San Carlos durante el siglo XIX”.

Tiró a mano reimpresiones de veinticuatro planchas originales existentes en el archivo de la Escuela de Artes Plásticas, con un texto de Justino Fernández y un prólogo de Manuel Toussaint. Sus obras principales son: Calle de Tula (punta seca), La jornada (aguafuerte) y Ranchera (linóleo). Algunos de sus grabados fueron seleccionados para la Biblioteca del Congreso de Norteamérica, en donde está depositada una colección completa de su trabajo.

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